“Como decíamos ayer…”

MA
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16 de junio de 2020
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12:13 am
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“Como decíamos ayer…”

“Como decíamos ayer…”, Juan Ramon Martínez

Siempre me ha gustado esta expresión, atribuida a Unamuno que, después de la guerra civil española, al regresar a clases en la Universidad de Salamanca, sencillamente levantó los ojos hacia sus jóvenes alumnos y, con toda normalidad, dijo, “como decíamos ayer”. La tentación de usarla es irresistible, porque el artículo del viernes pasado ha provocado una regular cantidad de reacciones, especialmente entre mis amigos. Raúl Pineda Alvarado, en cambio se ha llamado al silencio que, posiblemente no romperá, para ratificar que él y yo, nos movemos en órbitas distintas. Él en una planetaria y yo, humildemente, en una satelital subordinada. Cosa que no me molesta ni me inquieta, porque cada quien, vive de acuerdo a su relato. Que no tiene nada que ver con la verdad, sino con la personalidad.

Al margen de lo anterior, –anecdótico por supuesto–, hay algunos hechos que vale la pena resaltar. Estamos todavía –con pandemia o sin ella– en una crisis política en la que, contradictoriamente, como ocurre siempre, las facciones enfrentadas, no entran al terreno de lo dialéctico y cada una de ellas, está esperando que se rinda la otra. Bien por cansancio interno o por influencia externa. De Washington, –o Nueva York– “donde vive la madre del cordero” o en el Vaticano, en donde reside vigilante de la humanidad, el Santo Padre de los católicos. De acuerdo a esta lógica, la oposición está fragmentada, afectada por la fatiga que significan tres derrotas seguidas que, han debilitado sus bases, fragmentado su liderazgo y creado dudas sobre su futuro entre los votantes. Y al frente, el PN, bien organizado, con recursos económicos y humanos, y con las fuerzas morales altísimas, –en el sentido de Carl von Clausewitz–, es decir, con una fuerte voluntad de vencer que, si las elecciones fueran el próximo domingo, derrotaría a las fuerzas de la oposición, individualmente; o, hipotéticamente, aliadas alrededor de Nasralla. Y aquí es donde está la raíz de los problemas. El PN, lo haría con cualquiera de los dos candidatos mencionados –desde luego, más fácilmente con Oliva que con Asfura– con lo que, contrario a lo que piensan algunos amigos rencorosos, –que los tengo, por supuesto–, el problema, el conflicto político más bien, continuaría vivo. Porque la cuestión, al final de cuentas, es que más de la mitad de la población, antagoniza al Partido Nacional.

“Como decíamos ayer…”

Y mantiene la sospecha que la reelección, es una amenaza a la que echarán mano, en algún momento. Especialmente porque toda la clase política no ha querido tomar en cuenta, que donde el sistema hace aguas, es en su incompetencia para cerrar la ilegalidad que representó la interpretación particular, individual, de una declaración de la Sala Constitucional que, sin reacción del Congreso, sigue siendo una posibilidad abierta ahora para Zelaya y después, para JOH. Porque, como quieren algunos enemigos suyos, el actual titular del Ejecutivo, seguirá gravitando en la vida política, aprovechando oportunidades y empujando a la oposición a cometer errores. Eso es, inevitable. Pero lo que, hay que hacer es, que el Congreso Nacional cierre la brecha reeleccionista, como hiciéramos en los ochenta del siglo pasado, con el golpismo militar.

De lo contrario, como escribió otro lector, –que está “a medias, a favor de la reelección”–, no descarta que, aprovechando la crisis económica que nos hará más daño que la sanitaria, –para desconcierto de los médicos que, de esto muy poco entienden–, JOH, pudiera llegar a pactar con Manuel Zelaya, –su peón más útil–, la convocatoria de una Constituyente. Produciendo la destrucción del Partido Nacional, e impulsando, la revuelta civil. Cosa que, no creo que haga, jamás.

En una conclusión preliminar, hay que celebrar y creer que JOH, no intentará buscar una nueva reelección. Y hacer sentir a Mauricio Oliva que, su futuro político, está determinado por su capacidad para suturar las heridas que ha provocado, el que, en la concepción constitucional, flote una interpretación irregular que acepta que los artículos pétreos de la Constitución, fueron modificados por la Corte Suprema de Justicia. Si el Congreso Nacional, rechaza tal cosa, por medios categóricos, confirmando la integridad de la Constitución de 1982, iniciaremos una nueva etapa. Sin el fantasma del continuismo, y la inestabilidad. Sin el caudillismo de JOH, Zelaya, Lobo, Flores. O de cualquiera otro.

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