DESAIRE A UN POETA, “CRÓNICA DE UNA INJUSTICIA”

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12 de junio de 2022
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DESAIRE A UN POETA, “CRÓNICA DE UNA INJUSTICIA”

Luis Andrés Zúñiga

Óscar Aníbal Puerto Posas

Eliseo Pérez Cadalso (1920-1999) fue el más brillante parlamentario de la Cámara Legislativa, período 1948-1954. Era un muchacho inquieto. Llegó a ser diputado a los escasos 28 años de su edad. Para entonces, ya abogado y notario. Había publicado dos libros de poesía: “Vendimia” (1943) y “Jicaral” (1947). Siendo diputado mocionó la creación de los Premios Nacionales de Arte, Ciencias y Literatura. Fue proponente fallido del voto a la mujer. Precursor, también, de los primeros amagos de legislación obrera. Vale más que estos últimos fueron tímidos.

Aproximaciones al conflicto obrero-patronal: “Ley de Accidentes del Trabajo”, por ejemplo. Si el poeta logra sus objetivos, no se hubiera dado la “monstruosa huelga de 1954” (la frase a él le pertenece; ergo, la entrecomillo).

Era un ser excepcional: mocionó para que se le concediera una pensión en vida al doctor Marcos López Ponce; este ya anciano, tenía 49 años de impartir en la Facultad de Ciencias Jurídicas, la asignatura de Derecho Romano. Un récord académico a nivel mundial. Solo fueron 300 lempiras mensuales, de por vida. El Reglamento Interno del Congreso Nacional, impedía otorgar una suma mayor. Lo mismo hizo con Rafael Coello Ramos, en cuantía menor: 250 lempiras. Y con las viudas de otros ilustres: Joselina Coello, viuda del poeta, historiador y diplomático Augusto C. Coello; con la viuda de Pablo Zelaya Sierra, nuestro más insigne pintor; con la viuda de Carlos Hartling, autor de la música del Himno Nacional y con otras y otros. La suma no era elevada; más daba para vivir. En los años 50 del siglo pasado la vida no era tan exigente. Estas pensiones eran superiores al sueldo de un juez de Letras (mi padre lo fue y solo ganaba L. 100,00 mensuales; mi madre se las hacía y desvivía, para que el cheque durara hasta el fin del mes).

Don Eliseo, logró pensiones a un adversario político: Vicente Mejía Colindres, expresidente liberal. Médico y literato, quien vivía casi en la indigencia. Su moción fue respaldada por Joaquín Palma Oyuela, Cáceres Lara y otros que no recuerdo. Nacionalistas todos ellos, pero hombres amplios de corazón, y fecundos de ideas, cual fue casi toda la generación de los años cincuenta; forjados bajo la rectoría de don Rómulo E. Durón y otros conspicuos intelectuales.

Don Eliseo quiso honrar a otro hondureño: al doctor Luis Andrés Zúñiga (1878-1964). A la sazón el mejor poeta de Honduras, luego de la muerte de Juan Ramón Molina (1875-1908); y mocionó en el sentido de darle el nombre de Luis Andrés Zúñiga a la 1ª. Avenida de Comayagüela, donde el autor de “Águilas Conquistadoras”, vivía. Hizo una apología bellísima del aeda, que no incluyo porque no pude encontrarla; cuando la localice la estaré enviando a “ANALES HISTÓRICOS”. Luego aconteció lo inesperado: Manuel Luna Mejía (1911-1998), poeta él también, solicita la palabra. Se creyó que para secundar la moción. No fue así, por esas cosas raras de la vida. Sembró la duda. Dijo que la Primera Avenida de Comayagüela, ya había sido “bautizada”, con el nombre de “Francisco J. Mejía”. Eliseo lo refutó, dijo que había consultado con el señor secretario del Consejo del Distrito Central y que este le había confirmado que la 1ª. Avenida de Comayagüela, era innominada.

