ALGO QUE LEI: Las noticias falsas de Trump

ZV/29 de April de 2024/12:01 a.m.

Por: Oscar Estrada

El juicio al expresidente Donald Trump (2016-2020) ha comenzado en la corte de Nueva York, pero más que un juicio al polémico político, es un juicio a la prensa como la conocemos. Me explico: Trump no está siendo juzgado por haber mantenido una relación extramarital en 2006 con la actriz de cine para adultos Stormy Daniels, él niega ese hecho y, aunque hubiera sido un escándalo en 2016, cuando se lanzó por primera vez a la presidencia, nunca cometió un delito. A nadie importa realmente con quién mantuvo relaciones sexuales el señor Trump. Ni antes ni durante ni después de su presidencia. Se le acusa de haber falsificado documentos contables para pagar el silencio de la estrella porno. La corte busca probar que Michael Cohen, abogado y fixer de Trump en aquellos años, pagó primero de su bolsillo US$150.000 que luego fue reembolsado en varios cheques que se presentaron contablemente como gastos de representación. La figura legal desde donde lo acusan es fraude contable, un delito que tiene penas, en el peor de los casos, de 4 años de cárcel, conmutables. O sea, Trump lo más probables, es que no pise la cárcel. No por este proceso.

Pero hay algo importante que la causa contra Trump está revelando y es la relación que los políticos y demás figuras de poder tienen con la prensa. El testigo principal en la primera semana del juicio al expresidente Trump fue el rey de los tabloides David Pecker, propietario del National Enquirer. Esta semana Pecker testificó bajo juramento que tenía un acuerdo de ser los “ojos y oídos” de Trump en la campaña de 2016 e incluso antes. El National Enquirer fue esenciales para “atrapar” (comprar los derechos) y “matar” (nunca publicar) historias negativas sobre Trump.

Pecker dijo en su testimonio que conoció a Trump en los años 80 en Mar-a-Lago, el complejo turístico de estilo renacentista español que Trump adquirió en 1985. Su encuentro floreció en una amistad de décadas, que era mutuamente beneficiosa, en la que cada uno usaba al otro para su propio beneficio. Trump ayudó a Pecker a vender ejemplares de sus revistas en las cajas de los supermercados, y Pecker ayudó a Trump a elevar su perfil público, llevándolo a lanzar eventualmente su exitoso reality show, “The Apprentice”, en 2004.

“Lo que dije que haría es que publicaría o correría historias positivas sobre el Sr. Trump y publicaría historias negativas sobre sus oponentes”, testificó Pecker y presentó como evidencia los titulares del Enquirer: “DONALD TRUMP: EL HOMBRE, LA LEYENDA;” “EL HIJO SECRETO DE JFK ENDORSA A DONALD TRUMP;” “TED CRUZ AVERGONZADO POR UNA ESTRELLA PORNO;” “‘HOMBRE DE FAMILIA’ EL HIJO ILEGÍTIMO SORPRENDENTE DE MARCO RUBIO!”

Trump ha afirmado haber sido víctima constante de “noticias falsas” por parte de la prensa corporativa. El término lo usó para prácticamente cualquier reportaje que no lo halagara. Desde la evasiónn fiscal de Trump, de la que ahora lo acusan penalmente, hasta la alarmante propagación del coronavirus en octubre de 2020, todo lo descalificaba como Fake News. Irónicamente, sin embargo, parte de lo que Pecker dijo en el juicio que publicó en nombre de Trump, podría encajar perfectamente en la definiciónn de noticias falsas.

La causa contra Donald Trump arroja luz sobre un fenómeno más amplio: la manipulación de la prensa por parte de políticos para su beneficio personal. Hemos visto en los últimos años como numerosos políticos han utilizado medios de comunicación como herramientas para moldear la percepción pública, ya sea para ensalzar su imagen o denigrar a sus adversarios. Este juicio subraya el rol que juegan figuras como David Pecker y entidades como el National Enquirer que han participado activamente en este tipo de prácticas, optando por publicar historias que favorecen a ciertos individuos mientras ocultan información perjudicial de otros.

Este tipo de conducta debería servir como un recordatorio crítico para los consumidores de noticias, de cuestionar constantemente la integridad y las motivaciones detrás de las historias que leemos. Es esencial desconfiar de las narrativas que parecen desproporcionadamente negativas o positivas hacia figuras políticas, especialmente cuando estas narrativas provienen de fuentes con conexiones políticas conocidas o historiales de imparcialidad cuestionable. La prensa tiene el poder de influir significativamente en la opinión pública, y cuando esa influencia se ejerce sin un compromiso ético con la verdad, puede socavar los principios democráticos y fomentar un ambiente político tóxico. Como el que vivimos actualmente en Honduras. Por lo tanto, es fundamental que los ciudadanos permanezcamos vigilantes, cuestionemos las fuentes de información y busquemos una variedad de perspectivas para formarnos una visión más equilibrada y fundamentada del mundo político que nos rodea.