Por: Juan Ramón Martínez
Nunca había visto a un embajador de Honduras, tan contenta y orgullosa como Beatriz Valle, mientras observa al Canciller Reina, firmando el documento correspondiente. Y no creo que la felicidad sea solo por el nombramiento, porque el cargo ya lo ejerció anteriormente; incluso, en el mismo país. Más bien, supongo que su alegría – expresado en su bello rostro—es provocada por el logro de una expectativa que consideraba difícil: conseguir la aprobación de su nombramiento por la Presidente Xiomara Castro. Porque ella encabezó, en enero del año recién pasado, una férrea oposición a que Luis Redondo y sus seguidores, fueran nombrados miembros de la Junta Directiva del Congreso Nacional. Beatriz Valle, fue la voz más fuerte, el tono más agresivo para que Jorge Cálix ocupara el cargo. Incluso con más pasión que éste, más pachorrudo, indígena y dispuesto a asumir sumisamente los golpes del poder. Beatriz Valle, en cambio tiene según la felicidad del rostro, en que muestra el paso de líder opositora, de mujer ofendida y denigrada en su momento — incluso a costa de su honor de mujer y ciudadana— la impronta de triunfadora. De la mujer que se ha salido con la suya; y, ha derrotado incluso al mismo Manuel Zelaya, con el cual desde hace muchos años comprometió su fuerza, su tranquilidad y su imaginación, en la brega política por la búsqueda del poder.
Ella había declarado, en el peor momento de su confrontación contra la voluntad de Xiomara Castro y su marido Manuel Zelaya, que le habían declarado traidora al partido Libre, su deseo de irse del país. “Hay que irse de Honduras. No tenemos ningún futuro. Hace tiempo que dejamos de ser un país y ya se murió toda la esperanza que podíamos tener. Es doloroso ver que las propuestas de campaña que apoyé eran puras mentiras”. Hablaba, entonces, con el rostro indignado, ante la agresión verbal de sus compañeros de Libre, que incluso hicieron afirmaciones e insinuaciones que pusieron en la picota publica su condición de mujer. Los hondureños entonces vimos a una mujer herida; pero enhiesta y valiente, con el rostro contraído; pero con la palabra firme, para defender su honor. La mayoría de la opinión pública se volvió en favor de la mujer ofendida. Y ello, Beatriz Valle lo valoró; y, lo usó, para darle fuerza a su lucha rebelde en contra del poder establecido de su partido, convertido en gobierno. Ahora, parece que después de una dura lucha y un periodo de silencio, ha logrado un pacto que le permite dejar la oposición y consagrarse humildemente a servir en el exterior los intereses de Honduras. Y lo que es más duro: representar un gobierno que ella cuestionó en forma apasionada, hace muy poco tiempo.
Hace algunos años los gobiernos acostumbraban deshacerse de sus opositores mandándolos a cargos en el exterior. Los gobiernos militares, hicieron del exterior un espacio para exiliar a los oficiales desafectos. El último caso que recordamos es el de Armando Velásquez Cerrato que, acreditado como embajador de Honduras en Italia, cargo que nunca desempeñó porque no tuvo la disciplina de cumplir la fecha que le habían dado las autoridades italianas para que presentara sus cartas credenciales. En el caso que nos ocupa, no creemos que Beatriz Valle haya sido exiliada por medio de su nombramiento. Más bien creemos que, tal cosa es fruto de una intensa negociación en que las partes enfrentadas, han logrado establecer acuerdos. Y en el que, Beatriz Valle es la triunfadora. Sus expresión alegre y emocionada, confirma que ella, deja el bloque opositor, rinde sus posturas cuestionadoras; y, consigue que la readmitan en el interior de un gobierno que la había colocado en mal predicamento. Queda, eso sí, un mal sabor entre sus correligionarios que le siguieron en su lucha valiente en favor del respeto a la ley y los compañeros de lucha, a los cuales, aparentemente, les ha dado la espalda.
En el resto de los hondureños, hay un doble sentimiento. Satisfacción por el triunfo aparente de Beatriz Valle y, confirmación que ha sido coherente en el sentido que aquí “no se puede vivir”. Pero, además, el sentimiento amargo que ella haya logrado irse; pero respaldada por el presupuesto, mientras el resto, no contamos con la protección presupuestaria como ella, para conseguirlo.
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