Por: Iliana Monzerath Licona Leiva
Estudiante de la Licenciatura de Relaciones Internacionales
UNITEC, campus Tegucigalpa.
La historia política de Honduras se ha visto marcada por distintas coyunturas críticas que incluyen dictaduras militares, golpes de Estado, fin del bipartidismo y la reelección ilegal, entre otras. Hoy en día podemos notar que tanto los partidos políticos como el Estado en sí, han sido afectados por dichos acontecimientos, siendo éstos, desde mi parecer, parte del deterioro institucional.
Los partidos políticos por su parte pretenden mostrarse como “estructuras sólidas” ante la ciudadanía, cuando internamente se desploman. El Estado nos falla a diario, tanto a nivel nacional como internacional, pero es solamente una pequeña fracción del problema que debemos plantear y de tomar consciencia.
El problema sobre el cual les escribo es que el joven es indiferente a la política y no pretende ser partícipe de la misma. Esto es en gran medida, porque hoy en día el joven hondureño tiene la incertidumbre sobre qué pensamiento adoptar, ya que los partidos políticos y el gobierno ya no poseen credibilidad.
Las razones principales radican en distintos factores políticos, sociales y culturales, debido a que la clase política y quienes presiden el Estado generan desilusión y desesperanza. Comenzando por el hecho de que los “líderes” políticos sustentan sus campañas en el típico discurso populista y decepcionante de “se va a derrocar la narcodictadura”, “vamos a impulsar el crecimiento económico” o “se va a erradicar la pobreza”.
Estamos acostumbrados a recibir promesas vacías, basadas en resolver nuestras principales necesidades en materia de derechos humanos (educación, salud, vivienda, etc.), como un señuelo para recibir nuestro voto. Otro factor clave fue la tensión y descontento generalizado vivido por la ciudadanía hondureña a causa de la polémica y los cuestionables resultados del último proceso electoral.
Sin duda alguna, es necesario identificar y analizar algunas de las causantes del preocupante desinterés por parte de los jóvenes hacía la política, en este caso, específicamente en Honduras. ¿Por qué es este un problema tan serio? Sin duda, porque la única forma por la cual las condiciones económicas, políticas y sociales de nuestro país tienen la posibilidad de cambiar, es si nosotros los jóvenes asumimos el reto.
Los jóvenes debemos querer y demandar que nuestras instituciones sean sólidas, inclusivas y transparentes, con planes a largo plazo que sean sostenibles y efectivos. La pregunta que muchos nos hacemos es ¿cómo lo vamos a hacer? Quizás la respuesta no es fácil, pero se puede empezar estableciendo un compromiso como ciudadanos.
Desde la perspectiva de algunos, puede parecer utópico, pero esta acción tan sencilla es el motivo por el cual los países donde existe un verdadero Estado de Derecho poseen los indicadores más positivos. Más allá del compromiso de someterse a la ley y respetarla, es el de aceptar la diversidad de ideas, de promover los valores democráticos y la defensa de nuestros derechos como simples y dignos seres humanos.
No está de más recordar que somos nosotros, los jóvenes, quienes podemos definir el resultado de las siguientes elecciones, somos un gran porcentaje de la población votante. Según el Registro Nacional de las Personas, en las últimas elecciones, la cifra de votantes nuevos fue de alrededor de 600,000; siendo en total aproximadamente 870,000 jóvenes.
La política es tema de todos, por lo que es tiempo de que reconozcamos que nuestro país solo puede transformarse si nuestra generación toma cartas en el asunto. Solo requiere un inmenso amor a la patria, valores, educación y la determinación de querer hacer un cambio. Que nuestras mil razones diarias para indignarnos se conviertan en mil razones para motivarnos. Jóvenes, ¡Honduras nos necesita!
Asociación de Estudiantes de Relaciones Internacionales
Comité Editorial “La Voz de la Academia”.
