LAS ESPINAS DE LAS ROSAS Y LOS VUELOS DE LA ABEJA

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10 de marzo de 2024
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12:31 am
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LAS ESPINAS DE LAS ROSAS Y LOS VUELOS DE LA ABEJA

Juan Ramón Martínez

Hay cosas, inicialmente incomprensibles. O por lo menos, discordantes entre su naturaleza y sus resultados. Dos ejemplos: la conformación anatómica de la abeja y el vuelo que, en principio, por el volumen, el tamaño de las alas y la disposición del conjunto, es imposible que vuele; pero, sin embargo, lo hace y con maravillosa agilidad, dándole a la naturaleza, con su actividad un servicio sin el cual, el mundo -especialmente la flora y la vida humana- serían imposibles. Y el otro que, el interés egoísta del inversionista, industrial o comerciante, que le mueven a la búsqueda de la utilidad personal, de sus socios o familiares, termine, posiblemente sin buscarlo, con resultados que mejoran el beneficio colectivo, en la medida en que dan empleo, mueven a otros proveedores a seguir su ejemplo y por la vía de los impuestos, alimentan y sostienen la actividad pública orientada tanto a la creación de infraestructura colectiva, financiando instituciones encargadas de la seguridad común, la impartición de la justicia, la convivencia con otras sociedades y la atención en salud, educación y entretenimiento para la colectividad nacional. Igual que la abeja que por su conformación estructural no debe volar; pero lo hace, tampoco la iniciativa particular, que alimenta el egoísmo individual, que busca lo propio termina por producir beneficios a la colectividad, generando en forma abundante y creciente, beneficios colectivos. Estamos seguros que la abeja, no lo sabe; y sin embargo, vuela y trabaja, cumplimento tareas que nadie más que ella, puede hacer. De igual forma, la mayoría de la sociedad no sabe que los empresarios, individualistas, villanos en algunos momentos de la historia, al final, han terminado creando riqueza, en forma tal que muchos de ellos ya no les interesa en lo individual, sino exclusivamente, seguir como la abeja, volando y volando, produciendo para experimentar el placer del gozo de hacerlo, retando las leyes físicas y poniendo en vilo las consideraciones morales.

Los dos dilemas, son tarea de la biología y la física en el caso de la abeja; y, de la economía y la moral, en lo referido a los capitalistas que, persiguiendo la ganancia, al final, producen beneficios que permiten, hasta ahora, el mejor camino para sacar de la pobreza a la población del planeta. Al principio, el hombre le temió a la abeja. Después aprovechó sus mieles, ahuyentándola. Después, seguro que su presencia representaba laboriosidad, la usó como símbolo de trabajo para al final, caer en la cuenta que la abeja, sin la flor, no es nada; y que solo de su mecánica voluntad de buscar los néctares entre ellas, corriendo peligros frente a la espina rencorosa de algunas flores, empezó a caer en la cuenta que, en esta relación contradictoria, había un mensaje que aprovechar.

En los orígenes de la vida humana, no hubo espacio para el individualismo. Nadie podía sobrevivir solo, centrado en la búsqueda de lo suyo. Era una traición contra la existencia del grupo. Se imponía la cooperación y la comunidad de bienes. Solo apareció tiempo después el intercambio, vía el trueque o la invención de la moneda. Aceptándose la competencia como forma de relación en el interior del grupo. Por ello es que la cooperación es la más antigua forma creativa de la humanidad; y, la que en, el fondo, ha permitido la creación de riqueza y, además, la separación de los que, por sus méritos, debían ser motivadores, rosas sin espinas; o aguijones morales, líderes y conductores. Especialmente cuando la experiencia confirmó dos cosas fundamentales: que con la invención de la agricultura no se podía ir de un lado para otro; y que era imposible manejar como grupos que vagan en el campo, a poblaciones mayores de cien individuos. Esto, último provocó, la especialización, la competencia, la acumulación. Y la propiedad privada. El sistema de valores iniciales se puso en peligro. Hubo que modificarlos, buscando una transacción entre lo que era el bien de todos y la libertad de cada uno para lograr lo suyo, dentro de una comunidad de bienes y valores culturales compartidos. Concluyéndose que, la única fórmula era entendiendo que no todos podían volar, que, en la suma de la riqueza lograda individualmente, residía la riqueza de la sociedad y la nación. (José Cecilio del Valle).

Años, antes había nacido la economía que, desde John Smith, explicó la fórmula de buscar individualmente lo propio y la regla moral de tales acciones, que buscaron desde el principio, reglamentar la existencia de lo común, haciendo que el individuo que inicialmente, no debía trabajar para todos, dedicado a la búsqueda de lo suyo, terminara siendo la fuente de la riqueza de la colectividad. El individualismo, el liberalismo y el capitalismo, se opusieron a las tesis colectivistas. El socialismo y la economía planificada y centralizada, compitieron para demostrar quien hacia las cosas mejores. El fracaso de la URSS en 1991, confirmó que, en las distancias largas, el capitalismo era superior. Y que, no era cosa de cual modelo era bueno o era malo, sino que, cuál era el mejor preparado dar resultados. Colocando primero la libertad y después, buscando la igualdad. Y que, como la abeja, volaba y producía riqueza y bienestar a las mayorías, sin que ese fuese el primer objetivo del individualista consagrado a la búsqueda de la riqueza, esta era deseable y justificada. Por ello lo que al principio era ideología e incluso moral primaria, puritana y elemental, se volvió una exigencia práctica. Al grado que el final, se ha concluido en algunas coincidencias: unificar y centralizar, según los casos individuales, los mandos políticos; pero dejar que el individuo, como la abeja, vuele entre las flores y produzca miel y riquezas. Los chinos que son los últimos que han llegado a la cosecha humana, han logrado a tientas hasta ahora; y, sin resultados concluyentes, unir el centralismo político y el individualismo económico con algún éxito que, sin ser definitivo, permite por lo menos demostrar que el centralismo total, no tiene aplicación real porque impide que la abeja vuele y que el ser humano, sea pleno en el ejercicio de su voluntad, determinando lo que él quiera ser en el interior de la colectividad humana.

