TEODORO DE JESÚS AMADOR MORGA: 100 AÑOS DE VIDA FECUNDA

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7 de abril de 2024
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12:28 am
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TEODORO DE JESÚS AMADOR MORGA: 100 AÑOS DE VIDA FECUNDA

Teodoro de Jesús Amador Morga.

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
Email: [email protected]

DANLÍ, El Paraíso. “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni en silla de escarnecedores de ha sentado”. Hombres de este temple llegan a los 100 años con la firmeza del roble al que los vientos solo mueven las hojas pero jamás sus raíces.

Aplicable a la vida centenaria de Teodoro de Jesús Amador Morga, cuyos padres fueron Rafael Morga y Marcela Cruz Amador, “soy más hijo de mamá porque ella entre la pobreza de la época me crio y me enseñó el camino de la vida, mi papá nos abandonó, pero el amor de una madre supera cualquier problema y aquí estoy con energía tras vivir estos 100 años”, comenta con mucha lucidez.

Brindando con parte de la familia durante la celebración del centenario.

La edad adulta es ese tiempo de la vida del hombre que media entre la juventud y la ancianidad. La edad adulta es la madurez del hombre. Cuando uno alcanza su grado máximo en todo. Las dos épocas anteriores son de formación. El hombre adulto ya es lo que va a ser. Es la edad de la responsabilidad plena, y en todos los sentidos. Don Teodoro superó estas etapas, llegó hasta hoy a los 100 años en plenitud de vida. Desde su niñez se fijó la meta de la vida, ser adulto en primer lugar para desempeñar plenamente la misión que Dios le entregó.

Depositó su niñez en el cofre de los recuerdos; la juventud es la flor que empieza a marchitarse y se preparó para la edad adulta en la cual cristalizó todos sus sueños. Fue para este venerable señor, la época de las reflexiones hondas, de los planes formales y de las decisiones trascendentales. En todas esas decisiones la más importante son las buenas relaciones con Dios.

100 años, no como la canción que pasaron con gran indiferencia.

Quiza el término de ancianidad para muchos es el clímax de la existencia. Sin embargo, para don Teodoro no es el final ni el agotamiento de la vida espiritual, al contrario, es una reserva de riquezas y experiencias, de capacidades para captar lo esencial e importante para nuestras vidas. Hemos sido creados a la imagen de Dios. Por lo tanto, debemos favorecer esta maravillosa etapa de la vida con una familia unida mirando siempre la gracia de Dios. La edad de este hombre, aporta la luz de la verdad para sondear la plena dimensión espiritual y moral.

Durante la entrevista, observé que cada expresión transmitía seguridad y una mente con agilidad única al recordar cada etapa de su vida, y lo mejor, sin amarguras porque la vida le enseñó que para triunfar había que fijarse metas propias. En la vida de este venerable señor, no hay lloriqueos por su vejez, no abriga resentimientos, sino el gozo de contar con una familia y amigos que constituyen la fortaleza diaria de su vida.

Con sus hijos Edwin Orlando y Francis Amador Mejía.

Dice que no fue a la escuela porque no existían y las que había no era para los pobres. “Pero mi mayor riqueza y conocimiento los adquirí en la escuela de la vida. Ya en la adolescencia los muchachos éramos llamados para realizar el dia de plaza, entrenamiento militar a cargo de un coronel Zavala, debíamos estar preparados en el ejercicio patriótico. La juventud de aquella época se desarrolló bajo normas de disciplina que a todos ayudó para la vida misma”.

Sus relatos son como las películas sin anuncios, lo que hace más emotiva la conversación. “Cuando tenía 12 años, mi papá al verme grande me llevó a trabajar, con él aprendí a valorar la agricultura y la ganadería. Comencé a ahorrar, siempre quise ser independiente. En casa donde trabajaba conocí a la joven Elvira de Jesús Mejía, nos enamoramos, yo tenía 23 años y ella 21. La boda fue todo un acontecimiento, llegamos a la alcaldía para el matrimonio civil en una carreta tirada por bueyes.

En compañía de los bisnietos

De esta unión surgió una gran famlia que son mi orgullo. Comencé una nueva vida y sin temores afronté el futuro trabajando arduamente, como ve; no tengo las mismas energías pero todavía no me vencen los años porque tengo alguien que me da fortaleza, fe y esperanza, acepté al Señor. Dios me dio la vida, me ha dado todo. El que no sigue a Dios está perdido, muere en tinieblas y yo, sé cuál es el camino, la verdad y la vida.

Teodoro de Jesús Amador Morga es un triunfador que ha vivido de acuerdo a sus propios principios, que lidero su vida y aun en esta edad, persigue sus objetivos dejando de lado el guion de la vida que otros han escrito para ella. Probablemente muchos piensen que un triunfador es aquella persona que ha cosechado muchos éxitos y logros en su vida. Su mayor logro lo basa en la unidad de la familia en el amor. Su filosofía, no ver el largo recorrido como una carga sino como la mejor de las experiencias.

El resultado de la unión: hombre y mujer, una familia numerosa.

Nació el 1 de abril de 1924. Procreo 10 hijos con su esposa Elvira; Adrián de Jesús, Abelina del Carmen, José Lino, Gricelda Gregoria, Adán Francisco, Daniel Hernán, Humberto de Jesús Martha Rosa, Damaris Jamileth, Francis Suyapa y Edwin Orlando. Del segundo matrimonio Kenya Supapa y Teodoro Alberto, en total 5 mujeres y 7 varones. 58 nietos, 56 bisnietos y 7 tataranietos.

Su estilo de vida, se levanta a las 5 de la mañana, hace el café, se baña solo, sale al patio sin bordón para pasar revista a las gallinas. Para este hombre, no son 100 años de soledad, sino de trabajo, ejemplo y la alegría de vivirlos con gozo y satisfacciones.

Tras cumplir los 100 años levanta la mano y su corazón victorioso.
En compañía de César Ayestas.
Durante la entrevista en su casa en El Arenal.
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