Silencio

ZV/24 de October de 2020/12:04 a.m.

Por: José Víctor Agüero Aguilar

Las personas necesitan tiempo a solas, para reencontrarse consigo mismo, en buscar la paz interior, en ponerse a cuentas con el Hijo de Dios, en redireccionar su enfoque de vida y descargar todas sus cargas, temores, angustias y ansiedades, en Jesucristo, una saludable práctica que todos necesitamos.

Vivimos tiempos turbulentos que caracterizan a una sociedad enferma de odio, ira, rencor, venganza, violencia extrema, una degradación de valores, que mantiene a las personas presas de la angustia, soledad y la desesperación, al no encontrar un norte que dirija su vida, por un sendero más seguro que contribuya a tener mayor paz y esperanza.

Es tal la agitación en que vivimos que al interior de los hogares, apenas hay cruces de palabras entre cónyuges e hijos, convirtiendo la escena familiar en algo monótono y rutinario, cada quien viviendo su propio mundo, una práctica nociva que si no se revierte traerá consecuencias funestas.

Los afanes de la vida cotidiana están literalmente acabando con la vida de las personas, las deudas económicas, la falta de empleo, las enfermedades, los divorcios, la violencia física y emocional y la depresión, no hacen más que evidenciar la turbulencia en que vive la sociedad actual.

El tiempo se nos va. Los años avanzan, envejecemos, las fuerzas flaquean, un fiel reflejo de lo frágil y vulnerable que es el ser humano. Ante este escenario las personas precisan de apartar tiempo, para reflexionar y corregir ciertas actitudes que no han estado bien en su vida familiar, personal, espiritual y laboral y esto solo se logra en la intimidad, en el silencio de la madrugada.

Las presiones de la vida desgastan física y emocionalmente a las personas, se requiere de estabilidad y armonía para mantenerse a flote, muchos sucumben a los embates del diario vivir, tomando decisiones fatales, una realidad cada vez más frecuente, en jóvenes y adultos, que no fueron capaces de enfrentar con determinación, las pruebas que la vida nos plantea a todos.

Medite por un instante cuál es su rutina diaria desde que se levanta hasta que anochece, no me cabe la menor duda que su agenda de actividades está ocupada, indistintamente de su posición económica y social, la agitación en que se vive hoy en día, cobra matices alarmantes, cuando vemos a hombres y mujeres hundirse en la angustia y la ansiedad.

Frente a esta realidad perturbadora es necesario que cada persona, aparte mínimamente unos treinta minutos de su tiempo, para que en el silencio del amanecer, libre del ruido de los vehículos, máquinas y el bombardeo de publicidad, cada sujeto busque con sinceridad y determinación, el consejo bíblico de la palabra infalible de Dios.

Si es en el silencio del nuevo día donde se libran las grandes batallas espirituales, afectivas y emocionales, de cada individuo, se trata de romper fortalezas, cadenas, ataduras y yugos de opresión, que esclavizan a las personas, volviéndolas vulnerables ante los embates del enemigo y esto solo se logra cuando las personas dejan a un lado su egocentrismo, orgullo y vanidad, postrándose ente la presencia del Hijo de Dios.

Con esta actitud de sencillez y humildad, se está logrando el primer paso para llevar una vida con propósito, si anhela escuchar la voz y dirección de Jesucristo, hay un requisito fundamental a cumplir es la oración, un espacio idóneo donde podemos descansar y confiar en las promesas divinas y descargar todos aquellos residuos contaminantes, que enferman nuestro cuerpo, espíritu y alma, acción que solo se puede concretar en el silencio del amanecer.