El día en que Caruso casi llega a Lima y Honduras

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6 de enero de 2023
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El día en que Caruso casi llega a Lima y Honduras

Por: Jorge Raffo*

En 1920, faltando un año para las celebraciones del centenario de la independencia, ocurre una situación particular en la historia de la cultura de la capital del Perú. Por primera vez se presentan dos compañías de ópera consecutivamente (la de Bracale y la de Salvati), por lo que se producen seis meses ininterrumpidos de canto lírico. A este hecho, se sucede también la inauguración del Teatro Forero y la representación de la ópera nacional “Ollanta” de José María Valle Riestra. Si bien ambas temporadas fueron exitosas, los diarios y revistas de la época se ocuparon de la casi llegada de Caruso a Lima afirmando, unos, que vendría con la compañía Bracale, y otros, con la de Salvati (Wolkowicz, 2020).

La tradición de ópera en el Perú es notoria, la primera compañía local se formó en 1812 cuando todavía era Virreinato. “De las continuas migraciones de músicos italianos alrededor de Latinoamérica, algunos se establecieron en Lima y crearon compañías de ópera locales, como por ejemplo la de Andrés Bolognesi, o posteriores a la Independencia del Perú, como la creada en 1834 en la que participaban los cantantes Luisa Achieroni y Domingo Pissoni” (Arróspide, 1944, citado por Wolkowicz, 2020). El músico italiano Carlo Enrico Pasta compone una ópera de temática “peruana” titulada “Atahualpa”, acerca del encuentro entre los españoles y el último emperador Inca en tiempos de la Conquista, primero estrenada en Génova en 1875 y luego en Lima en 1877. No es de extrañar que, al arribar el siglo XX, la preferencia del público limeño sea a favor de las compañías de lírica italianas.

La compañía Bracale aparece por primera vez en la oferta cultural peruana en 1918 -en 1916 se había presentado en Honduras con la ópera “Aída”- con la soprano María Barrientos y el tenor español Hipólito Lázaro en el teatro Forero, local al que convierte en su base de operaciones y desde el que organiza una extensa gira por Latinoamérica. La compañía Salvati, asentada en Santiago de Chile, visita a Lima a finales del mismo año utilizando el Teatro Municipal. Como un artilugio de marketing, Giuseppe Mariani, agente de Bracale, y Gilberto Casali Giacobazzi, representante de Salvati, se las ingenian para crear una presunta rivalidad que la prensa alienta y recoge con entusiasmo. El resultado fue el lleno total de cada teatro durante los tres meses que duraban las presentaciones.

Sin embargo, desde 1915, ambas compañías insistían ante Caruso para traerlo en una gira que comprendía, entre otros países, al Perú y Honduras. Salvati toma la delantera logrando un primer contrato en 1916 para que cante en Chile, pero el tenor no se anima a cruzar los Andes. Desde 1919, Bracale arrecia con nuevas ofertas ante Caruso al que conocía desde 1910 cuando lo contrató para una gira por Egipto. En 1920, Bracale logra llevar al tenor a Cuba con el compromiso de extender la gira hacia Centroamérica y Lima, pero un inesperado robo de joyas del que fue víctima la esposa de Caruso trunca el proyecto.

Las consecuencias del no de Caruso fueron casi catastróficas para Bracale. Carlos Moreno, responsable de la gira en Centroamérica y Honduras tuvo que devolver los adelantos recibidos por las presentaciones ahora canceladas. Bracale, si bien consiguió a famosas personalidades de la lírica como la mezzosoprano Gabriella Besanzoni y el barítono Riccardo Stracciari, se vio obligado a bajar los precios de las entradas y, según la prensa cultural, regalaba una veintena de ellas cada noche. Revistas como “Amauta” de José Carlos Mariátegui, “Mundial” con la columna de Gavroche (seudónimo de Ángel Origii, anarquista) y “Hogar”, recogieron con humor y algo de sátira los hechos. Por su parte, Salvati se concentra en presentar “Louise”, “Il trittico” y “Parsifal” (Revista Mundial nro. 3, mayo 1920) con artistas de fama continental, aunque sin ser celebridades. Sin embargo, Bracale recupera terreno en las preferencias del público al poner en escena la ópera peruana “Ollanta” que fue un éxito dada la corriente indigenista
imperante en ese momento. Ello le valió una subvención gubernamental peruana para que, en las celebraciones del centenario de independencia en julio de 1921, trajese a los célebres Tito Schipa, tenor, y Rosina Storchio, soprano.

Terminadas las presentaciones de la temporada de 1920, la compañía de Leopoldo Bracale enrumbó hacia Cuba con el ofrecimiento de presentarse en Honduras con la mitad del elenco, mientras que la de Antonio Salvati se volvió a Chile para presentarse después en Buenos Aires (Revista Mundial No. 37, enero 1921). En el trayecto, Bracale se detuvo en Colombia para realizar la temporada de 1921 mientras se afinaban detalles logísticos con los teatros centroamericanos pero la desilusión causada por la negativa de Caruso enfrió el recuerdo de 1916 por lo que Moreno solo pudo conseguir una corta temporada en San Pedro Sula.

Aunque, afirma Wolkowicz (2020), finalmente el gran Caruso no cantara, Bracale y Salvati fueron un capítulo medular en la historia del “bel canto” en Lima de principios del siglo pasado, como también en gran parte de Centroamérica.

*Embajador del Perú en Honduras.

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