¨Todo poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente¨

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30 de julio de 2023
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12:35 am
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¨Todo poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente¨

Arq. Óscar Cárcamo Vindel
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La célebre frase acuñada por el historiador y teólogo del siglo XIX catedrático de la Universidad de Cambridge, Lord Edward Acton, nos describe sabiamente y en pocas palabras la escencia de la naturaleza humana. Y en verdad que la historia nos certifica esta realidad de manera irrebalitble, al momento que observamos a lo largo de la cronología humana, los exesos y atropellos ejecutados por el absolutismo de los imperios, monarquías y hasta el mismísimo clero.

Ciertamente que la prerrogativa de beneficiarse del acceso al poder, indudablemente impacta la saludable esencia de cualquier ser humano, no en vano reza el viejo proverbio que ¨si quieres conocer a alguien dale dinero y poder¨. Como describe el teólogo Lord Acton, la inherencia de la naturaleza humana es en verdad pecaminosa, y tiende a corromperse cuando retiene acceso a las facultades que las esferas del usufructo del poder y el dinero comisionan. De alguna manera, podemos resumir el hecho, que el ejercicio del poder tiene la extendida capacidad de alterar la ecuanimidad del carácter del individuo o grupo de personas que lo usufructúan, trastocando la lozana autoestima, en un delirio de autosuficiencia y omnipotencia por sobre los demás ciudadanos subordinados a su resuelta autoridad.

Cuando los individuos apoltronados en la cresta de la supremacía del poder, sucumben al espejismo alucinante del autoritarismo, sustentado en la preeminencia del dominio del alto mando de administaciones gubernamentales, se tiende a perder el panorama de la realidad circundante, y se puede sucumbir en la trampa de la autopercepción de llegar a ser un encendido caudillo. La hegemonía del poder tiene la facultad de afectar el cerebro del caudillo, cuando inflama peligrosamente el sistema nervioso de copiosa serotinina, que funciona como una poderosa droga biológica, que invariablemente predispone a disfrutar la necesidad del sometimiendo del poder, como una pecaminosa adicción.

Dicha condición patológica que invade perniciosamente la psique de un gobernante y sus coloboradores, puede inocularlos con el vicio de la megalomanía, que induce a la necesidad de las exigencias del aplauso de los vasallos, la iluminación de las cámaras y de ser el centro persistente de los titulares de los medios, y en otra dirección, conminarlos al terrible sufrimiento, que la idea de prescindir algún día del manejo del poder, les atormente como si se tratase de la dependencia una poderosa droga.

En tal sentido, la sustantividad de nuestra actualidad republicana sostenida en la democracia, se ha visto en decidido peligro por el hecho de la desbordada codicia del poder de los gobernantes. Basta el procurar resumir las más recientes efemérides del expresidente Hernández, al momento que logró articular bajo su toda poderosa autoridad, la totalidad de los poderes de la nación, alcanzando de esta manera la extraordinaria oportunidad de poder relizar sin ningún tipo de impedimento el bienestar para el país, y por el contrario, como todos sabemos que en conclusión, sucumbió ante el autoritarismo y la iniquidad.

Por tal razón, la extendida predisposición que manifiesta la sociedad actual hacia este tema en particular, que obliga a inquietarse de alguna manera, por la vigente incidencia de la nueva administración de esquematizar el nepotismo, como si se tratase del diseño de un modelo de pecaminosa autocracia. El asunto en cuestión, en realidad origina el tener que levantar banderines rojos de alarma, al observar la mofa con cierta extremo de frivolidad sobre este tema, en presentaciones públicas por las autoridades que detentan actualmente el poder. La precisa lectura de estas acciones, nos deja entrever, que al momento que la autoridad establecida, presume con resuelto atrevimiento la facultad de transgredir la ley, es simplemente un suceso turbador a las expectativas de lo que podemos aguardar de su ejercicio en otros menesteres de relevancia para la nación.

La pregunta obligada será entonces: ¿Qué hacen los pueblos ante la presumible indefensión de las autoridades que nos gobiernan tendientes a la autocracia? La respuesta, se encuentra contenida en la manera que fue conformado el diseño estructural de la democracia, que se establece de una vigorosa forma, de poder generar los invaluables pesos y contrapesos entre los diferentes mandos de una determinada administración, y de este modo evitar los abusos y excesos que origina el absolutismo del poder. En tal dirección, la obligación de los ciudadanos de establecer con el voto, la razón que prevalezca el saludable equilibrio y correspondencia entre los diferentes poderes, constriñendo a la virtuosa necesidad del favorable consenso entre las dispares ideologías políticas, contenidas en un determinado Congreso Nacional.

Para tal fin, es imprescindible mucha madurez política y un pueblo resueltamente educado, que no sucumba al fanatismo irracional de los colores partidiarios, y por el contrario se fundamente en un profundo y reflexivo análisis de la oferta política del momento. Lamentablemente, estamos conformados por una nación con un muy limitado nivel de educación, y en apariencia este asunto, no es materia de interés para las múltiples adminitraciones estatales.

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