El cubano Ernesto Taillacq fue una persona humilde, sencilla, un atleta consagrado en su país natal en la disciplina del Judo y que llegó a Honduras a mediados de los años noventas con la misión de agrandar el historial de este deporte en el país y lo consiguió porque a pesar de su enfermedad del azúcar que le privó de mayor movilidad, batalló y trabajó hasta el último día de su vida que una trombosis le cegó la vida.
Nos ha dejado de la vida terrenal una persona extraordinaria por el trato a los semejantes, ocurrente, respetuoso, pero a la vez bromista, parte de sus atributos y satisfacciones que dejó el maestro Taillacq, quien esta tarde abandonó su vida terrenal en su país adoptivo, Honduras.