La tragedia del 34, huella dolorosa dejada por lluvias en historia de Ocotepeque

ZV/8 de June de 2023/03:00 a. m.

ANTIGUA OCOTEPEQUE, Ocotepeque. A lo largo del siglo XX, las tragedias dejaron huellas imperecederas en nuestro país, ya que los fenómenos naturales irrumpieron en la vida nacional con graves consecuencias.

Dolorosos recuerdos son las lluvias que destruyeron el puente Mallol, en Tegucigalpa, a inicios del siglo pasado; la tragedia del río Marchala, en Ocotepeque, en 1934; las inundaciones del 54 en la costa norte, el huracán Fifí, en Choloma, en 1974; el huracán Mitch, en Tegucigalpa y Morolica, Choluteca, en 1998.

A estos fenómenos se suma una serie de tormentas tropicales que a lo largo de la costa Atlántica han afectado a numerosas comunidades, tanto que algunas veces han modificado el relieve, por lo que sería oportuno incluso modificar algunos mapas, sobre todo en los lugares donde desembocan los ríos más caudalosos del país.

El centro de educación básica lleva el nombre del doctor Vigilio Rodezno, donde aún se conserva su estatua.

EL RÍO MARCHALA

Cuando hemos visitado la Antigua Ocotepeque, durante la estación seca, y vemos el curso del río Marchala, pareciera una avenida de rocas insignificante e incapaz de haber generado las inundaciones que terminaron en tragedia.

Los expertos coinciden que el año 1934, en Honduras, las lluvias fueron torrenciales, aunque no existen registros fehacientes de cuantos días llovió, pero todos coinciden en que las tormentas se mantuvieron por más de ocho días seguidos, afectando el noroccidente del país.

El río Marchala, que discurre por una serie de empinadas montañas, formó una especie de dique, esto significa que represó el agua, una vez que irrumpió y la fuerza de sus caudal inundó al menos con dos metros de agua a la importante población de Ocotepeque.

Los registros de ese entonces aducen que se trataba de una población de un poco más de 4,000 habitantes, y que, en las inundaciones de la mañana del 7 de junio del 34, murieron 486 personas.

Aún en los periódicos de ese entonces consultados en la Hemeroteca Nacional, se logra ver las imágenes dantescas del impacto.

Países vecinos y los Estados Unidos se hicieron presentes con ayuda humanitaria. Hasta hace menos de 10 años, en los alrededores de la iglesia, se podían observar enormes rocas, dispersas que habían quedado como recuerdo imperecedero.

Es una lástima que a un “líder” se le ocurriera recogerlas con maquinaria pesada, ya que quizás hubiese sido un buen ejemplo para darse cuenta de la magnitud de la tragedia.

Esta vasija que data de la época de la tragedia es uno de los pocos objetos que se conservan.

IGLESIA DE SAN ANDRÉS

Al juzgar por la serie de elementos que están presentes en el interior de la iglesia, no cabe duda que sus reliquias son coloniales salvo excepciones; sus retablos y altares principales, aunque más recientes, denotan mucha calidad, algunos por cierto han sido reparados sin seguir lineamientos de profesionales.

Entre la serie de imágenes que tendrán que ser restauradas destacan un busto de un Jesús de Nazaret, la virgen de La Candelaria y un Cristo Crucificado, que se utiliza en la procesión del Santo Entierro. Esta última es una pieza de exquisita calidad, que es necesario darle la seguridad correspondiente.

El retablo principal es sencillo, reparado en muchas ocasiones, perdiendo su valor histórico, no así su importante imagen de San Rafael, ataviado de flores y trajes coloridos.

En el lateral izquierdo de esta iglesia se conservan varios camarines, ahí destacan algunas imágenes de vestir o candelero, entre ellas José, María y El Niño; la Virgen de los Dolores, la Virgen de Fátima, San Francisco de Asís y San Antonio del Monte.

Vale destacar que algunas familias locales aún siguen haciéndoles novenarios, sobre todo a estas dos últimas imágenes, rezos que casi siempre terminan en concurridos velorios. (Colaboración de José Alemán).

Hoy se conmemora un aniversario más de la tragedia del 34, que dejó más de 400 muertos por inundaciones en Antigua Ocotepeque.