Contracorriente: Modernización de los partidos

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22 de marzo de 2024
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12:03 am
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Contracorriente: Modernización de los partidos

Por: Juan Ramón Martínez

No hay democracia sin partidos. O con partido único que, torna imposible la operación de la oposición. Porque es inevitable que, frente al partido en el gobierno, funcione, a pleno vapor, un partido de oposición que vigile, cuestiona y que, esté listo a sustituir al gubernamental, después que este pierda el favor del electorado. Por ello es que, en la encrucijada actual, sea urgente e impostergable la tarea de perfeccionar los partidos que tenemos y, de consiguiente, facilitar la emergencia de dinámicos partidos encabezados por nuevos; o, viejos liderazgos.

Lo que hay dejar claro es que, de acuerdo a la Constitución – el pacto que nos orienta en tiempos de calma o entre los vientos huracanados actuales—los únicos partidos que necesitamos son los democráticos. Tan es así que, está vigente la prohibición de partidos totalitarios; e, incluso, en forma precisa se rechaza, los internacionalistas, que sean encubridores de doctrina marxistas. La disposición está vigente y se le debe dar cumplimiento o derogarla, después del examen consiguiente. Lo decimos porque un diputado insolvente en cuanto a conocimientos, en esta época de exaltación de la mediocridad, ha propuesto que se despoja de su personalidad jurídica a los partidos que se juzguen enemigos del gobernante; o, de su extensa familia. Pero la justificación jurídica de una medida de tal naturaleza, solo apunta a la supresión del Partido Libertad y Refundación lo que, dejaría huérfano al gobierno de un partido que le dé el necesario respaldo que se necesita para el ejercicio del mandato democrático. Porque si hay partido que por su naturaleza totalitaria amenaza la existencia de Honduras, es PLR. Su incompetencia, además, compromete su existencia.

Por lo que, es cierto que, como todo el país hay que reforzar el sistema de partidos democráticos para asegurar las libertades ciudadanas, garantizar la participación cívica y facilitar el ejercicio de los agentes económicos, necesario para el bienestar del pueblo hondureño. Es obvio que, la democracia, solo puede fortalecerse, mediante la operación de partidos democráticos. De allí que el PLR, solo deja de ser un peligro para la democracia, cuando deja de ser en lo interno, un partido antidemocrático. Actualmente es el único partido que no tiene una estructura de base, una organización departamental; o, regional y una dirección nacional, elegida por sus militantes. Porque hay decirlo de entrada, los partidos hasta ahora, no han sido del pueblo, sino que, de los caudillos, de sus fundadores; o, de los que los “financian”. Por ello es que los narcotraficantes, utilizando la vía del PN, PL y PLR, cooptaron las estructuras del gobierno y aprovechando las lagunas de la corrupción, usaron las facilidades públicas para su beneficio particular. En el pasado, lo hicieron los grupos españoles, los ganaderos, los mineros, los bananeros y últimamente, los más amargados entre nosotros que para justificarse, se han inventado superioridades falsas y contradictorias con el discurso democrático.

En esta vía, hay devolverle la dirección de los partidos a las bases. Hasta 1982, el Partido Liberal era el partido más democrático, porque era dirigido por sus bases. Desde entonces, Rodas Alvarado y sus seguidores, en nombre de glorias olvidadas, le quitaron el poder al Consejo Local y desde allí, incluso despojaron a los ciudadanos del control de los órganos electorales, en tanto en cuanto, la mesa electoral fue disminuida; y suprimido su poder para efectuar el conteo de los votos. Y como eco de tal patada totalitaria, se han centralizado los órganos electorales, con lo que el riesgo del fraude, apoyado por las tecnologías modernas, se ha acentuado.

Es evidente que, si queremos salvar a Honduras, hay que evitar que las fallas institucionales se fosilicen, por lo que es urgente y necesario modernizar los partidos, devolviendo su control, a sus bases; para que sea desde abajo, de donde provengan las fuerzas y los impulsos para facilitar el desarrollo nacional. Una vez logrado esto, los órganos electorales no pueden estar en manos de caudillos o influyentes selectores que, lo que hacen es como lo hicieron los “cachiros”, y los “lobos”: usar el poder para hacerle daño a Honduras.

Los caudillos, –de Lepaguare, Bajo Aguan; o, Santa Bárbara–, están opuestos a los cambios propuestos. Inevitables para enfrentar los desajustes que nos amenazan. Reaccionan histéricos, creyendo que asustarán a los críticos. Y no lo lograrán, porque ellos no son superiores a la voluntad popular.

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