A estas alturas, Luna ya había generado la sombra de la incertidumbre. No era historiador. Ni experto en la ciudad capital de la República. Era nativo de Santa Rosa de Copán (1911). Realizó estudios secundarios en Guatemala (González, 2001, págs. 89-90). Y superiores en la Universidad Central de Honduras (con sede en Tegucigalpa). Para entonces la carrera de derecho que él estudió con ahínco, comprendía solo cinco años. Regresa a Tegucigalpa en 1948, electo diputado. Esta larga digresión es para probar que él no era una persona calificada para saber datos sobre la nomenclatura citadina. La Cámara tenía tres literatos: Pérez Cadalso, Luna Mejía y Cáceres Lara; este último guardó silencio, pese a su prestigio como historiador. Entonces, Abel Fonseca pidió la palabra y dijo: “Estoy cerca de don Fernando Zepeda Durón, él fue alcalde de Comayagüela, y en su administración se le dio el nombre de “Francisco J. Mejía”, a la Primera Avenida de esa ciudad”. Eliseo Pérez Cadalso, calló estupefacto. Anonadado más bien. Había hecho una apología bellísima de la figura de mayor prestigio intelectual del país. Era como si Juan Sebastián Bach, hubiera dado un concierto ante una manada de suidos.

El presidente del Congreso Nacional, (no puedo precisar quien lo era en ese momento). En tiempos de Juan Manuel Gálvez Durón, la Cámara Legislativa, caso único en la historia nacional, tuvo cuatro presidentes, a saber: José Máximo Gálvez (suicida); Juan Bautista Valladares (sustituido por oponerse a la renovación de los contratos a los enclaves bananeros y enviado lejos, como embajador de Honduras en España. De paso fue un gran hondureño); Camilo Gómez y Gómez (sustituido a raíz de la división del Partido Nacional en dos alas) y Francisco Salomón Jiménez Castro. Creo que este era el presidente del Congreso Nacional, cuando Pérez Cadalso, presentó su inocente moción.

El presidente del cuerpo legislativo, después de las infecundas intervenciones de Luna Mejía y Fonseca Flores, tenía en las manos un ascua. No le dio el trámite parlamentario. La pieza oratoria del gran chorotega, se conserva porque la Secretaría estaba obligada a recogerla en acta.

Francisco J. Mejía, debió haber tenido sus méritos. El Instituto de Olanchito lleva su nombre. Al parecer fue secretario de Estado en la administración de Francisco Bertrand, con fuertes aspiraciones a sucederle, tuvo una muerte súbita y misteriosa; lo que permitió al presidente Bertrand, imponer la candidatura de su cuñado Nazario Soriano (Catarino Castro, S., 1921, Ediciones Segundo Centenario, 2021, p. 69). No fulguró al nivel de Luis Andrés Zúñiga.

En cuanto a Fernando Zepeda Durón, respecta, representa la inmoralidad periodística; director de diario “La Época”, durante “el Cariato”, y diputado al Congreso Nacional, durante largos años: 16 durante la administración del abogado Tiburcio Carías Andino y los seis años que duró el gobierno del también abogado Juan Manuel Gálvez Durón (sus aduladores les dieron a ambos el título de “doctor” y a Carías le agregaron el más alto grado militar: “general”).

Como diputado no hizo nada por el bien público. Era remiso al uso de la palabra. Ya vimos como utilizaba portavoces; pese a estar él presente en el Congreso. Su único aporte –si cabe la denominación- consistió en la “Ley contra actividades comunistas”, mejor conocida como “Ley Fernando”, aún vigente. Para colmo él no la elaboró, sino que el abogado Rafael Jerez Alvarado (1917-1994), según este confiesa, en el folleto titulado: “Las Fuerzas Armadas, la Democracia y el Comunismo” (1963).

Zepeda Durón, no tuvo escrúpulos en poner su firma como diputado al Congreso Nacional, ilícitamente convertido en Asamblea Nacional Constituyente, para perpetuar en el poder a los ciudadanos Tiburcio Carías y Abraham Williams Calderón. Me refiero a la “Constitución Canalla”, la de 1936. Me destroza el alma que compatriotas ilustres hayan firmado este adefesio. Por respeto púdico no los menciono.

