Las esperanzas no llenan, pero mantienen

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19 de marzo de 2024
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12:31 am
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Las esperanzas no llenan, pero mantienen

Wilfredo Díaz Arrazola

“La esperanza es lo último que se pierde” decían nuestros padres y abuelos del área rural. Es como una forma de utopía cuando se trata de lograr algo que supera el horizonte temporal de quien hace caminos andando, aunque no llegue a la meta anhelada. Pero sus seguidores continuarán abriendo más caminos hasta lograr el sueño del primer caminante y labrador. Siempre será mejor andar y hacer caminos en forma colectiva y con fidelidad.
La esperanza es por tanto “una actitud o un estado de ánimo realista y optimista”. La creencia de que un cambio positivo es posible, trabajando duro y constante para lograrlo.

Esta misma esperanza se mantiene a la hora de participar en los procesos electorales para lograr un cambio de gobierno, que no de régimen, ya que en nuestro patio generalmente se elige a la misma mica, pero en otra rama del árbol todavía frondoso de la Res pública.

Luego entonces, nuestra esperanza debería ser lograr un cambio de régimen, es decir un cambio en las instituciones, las políticas y leyes que sostienen al sistema gubernamental actual, que ha concentrado el poder en una clase política retrógrada, mediante una rara y eficaz alianza entre una monopólica e influyente minoría empresarial nacional, y un caciquismo taimado de extracción rural.

Esta alianza ha negociado y ejecutado una fórmula de control del Estado hondureño, mediante un gobierno presidencialista que ha roto el equilibrio teórico y la independencia entre los tres poderes que debe prevalecer en un régimen republicano y democrático. Esta real forma de gobernar favorece la concentración de riqueza y poder en una elite político-empresarial alejada cada vez más de los sagrados intereses de nuestra nación hondureña, protegiendo oscuros intereses de grupos de poder abusivos, en contubernio con intereses supranacionales hegemónicos.

Para asegurar un cambio real y positivo para toda la nación es imperativo organizar una nueva clase dirigente, integrada por personas de una trayectoria de trabajo honrado y vida ciudadana honesta, auténtica y alineada, además, con los intereses de las mayorías. No es trabajo de un solo hombre o mujer, tampoco de una masa amorfa electoral manipulable.

Se requiere una revolución de las conciencias, basada en la organización, capacitación y formación política masiva de los ciudadanos, que los promueva, mezcle y amalgame en pos de un proyecto nacional que procure el bien común, y que neutralice toda posibilidad de engaño y manipulación por cualquier medio lícito o ilícito.

La manipulación del elector inmerso en una cultura conformista y permisiva hace que éste al votar siga eligiendo a sus verdugos, ame a sus enemigos y odie a sus pares. Todavía existe el potencial de duelos a machete en el medio rural y urbano ruralizado (por mucho migrante rural) entre militantes de partidos adversos; y hasta entre los mismos partidarios por diferencias en las elecciones internas primarias para elegir al candidato oficial.
La sabiduría popular siempre afirma que los líderes políticos contendientes comen en el mismo plato, pero en la práctica electoral el votante no se hace cargo de esta afirmación en su propio provecho, ya que desconoce su poder, debido a su constante alienación.

El pueblo adormecido, aun unido, será inexorablemente vencido en sus propios intereses: Despertemos y elijamos conscientemente, conociendo a fondo a nuestros candidatos.

Ingeniero Agrónomo

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