LETRAS LIBERTARIAS: Alto a la promoción de la violencia

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23 de marzo de 2024
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12:03 am
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LETRAS LIBERTARIAS: Alto a la promoción de la violencia

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

El asesinato cometido por un idiota que no soportó que le rozaran su auto y se bajó a asesinar a un ciudadano honrado, encendió las alarmas de la comunidad nacional, al grado que ahora todos se preguntan de dónde ha salido tanto psicópata, y qué se puede hacer para atemperar esta avalancha desenfrenada que se acentúa con el pasar de los días.

La alta incidencia de asesinatos que nos coloca en las primeras posiciones del ranking de los países más violentos del mundo tiene su origen en dos fuentes principales: el estímulo promocionado por el ambiente social y en desarreglos de la personalidad de muchos asesinos en potencia que, a pesar de llevar una vida normal, llega el día que encuentran el canal de salida a las tensiones de la psique. Solo necesitan de un detonante social para ejecutar la barbarie.

Ambos fenómenos no son independientes, sino complementarios y, en todo caso, existen circunstancias que las alimentan, que las estimulan, hasta convertirse en un fenómeno sociológico que pone en precario los mecanismos que alimentan el respeto por las reglas, por un lado, y, consecuentemente, el equilibrio social del sistema, por el otro. Es exactamente lo que ocurre en nuestro país,

Las motivaciones del carácter violento son múltiples y la verdad del acto de exterminio es solo una: la del asesino, cuando lo hace a título personal, y la tribal cuando los asesinatos adquieren una connotación colectiva que justifica la guerra y la malquerencia, en nombre de una ideología como el fascismo que se ha puesto de moda nuevamente. Sobre este último, Theodor Adorno tiene todo un tratado que debería ser leído por académicos y políticos.

Es decir, los asesinatos individuales son penalizados por los sistemas sociales, mientras el genocidio es estimulado “en nombre de la patria”, y hasta pasa a la historia ponderando el heroísmo de un pueblo y la infamia del otro. Ironías del ser humano: a su retorno a casa los asesinos son elevados a la categoría de héroes, pero si cometen asesinato en su comunidad son sentenciados a muerte por los mismos que lo obligaron a matar de manera legítima.

Por otro lado, la exacerbación del odio en la política y el choque de opiniones que generan las redes sociales, una megatendencia a nivel global, se ha convertido en el caldo de cultivo de miles de asesinos de apariencia normal, que deambulan en oficinas, negocios, hogares e instituciones del Estado, con una personalidad alterada, de tal forma que sus deseos e impulsos emocionales no encuentran una salida que mantenga equilibrada la psique, como sucede en las personas “normales”. Hasta que asesinan a alguien.

La normalidad, según Adorno, apelando a Freud, no es otra cosa que la consciencia operando sobre cada situación de tensión en la que se mueven valores provenientes de una sólida educación formal e informal que ha calado en la estructura de la personalidad del individuo como para definir lo que es conveniente o no. De ahí que no todos somos asesinos en potencia.

Muchos han salido con recetas para paliar esta oleada -desde la nutrición hasta el yoga-, cuando, en realidad, necesitamos hacer un alto en la promoción del odio nacional, mejorar los controles institucionales -que nunca serán suficientes mientras prevalezca la pobreza y el bandidaje-, y fomentar una sociedad de concordia en la que los medios de comunicación y el mismísimo Estado jueguen un papel de primer orden.

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