Nosotros, los culpables

ZV/25 de March de 2022/12:03 a.m.

CONTRACORRIENTE
Por: Juan Ramón Martínez

La noche que Sabillón engrilló a JOH, interrumpió la soberanía nacional. La Corte Suprema, el aparato de seguridad, la Fiscalía General de la República, el Congreso Nacional, el Tribunal Superior de Cuentas, el sistema electoral, el modelo educativo, la producción de ideas y la prensa como medio para divulgar las percepciones de la realidad, fueron rebasados por las autoridades de los Estados Unidos, sustituyendo definitivamente la soberanía hondureña, destruyendo el lenguaje litúrgico y convirtiendo en hilacha, por una confiable y respetable élite antinacional, la dignidad nacional. Se impuso la autoridad de los fiscales, de los jueces y el encono de representantes, senadores y políticos y esbozados funcionarios de la DEA estadounidense, que nos asumieron como un territorio suyo. Terminó nuestra soberanía, destruida por la incompetencia e irresponsabilidad. Y se confirmó que la República era imposible, por carencia de élites comprometidas con un proyecto nacional, capaz de diferenciar los objetivos de Estados Unidos y los de Honduras; puntos de coincidencia, espacios para distraer y lagunas para que, las élites nativas, bajo la complacencia de la nación norteña, hicieran negocios y pusieran al país, al servicio de sus intereses. Nos queda entonces, jugar a repartirnos la administración, perdonarnos unos con otros, convertir en héroes a nuestros correligionarios y volver, como ocurrió en 1933, al ejercicio de la venganza inaugurada por Carías que, 10 años antes, había dejado de ser liberal, para convertirse en su verdugo. De modo que, si hay dos períodos similares, son, 1923 en que Carías rechazó ser liberal, y se dedicó a perseguir liberales, para conseguir el respaldo de los Estados Unidos que durante dieciséis años, lo tuviera como gendarme de los liberales para eliminarlos, dominarlos y controlarlos y establecer la paz inútil que solo sirvió a los Estados Unidos. Y 2012, cuando Zelaya fundó Libre.

Era previsible. En 200 años no hemos construido instituciones independientes, respetables e intocables. No hemos constituido un Congreso como expresión de la soberanía popular. La Corte Suprema de Justicia, siempre ha estado al servicio de los partidos y el aparato seguridad, bajo la dirección de los gobernantes, que desde que suprimimos la autonomía militar, ha encontrado en el visto bueno de los Estados Unidos, el rumbo de su “legitimidad”. Y que, los han usado, para el logro de sus intereses, especialmente en el trasiego de droga para sus necesidades, misma que al ser respaldada por el gobierno, ha permitido espacios de corrupción en la que, algunos se pasaron de inteligentes, como ocurriera con el compatriota extraditable.

Carentes de élites, no hemos tenido nunca, sino que, en forma difusa, un proyecto de nación. Incultas y selváticas, han cultivado más la fuerza y la selva, entregándose a la violencia, al clientelismo, bajo el visto bueno de Estados Unidos, fuente “legitimadora” de sus acciones. Puestos a su servicio. Por ello es que las élites creyeron a los gobernantes gringos que afirmaron que, la lucha en contra del narcotráfico iba bien; que los nuestros cumplían sus tareas de subordinados, cuando ellos sabían que robaban, como lo hicieron los cobradores reales durante la colonia española; pero los dejaron hacerlo, hasta que el último, creyó ser más listo que ellos. Y montó un imperio en que la entrega de nuestras instituciones, fue legitimada por el silencio que solo al fin de su mandato, rompieron los de la DEA y lo pidieron en extradición, para castigarlo; ejemplarizando que somos incompetentes, incluso para engañarlos.

La educación no nos hace ciudadanos. No pudimos controlar nuestras instituciones republicanas, más obedientes a Washington. Hace muchos años entendieron que, era allí donde residía “la madre del cordero”. Por ello, aquí somos electores y no ciudadanos. Y ahora, entre el amor a la patria y el compromiso de defendernos, preferimos el empleo, la chamba insustancial, porque las fuerzas económicas, no han creado estructuras económicas evitando que los partidos políticos, sean los empleadores.

Y al final, la prensa -relacionista de gobernantes, policías y militares- en que los medios son gratis, sostenidos por anuncios gubernamentales, niegan la verdad, esconden la instrumentalización de los gobernantes sobre las instituciones. Hacen coro a la alianza con Estados Unidos y las bandas de caudillos que, en partidos políticos, echan suertes sobre las vestiduras de la República imposible. Y ladinos, algunas veces los engañan. Ahora, infantilmente, celebramos lo ocurrido; olvidando que, todos somos culpables.