La bahía de Fonseca: una relación entre el pasado y el presente

MA/14 de February de 2020/10:20 a. m.

Por Fredis Mateo Aguilar Herrera

Según William Wells 1857, las costas adyacentes a la bahía de Fonseca prestan facilidades para el cultivo de una infinidad de productos de todos los climas, desde los cereales del norte hasta el cacao, la caña de azúcar y el añil de los trópicos. Las repúblicas que rodean la bahía de Fonseca integran también uno de los distritos mineros más rico del mundo. Continúa diciendo, en la isla del Tigre con frecuencia se matan venados y otros animales. Para constatar dicha aseveración se hizo acompañar de pobladores que realizaban práctica de caza. Dice, al volverme hacia un matorral, como a veinte yardas de distancia, mis ojos se encontraron con los de una preciosa venada, que erguida nos contemplaba con sorpresa.

Los venados de la isla del Tigre, parecidos a los de tierra firme, son de la especie pequeña de los corzos. En el interior del país se les ve en manada, son tantos que en algunas regiones los trabajadores que prestan sus servicios bajo el especial convenio con el propietario de la hacienda que la comida debe ser carne de res y no de venado. Relata, que después de una hora de andar, rodeamos la falda espesamente arbolada del volcán y salimos a un espacio abierto alfombrado por la hierba y de muchas lianas bajas.

Continúa diciendo, cuando llegamos a la playa me llamaron la atención muchos hoyos en la arena que al ser examinados resultaron ser nidos de tortuga, pero no se comían en la isla. Expresa, en nuestra marcha fuimos perseguidos por urracas. En las montañas de la isla del Tigre pueden verse guacamayas, los loros de diferentes variedades, la oropéndola, la garza azul, palomas, sinsonte y el ruiseñor. El suelo de los llanos de la isla del Tigre, lo describe como fértil, capaz de proveer de sustento a miles de habitantes. Pueden verse los bosques abandonados y sin dueño: la uva silvestre, la papaya, la lima, el mamey, el mango, las palmeras de muchas variedades, el guapinol, la caoba, el ron ron y otros más. Ni una centésima parte de tierra arable de la isla se hallaba cultivada.

Durante esta visita a Amapala, el termómetro no te indicaba más de 99 grados Fahrenheit convertidos a Celsius son 37 grados; en la sombra y temprano de la mañana bajaba a 78 grados (25.5 grados Celsius). La temperatura media durante el día era de 92 grados (33 grados Celsius).

Estos datos de más 150 años nos refleja que hemos perdido muchos de los cultivos tradicionales propios de la región, asimismo se encuentran extinguidos o en proceso de extinción mucha de la vegetación de sabana y de avifauna producto de la explotación no sostenible de los recursos naturales. Esta transformación negativa del paisaje natural ha traído consecuentemente otros efectos como: menor precipitación pluvial, lo que genera menor capacidad de producción, más erosión de suelos por falta de capa vegetal, mayores temperaturas tanto terrestre como en los océanos, lo que incrementa la posibilidad de las tormentas tropicales y huracanes, que se convierten en una amenaza recurrente en la temporada lluviosa.

La influencia negativa del hombre sobre la naturaleza ha interferido en su desarrollo y expansión de la misma, por lo que sus efectos se han revertido sobre la humanidad, pasando hacer la región del Pacífico sumamente pobre, muy destrozada, más sequedad, altas temperaras, más desérticas y mayor escasez, conformando una región de mayores extremos, después de ser en un pasado una región exuberante en sus recursos naturales y de gran flujo económico y comercial.