A las flores no las hemos olvidado. Ellas son la metáfora de las sociedades políticamente organizadas que, –cada una con sus fulgores, aromas y sonidos–, atraen a las abejas o las rechazan. Hay países uniformes que, llenos de rosas, invitan a las abejas a reinar sobre sus cielos. Atraen desde más distantes lejanías, con sus aromas definitivas, el entusiasmo de la abeja que, desde fuera, busca y escoge. Otros, tiene floresta múltiples y contradictorias, atractivas en mayoría; o, difusas en minoría. Y en fin otras que, parecen desiertos, con la riqueza enterrada, sin flores que atraigan y sin virtudes que animen a la laboriosidad de la abeja, para instalarse en sus espacios físicos. O con gobernantes, rabiosos e irracionales, interesados en el dominio; y que, no quieren que las abejas lleguen a sus dominios, creyendo que pueden, desde el gobierno, producir riqueza y la polinización de sus operaciones, animar la libertad y el individualismo de sus ciudadanos. Por ello, las mejores abejas van a los campos más florecidos y donde hay menos depredadores. Otras corren riesgos y se atreven, buscando nichos de florecidos espacios en los que, establecen el curso de sus vuelos. En fin, hay las que creen que es un reto, para las valientes, ir donde las cosas parecen peores; y en las que casi nadie quiere llegar. Porque los que van, son convertidos en villanos, rechazados e incluso excluidos. Calumniados algunas veces. Y hasta despojados de sus resultados.

Lo difícil es que, no siempre sabemos que es lo que atrae a la abeja; y que, el ignorarlo la flor, se echa mano al sentimentalismo, usando argumentos caritativos; o implorando la obligación inexistente de la abeja. Recurriendo a los artificios de las mujeres feas que se quieren volver atractivas con vestidos, fulgores, olores y colores artificiales. O discursos altisonantes. El problema estaría resuelto si supiera la flor que es lo que atrae a la abeja. Pero se pasa por alto que la espina no atrae; que espanta y hace huir a la abeja.
Honduras, la flor que nos ocupa, tiene virtudes, muchas de las cuales no conoce e imagina siquiera. Esta poco interesada en conocerse y valorarse. La negatividad la embriaga. Los capitanes de industria del pasado colonial: Laso, Zelaya, Aycinena, Gamero, Valle, Herrera, Garay, Verde, Gardela, Fiallos, Bustillo, Bueso; y del período republicano: Travieso, Zelaya, Soto, Agurcia, Velásquez, Valentine, Folgar, Fasquelle, Sempe, Callejas, Midence, Gamero, Sevilla, Zemurray, Kattán, Vaccaro, Larach, D’Antoni, Gabrie, Toledo, Bueso, Laffite, Lozano, Roy, Lardizábal, Barjum, Quinchon León, Vinelli, Galeano, Siercke, Posas, Munguía, Chahin, López, Canahuaty Rosenthal, Bográn, Panting, Reina, Santos, Flores, Cabrera, Placencia, Nasser, Chahín, Goldstein, Williams, Salinas, Yusan, Azcona, Nufio, Babun, Lobo, Pujol, Facussé, Bendeck, Hasbum, Lacayo, Ferrari, Villeda, Kafaty, Kafie, Maduro, Rivera, Atala, Villeda, Amdani. Así como los miles de emigrantes que llegaron, orientados por los olores de la rosa hondureña, animados por su deseo por encontrar la miel entre la floresta, no han tenido tiempo para contarnos porqué fueron atraídos, permitiendo que las abejas; hayan trabajado sobre la flor de Honduras, buscando lo suyo y dándonos la contribución singular para el bien de todos. No es su obligación explicarnos porqué han venido a nuestra floresta. Solo uno de ellos, ha escrito un libro. Y el otro, construyó una escuela que, no ha terminado por hacer sentir que la abeja que la creo se animó por las virtudes que tiene la rosa hondureña, por encima de las espinas que muchos cultivan con malvadas intenciones. La lectura de “World Opportunity” de Yusuf Andani, puede ayudar a entender cuáles son las virtudes de la floresta hondureña. Los olores y sabores que atraen a los que buscan correr riesgos en la aventura por lograr resultados y coleccionar mieles con la que disputan en los mercados con sus competidores. Pasando por alto las espinas que en forma de Rixi Moncada, Marlon Ochoa, y Milton Benites, hacen ruido, dispersan malos olores, emiten flatulencias verbales, epidemias y parásitos, sembrando vientos y atrayendo tempestades, provocando humos e incendios para ahuyentar a las abejas. Algunas de estas, pese a todo, en vez de creerles, ven más adentro y descubren virtudes en Honduras que los hondureños no se imaginan siquiera. Y que les hace creer que pueden bregar con los malos olores y quedarse con las esencias melifluas de la rosa de Honduras. Y se quedan, buscando mieles y sin quererlo –uno nunca sabe- ayudan a mejorar la calidad de vida de los hondureños. Porque lo que hay en Honduras, es más producto de la acción individual o grupal de los particulares que del gobierno. Nosotros los sabemos. Los gobernantes no quieren que lo repitamos.

Tegucigalpa, Honduras octubre 21 del 2023

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