Actitudes frente al futuro

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24 de marzo de 2024
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Actitudes frente al futuro

fragmentos de “Zero to One”, Peter Thiel y Blake Masters, 2014
Traducción libre por Lorenza Durón

“Zero to One, notas sobre emprendimiento o cómo construir el futuro” expone cuatro conceptos sobre nuestras actitudes hacia el futuro.
El pesimismo indefinido refleja una visión fatalista del futuro, donde las cosas podrían empeorar sin una clara dirección hacia la mejora. China crece porque copia lo que ha funcionado en occidente y quema carbón para tratar de alcanzar las crecientes necesidades de la población.
El pesimismo definido, sugiere que el futuro está predestinado y que cualquier esfuerzo por cambiarlo es fútil. Europa cedió ante la deriva burocrática no dirigida, el banco central improvisa y los europeos reaccionan a las adversidades de un declive inevitable, catastrófico o gradual. Administrando la escasez.
El optimismo indefinido implica una confianza ciega en que las cosas eventualmente mejorarán, aunque sin una comprensión clara de cómo o cuándo sucederá. El optimismo indefinido ha convencido a nuestros mejores y más brillantes ciudadanos que eviten perder su tiempo en construir el futuro y que trabajen optimizando el presente. ¿Qué sucede en la práctica cuando pensamos así? El emprendimiento, la ingeniería y el arte son reemplazados por los financistas, abogados y consultores.
El optimismo definido se caracteriza por la creencia en la capacidad de influir en el futuro mediante acciones específicas y planificadas.

“Zero to One” destaca la importancia de adoptar un enfoque de optimismo definido para lograr avances significativos en la creación de un futuro mejor.

Optimismo indefinido

Después de una breve fase pesimista en la década de 1970, el optimismo indefinido ha dominado el pensamiento estadounidense desde 1982, cuando comenzó un largo mercado alcista y las finanzas eclipsaron a la ingeniería como forma de abordar el futuro. Para un optimista indefinido, el futuro será mejor, pero no sabe exactamente cómo, por lo que no hará ningún plan específico. Espera sacar provecho del futuro, pero no ve ningún motivo para diseñarlo de forma concreta. En lugar de trabajar durante años para crear un nuevo producto, los optimistas indefinidos reconfiguran los productos ya inventados. Los banqueros ganan dinero reorganizando las estructuras de capital de empresas ya existentes. Los abogados resuelven disputas sobre cosas viejas o ayudan a otras personas a estructurar sus asuntos. Y los inversores de capital privado y los consultores de gestión no inician nuevos negocios; exprimen una mayor eficiencia de los antiguos con incesantes optimizaciones de procedimientos. No sorprende que todos estos campos atraigan a un número desproporcionado de personas con alto rendimiento y competencias académicas, formadas en las mejores universidades, capaces de mantener muchas opciones abiertas para ir a por ellas; ¿una carrera élite, orientada a procesos y que promete “mantener las opciones abiertas” es la recompensa más apropiada a dos décadas de construcción de currículums? Los padres de los recién graduados a menudo los animan en ese camino ya establecido.

La extraña historia del Baby Boom produjo una generación de optimistas indefinidos tan acostumbrados al progreso sin esfuerzo que se sienten con derecho a ello. Ya sea que hayas nacido en 1945, 1950 o 1955, las cosas mejoraron cada año durante los primeros 18 años de tu vida, y tu no tuviste nada que ver en ello. El avance tecnológico parecía acelerarse automáticamente, por lo que los “boomers” crecieron con grandes expectativas, pero pocos planes específicos sobre cómo cumplirlas. Luego, cuando el progreso tecnológico se estancó en la década de 1970, la creciente desigualdad de ingresos vino al rescate de la élite de los boomers. Cada año de edad adulta seguía mejorando para los ricos y exitosos. El resto de su generación quedó atrás, pero los boomers ricos que hoy forman a la opinión pública ven pocas razones para cuestionar su ingenuo optimismo. Dado que sus carreras profesionales funcionaron, no pueden imaginar que no funcionarán también para sus hijos.

Cuando los Baby Boomers crecen y escriben libros para explicar por qué uno u otro individuo es exitoso, señalan hacia el poder del contexto de un individuo en particular, mismo que es determinado por el azar. Pero pasan por alto el contexto social aún más amplio para sus explicaciones preferidas: toda una generación aprendió desde la infancia a sobreestimar el poder del azar y subestimar la importancia de la planificación.

Finanzas indefinidas

Un futuro definidamente optimista necesita ingenieros para diseñar ciudades submarinas y asentamientos en el espacio, un futuro indefinidamente optimista exige más banqueros y abogados. Las finanzas son la epítome del pensamiento indefinido porque es la única forma de ganar dinero cuando no se tiene idea de cómo crear riqueza. Si no van a la facultad de derecho, los brillantes graduados universitarios se dirigen a Wall Street precisamente porque no tienen un plan real para sus carreras. Y una vez que llegan a Goldman, descubren que incluso dentro de las finanzas todo es indefinido.

Siempre se es optimista (no estaría jugando en los mercados si esperase perder), pero el principio fundamental es que el mercado es aleatorio; no se puede saber nada específico o sustancial; la diversificación se vuelve sumamente importante. La indefinición de las finanzas puede resultar extraña. Pensemos en lo que sucede cuando los empresarios exitosos venden su empresa. ¿Qué hacen con el dinero?

En un mundo financiarizado, la cosa se desarrolla así:
• Los fundadores no saben qué hacer, así que dan el dinero a un banco grande.
• Los banqueros no saben qué hacer, por lo que diversifican distribuyendo en dinero entre una cartera de inversores institucionales.
• Los inversores institucionales no saben qué hacer con su capital administrado, por lo que diversifican y acumulan una cartera de acciones.
• Las empresas intentan aumentar el precio de sus acciones generando flujos de caja libres.

Si lo logran, emiten dividendos o recompran acciones y el ciclo se repite. Pero ninguno dentro de esta cadena en ningún momento sabe qué hacer con el dinero en la economía real.

Y es que, en un mundo indefinido, la gente en realidad prefiere opciones ilimitadas; el dinero es más valioso que cualquier cosa que se pueda hacer con él. Sólo en un futuro definido, el dinero será un medio para un fin, no el fin en sí mismo.

 

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