¿A LA PREGUNTA?

ZV
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18 de marzo de 2024
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12:07 am
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¿A LA PREGUNTA?

(PIDEN del colectivo repetir la lectura del domingo): Aun cuando claramente estamos comenzando el equinoccio de primavera y la hipotética alegría que tal fenómeno concita, con el resurgimiento de las flores de múltiples tonalidades y el reverdecimiento de las plantas de los bosques subsistentes, la verdad es que también percibimos los aires cuaresmales que debieran conducirnos a la meditación en todas las esferas posibles, por tradición religiosa, pero sobre todo por deberes éticos. Dentro de la perspectiva cultural debemos reconocer que la tradición cuaresmal se encuentra interiorizada en el espíritu de una mayoría relativa de los habitantes del mundo occidental, y de una parte del oriental (en Asia Menor), incluso en diferentes confesiones religiosas, especialmente en el cristianismo católico, anglicano y ortodoxo. Esto a pesar del ateísmo y de las campañas frívolas en contra de los valores ancestrales, en tanto que también es la época en que comienzan los consabidos incendios forestales provocados, las excursiones masivas a las playas, el consumismo extremo y otras veleidades.

Sin ignorar todo lo antes mencionado, esta es, además, una época propicia a la introspección individual y, de ser posible, colectiva. Varios poetas, filósofos y teólogos han escrito sus mejores obras en semanas cuaresmales, sobre todo en la zona tórrida, ya sea pensando en la vida, obra y pasión trascendental del Galileo, o bajo el sonsonete de las primeras cigarras y chiquirines cuyos cantos son amortiguados con las respectivas lecturas de buenos libros, que alimentan la meditación y los aislamientos edificantes. Las introspecciones cuaresmales vuelven posibles todas aquellas cavilaciones positivas que conducen a los hombres y mujeres de los diversos estratos sociales, a suspirar por un mundo superior, cargado de realismo, solidaridad y fraternidad humanas, con refuerzos históricos, religiosos, arqueológicos y místicos. Este es el momento sugerible para la autocrítica silenciosa, o abierta, de aquellos que, con miradas abarcadoras, saben sincerarse respecto de las grandezas, traumas y miserias humanas, auto iluminándose en una ruta de verdadera reconciliación humana. Porque con los rencores insalvables de cualquier tipo, es imposible construir, reconstruir y resguardar la conciliación entre los hombres y mujeres que debieran buscar, afanosamente, el fin supremo del bien común y la felicidad colectiva. Los amorosos, como el Rabino de Galilea, Mahatma Gandhi y Madre Teresa de Calcuta, son recordados positivamente por siempre. Mientras que los rencorosos insalvables suelen quedar confinados en las esquinas más polvorientas de los museos inquisitoriales. Claro. Esto semeja una larga utopía en una época recargada de millones de chismes, difamaciones, mentiras y posverdades exageradas, que circulan todos los días en las redes sociales, en tanto que poquísimas personas anhelan profundizar en los temas estructurales y coyunturales de un país, de una nación o de un hemisferio.

Nadie está interesado en escuchar con respeto y ecuanimidad a nadie. Por regla general quedamos sumergidos en nuestros pequeños horizontes locales e inmediatos, sin alzar la mirada hacia estructuras negativas y positivas, a veces subyacentes, que podrían poseer alcance universal. A pesar de todos los reveses predecibles o inesperados, las infraternidades y los decaimientos económicos y educativos de países periféricos como Honduras, estamos convencidos que tarde o temprano, después de las introspecciones y sinceramientos respectivos, crearemos condiciones en las cuales se levante la auténtica bandera de la “Esperanza” y de la prosperidad de todos los pobladores de las sociedades atrasadas o de “desarrollo medio” como la nuestra. Sabemos, con conocimiento histórico de primera mano, que otras naciones han esperado varios siglos hasta salir de los pantanos en que se han encontrado atascadas. (Propicia la lectura –entra el Sisimite– de inicio de semana y ya en el umbral de las festividades sagradas. -Bueno iniciar desde ahora –asiente Winston– si durante toda esa semana de piadosa meditación una buena parte de la feligresía –disfrutando del sol panza arriba, o bronceándose panza abajo– a lo que menos dedica el tiempo es al motivo superior. -Pero otros no –interrumpe el Sisimite– si bien la vida licenciosa ha ido erosionando la superficie de sólidas creencias, la fe siempre perdura, imperturbable al correr de los siglos. -Eso es cierto –asiente Winston– a la pregunta sobre la existencia de Dios –que el editorialista de niño hizo a su padre– supe que esta fue la respuesta que le dieron: “Es más feliz la persona que tiene fe, que los que no tienen”).

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