NO les decimos que el atractivo de muchos en el colectivo son las citas coloquiales que sueltan Winston y el Sisimite en sus conversaciones y las curiosidades. Y así parecido a este mensaje llegaron otros: “Reales, peso, tostón, “daimes”… faltó chichunte”. “Chichunte: moneda de 5 centavos de lempira”. Lo aprendí de un amigo sampedrano, cuando le pregunto, ¿cómo te va? Me contesta: Aquí mi amigo, “chichunteando”. Un amigo abogado –suponemos de los que sabe si se ocupa o no ratificación del acta para dar un decreto legislativo por aprobado– manda el siguiente mensaje: En los pueblos más bien se refería que a las rockolas o jukebox les cayó el 20 o “dime” pero es más interesante el dicho santabarbarense “le falta un 20 para el peso”. Una amiga abogada: “Buen día, mi presidente, otra vez quedamos como venados encandilados porque no sé qué es un búfalo”. “Pero asumo que se refiere a “pisto”, como decía mi abuelita Celinda que nunca estudió, pero nadie la estafaba con los vueltos”.
(Para mayor ilustración tomamos esta explicación de un sitio de referencias: “El Tostón es el nombre que recibieron las monedas de plata españolas acuñadas en el siglo XVI y utilizadas en las colonias americanas”. “En Honduras –siglos más tarde– se acuñaron monedas de plata de 50 centavos y la gente les llamó “Tostones” en alusión a la moneda de previa circulación”. “Con la presencia de las compañías bananeras –a principios del siglo XX– en la costa norte, se hizo común la circulación de monedas estadounidenses”. “Con la creación del Lempira como moneda nacional se acuñaron monedas de diferentes denominaciones. Las personas acostumbradas a las monedas estadounidenses nombraron a las nuevas con términos asociados a ellas”: “El Daime”, hondureñismo por “Dime” o moneda de 10 centavos, fue el nombre que le dieron a la moneda hondureña de 20 centavos. “Igual con la moneda hondureña de 10 centavos que era de color plateado, relacionándola con la de 5 centavos estadounidense que en la parte posterior tenía un búfalo”). Otra amiga abogada: “Yo “lampareada” por sus escritos, siempre aprendemos”. Otro amigo: “Venados “luciados” decía un tirador de aquí por Villanueva”. “Difícil cazarlo porque tras el encandilamiento anterior sonó un disparo que por suerte esquivó”. “Ojalá fuéramos así las personas”. “Somos crédulas y siempre caemos en la misma trampa”. “Cada cuatro años hay más venados encandilados, adictos a la luz del foco que en lugar de correrse se le acercan, con la esperanza aquella que esa es la famosa luz al final del túnel”. “‘Lamparosos’ son los que tiran verdes para recoger maduras”.
Un fundador del colectivo: “Sobre el Sisimite y Winston cada día tienen un mayor rol en la narrativa editorial”. “Todavía a inicios de este año sus comentarios eran finales para retomar secuencia en el siguiente editorial”. “Hoy se ven más dinámicos y participativos en cualquier orden de la estructura editorial; sus participaciones y diálogos están más vigentes”. “Creo, presidente, que darles mayor protagonismo y sus curiosas conversaciones de estilo único hace que vayamos sintiendo más gusto por las historias cargadas de conocimiento e ironía de estos extraordinarios personajes”. Una amiga abogada manda una foto vieja en blanco y negro de grupos de niños leyendo, sentados en distintas mesas de una librería –libros apiñados sobre el tablero– con la siguiente inscripción: “Ir hasta la biblioteca, pedir el libro, buscar el tema, resumir y estudiar; no nos dimos cuenta de lo importante que fue”. (Por viejo, no por diablo –inicia Winston– ¿sabías de los “chichuntes”? -Claro, moneda de cinco centavos de lempira -pero agregá este otro que se les olvido poner en la lista: “los pirujos”, así le decían a las monedas de un centavo. -De esos, poco se ve ahora. -Pero te hizo falta uno –interrumpe Winston– “los desplumados”, referido a los lempiras por la devaluación).
