Conflictos y deseos en las urnas de marzo

ZV/26 de February de 2021/12:05 a.m.

Por: Óscar Armando Valladares

Entre menos días quedan para la comparecencia electoral interna, más incierto resulta conjeturar lo que de la misma resultará en interés del pueblo hondureño, un interés siempre esperado y frustráneo casi siempre. Definida como vital -según el cristal de cada partido y de cada movimiento en competencia-, la cita ciudadana del 14 de marzo tiene más visos de erosión política orgánica que de un saludable ejercicio democrático, especialmente en las banderías consideradas como opositoras, que ofertan siete corrientes en suma, frente a dos del partido gobernante. Desgranemos la mazorca.

Con tres precandidaturas, el liberalismo busca emerger cuantitativamente del incómodo lugar en que le dejó baldado la última elección; sin embargo, la adhesión de un sector influyente al golpe y los beneficios de 2009, el llevar en las papeletas la efigie de políticos asociados a cuestiones dolosas o el creer que una alianza con Nasralla podría ser el recurso salvador, no pronostican buena cosecha para Luis, Darío y Yani en términos de investidura presidencial, a solas o sin consensos partidarios confiables.

En las entrañas de Libre, los grupos que postulan a Reina, Méndez y Ávila opuestos a Xiomara Castro y al liderazgo de Manuel Zelaya (en búsqueda -corean- de cambios y propuestas creíbles), probablemente no alcanzarán sus pretensiones por insuficiente liderato de los tres aspirantes, con lo que no es descartable que alguno de ellos intente formar membresía aparte, inconforme con la veracidad de las urnas, a semejanza de la Nueva Ruta. Estimo personalmente que debieron promover primero -y con certeza ganar- cargos parlamentarios en el último candidateo de la dama olanchana, e impulsar desde sus curules legítimas y sazonadas ambiciones políticas, en lugar de arriesgar la incidencia de Libertad y Refundación en los idus del mes entrante.

Separada por golosos reacomodos, la cúpula nacionalista -autora de doce años tumultuosos- se aferra al logro de un cuarto período sin cambiar un ápice lo “dicho y hecho” por JOH, con lo que es viable pensar que gane Papi o gane Oliva -pasados los menudos zipizapes- vendrá por fuerza la bendita paz, pues hay que dar la pelea con tal de que el partido mantenga el control del Estado, no sea que el perderlo redunde en la perdición de sus notorias testas coronadas… más temprano que después.

Contrasta y llama la atención cómo ventilan sus asuntos, tanto los opositores cuanto el bando gobiernista. Mientras los primeros acostumbran llevar sus diferencias y acusaciones a los foros y noticiarios auditivos y visuales en comparecencias desmotivantes, quienes se adjudican a mucho orgullo el mote de cachurecos cuidan estratégicamente descalificarse a sí mismos. Y es que acaso exhibirse en público, ¿significa oxigenar la política y adecentar comportamientos que se consideran inapropiados? Francamente, no; antes bien, ello es expeditar servicios gratuitos que el poder utiliza para sus fines divisionistas.

No basta entonces, que los movimientos descarguen su artillería en contra de la “dictadura” -la misma que jura y perjura que ahora “se vive mejor”-, cuando parejamente descuidan por ambición irreprimible elementales recatos de disciplina partidaria, y dan pábulo de paso a la creencia bastante extendida de que la clase política pertenece en conjunto al escorial de la bajeza.

Por estas cosas y demás, ¿qué esperar del carnaval eleccionario de marzo, en que miles de hombres y mujeres participan como aspirantes a diputados, miembros de alcaldías, etc., en tres partidos y nueve corrientes? Conatos de fraude -como adelanta Rixi Moncada-. Frustraciones abundantes. Empleo millonario para el transporte y compra de votantes en los campamentos de la estrella solitaria y así inflar urnas para demostrar pujanza. Indiciados afanados en ganar a “como sea”. Electores que, a pesar de todo, mantienen en alto la esperanza de sortear las maniobras marrulleras y evitar -el domingo 14- que en las elecciones de noviembre se repitan las debacles de 2013 y 2017. Porque han sufrido toda clase de vejámenes, están conscientes de algo: por quienes no hay que sufragar.

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