¿Cuál es el origen de Zepeda Durón? Al parecer de cuna humilde. Antes de autodenominarse periodista. Que no lo fue, ni bueno ni malo. Contrató escritores asalariados y convirtió “La Época”, que se editaba en la imprenta “La Democracia”, propiedad del dictador Carías, en un diluvio de palabras de injuria.

En sus mocedades, Zepeda fue tipógrafo y allí debióse haber quedado, es un oficio honesto a más no poder. Ensucia las manos. Pero no la conciencia. Hombres de talento de la tipografía se han levantado para elevarse a grandes alturas. Tal es el caso del español Indalecio Prieto y Tuero. De familia humildísima, se dedicó en Bilbao a la venta de periódicos; aprendió taquigrafía, entró en la redacción de “El Liberal” y fue pronto el alma del diario que inspiró durante treinta y seis años (1901-1937). Hizo incursión en la política y ocupó delicadas funciones durante la fugaz República Española. “El talento”, en cambio, de Zepeda Durón, consistió en la intriga y en la adulación.

Creo que a él se refería Luis Andrés Zúñiga, en sus palabras de aceptación al recibir la “Orden de Morazán”, dijo: “La adulación es un arte, el cual infortunadamente está metido en la literatura. No obstante mis arduos estudios, jamás pude entender los secretos de este arte que consisten en obtener que se nos otorgue, sin merecerlo, dinero, honores y prebendas; de tal modo que ignoro si este arte es fácil o es difícil”. (La Gaceta, 26 de diciembre de 1959, Núm. 16.960).

Zepeda Durón hizo dinero. Muchísimo dinero. Practicó la usura, con tal éxito que al morir, era dueño de la mitad de Comayagüela. Otro sacó provecho de su fortuna. Su yerno, nicaragüense, convirtió el capital inmobiliario en capital circulante. Incursionó en todo, hasta en los negocios fúnebres. Hoy duerme su último sueño en el cementerio para las clases altas que fundó en Tegucigalpa. Era hombre de buen talante. “Y galán el jodido”, como dijo Ernesto Cardenal, refiriéndose a Anastasio Somoza Debayle.

Volviendo al principio, la 1ª. Avenida de Comayagüela, nadie la llamó nunca “Francisco J. Mejía”; ni siquiera en las notas oficiales. En cambio, Luis Andrés Zúñiga si sirve de referencia: “Ahí por donde vive el poeta”, decía la gente al dar direcciones. En 1998, el huracán “Mitch”, no tuvo piedad con la Primera Avenida; destruyó casi todas sus casas, la del autor de “Los Conspiradores”, incluida; y la de las dos academias esenciales en nuestra cultura: La “Academia Hondureña de la Lengua” y la “Academia Hondureña de Geografía e Historia”. Con todo, como el “ave fénix” la Primera Avenida, poco a poco, resurge de sus cenizas.

Aún hay tiempo que a la Primera Avenida de Comayagüela se le otorgue el nombre de Luis Andrés Zúñiga.

Tegucigalpa, 31 de mayo de 2022

Fuentes consultadas:

– González, José. “Diccionario de literatos hondureños”, Editorial Guaymuras, 2ª. Edición, Tegucigalpa, 2004.
– González, José. “Diccionario Biográfico de Historiadores Hondureños”, Editorial Guaymuras, 1ª. Edición, Tegucigalpa, 2005.
– Castro S., Catarino, “Honduras en la Primera Centuria”, Comisión Nacional del Bicentenario, Tegucigalpa, 2021.
– “Diccionario Enciclopédico U.T.E.H.A.”, Reimpresión de 1953, México (Tomos IV y VIII).
– República de Honduras, “Constitución Política y Leyes Constitutivas 1936”. Talleres Tipo-Litográficos “Ariston”, Tegucigalpa, D.C., Honduras, 1949.
– “La Gaceta”, Diario Oficial de la República de Honduras, Núm. 16.960.

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