Los túmulos de la carretera de Olancho

MA/8 de May de 2024/12:37 a.m.

Wilfredo Diaz Arrazola

Los túmulos para reducir la velocidad de los vehículos sobre las carreteras pavimentadas y de tierra al interior de Olancho son un espectáculo y obstáculo deprimente y peligroso cuando se viaja por este departamento, debido al potencial de accidentes y destrucción de automóviles, y por el retraso e incomodidad en hacer los recorridos, con el consecuente mayor gasto de combustible, frenos y deterioro general de la integridad de los autos.

Viajar de noche puede ser mortal para cualquier viajero, inclusive para un desprevenido conductor originario del mismo departamento que conozca más o menos la ubicación de estos obstáculos, ya que no están marcados con pintura fosforescente.

Seguramente esta práctica tuvo su origen en un atropello, indistintamente de quien haya sido la culpa, pero que generó una respuesta extensiva consistente con la cultura machista de la mayoría de su población y que, desafortunadamente, se está propagando en otras carreteras del país, tal vez por la presencia de ciudadanos de este departamento, o debido a nuestra propensión a imitar con prontitud lo malo y fácil, como sucede con el uso de túmulos aún en calles de cortísimo recorrido de ciertos barrios y colonias de la capital.

En un reciente viaje que hice a este departamento me percaté de que ya han puesto una serie de túmulos al empezar el desvío de la carretera central hacia Olancho, tras cruzar el puente sobre el Río Dulce. Es decir, que esta “cultura” se está expandiendo también en la parte de la carretera que corresponde al departamento de Francisco Morazán.

La ubicación, mayormente antojadiza de estos obstáculos, no obedece a criterios como la presencia de escuelas, colegios u otros centros de circulación densa de personas; o de animales, aledaños a las carreteras. Solamente reflejan el desorden y la falta de autoridad para regular la disposición, en caso de que fuera necesaria, de estos túmulos, cuyo diseño, colocación, distancia y frecuencia queda al capricho de los vecinos, lo cual es un franco reflejo de nuestro subdesarrollo (podría ser hasta un indicador). Ya me imagino lo que pensarán y dirán los extranjeros que recorren estas carreteras.

Es imperativo que se nombren comisiones especiales de las secretarías de Estado con responsabilidad en el tránsito, manejo y mantenimiento de la infraestructura vial pública, para evaluar la situación de los túmulos (también llamados policías acostados) en todas las carreteras del país, para establecer las regulaciones pertinentes que más convengan a la seguridad, interés y tranquilidad de todos los hondureños que viajamos por estas vías de comunicación.

Se deben destruir con autoridad y control apropiado los túmulos que, evidentemente, sean innecesarios; así como reparar los daños que se han hecho, inclusive a las carreteras recién pavimentadas, haciendo estudios sobre las zonas que justifiquen reductores de velocidad. Algo similar debe hacerse con el SANAA cuando rompe las calles de Tegucigalpa sin preocuparse de su posterior reparación, como si se tratara de una acción intencionada de causar destrucción y perjuicio a los pobladores y al presupuesto nacional y municipal; con el agravante de que los arreglos de acueductos que debe hacer esta institución los lleva a cabo con un “montón de empleados” ineficientes o quizá supernumerarios, donde, a veces, de un total de diez para reparar una conexión de agua, dos o tres trabajan, mientras los otros son puros “mirandas” teniéndose la quijada con sus respectivas herramientas. Pareciera que para esto sirven las organizaciones sindicales, tan necesarias e importantes, pero tan desprestigiadas y poco comprometidas con el bien común.

Hasta cuando nosotros los hondureños cambiaremos esa actitud conformista e indiferente ante tanta acción destructiva de nuestra infraestructura en carreteras y ciudades. Hasta cuando exigiremos a nuestras autoridades, de forma organizada, inteligente y efectiva, el cumplimiento de sus deberes y funciones, o el castigo por su incompetencia y corrupción.

Widiar/mayo 04/2024