Oración por los amigos

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19 de junio de 2020
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12:04 am
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Oración por los amigos

Oración por los amigos. Por: Juan Ramón Martínez

Una obligada disculpa. En el artículo anterior, el autor de la expresión inicial, no fue Miguel de Unamuno, sino que, Fray Luis de León (1527-1591), al reiniciar sus clases después de un juicio, ante la Santa Inquisición. Cinco fieles lectores (cuatro amigos fraternos y un hermano entrañable) lo notaron. Me escribieron y verifiqué que, en efecto me había equivocado.

Ahora, a lo nuestro. En los últimos días, han muerto varias personas a las que no he podido despedir, por las razones que todos conocemos. La primera de ellas, es la doctora Virginia Figueroa, –esposa del psiquiatra Dagoberto Espinoza Mourra–, que falleciera por un cáncer que minó sus fuerzas, mientras recibía tratamiento en un hospital de los Estados Unidos. Era el tercer cáncer al que se enfrentaba. Este último la doblegó. Igual que los dos anteriores, Virginia Aurora Figueroa, médico y cirujano por la UNAH y especialista en dermatología, los asumió valientemente y sin desanimarse. Su esposo, colega académico de número de la AHL, le acompañó, tomado de la mano, en sus últimos momentos. Fueron en la vida, una pareja muy singular. A ella, la traté durante poco tiempo. Casi al final de sus días. Pero era entrañable, cercana y afectuosa. Las veces que estuve en su casa, valoré sus muestras de afecto y de respeto hacia todo el mundo, especialmente a los amigos de su marido. Su muerte me afectó, en la medida en que conozco el dolor que ha experimentado su esposo que, pese al realismo de los médicos, me dijo la última vez que hablamos de la salud de Virginia, que mantenía las esperanzas de su recuperación. Es una pena que no haya sido así. Una flor blanca y otra roja, junto a las cenizas de Virginia Figueroa.

Oración por los amigos

Conrado Osorio fue durante más de treinta años, mi vecino. Conrado, Mirian su esposa y sus hijos, con Nora y nuestros hijos, compartimos una amistad que creció alrededor de la construcción del parque de nuestra colonia. Peleamos juntos, con René Thompson y Rigoberto Erazo Martínez, el derecho para que, el área verde fuese un parque y no una escuela que, no necesitábamos. Y nos dedicamos, con enorme pasión y entusiasmo, a la siembra de los árboles. José Ernesto todavía recuerda que una vez, tomó fuego y todos ellos, que jugaban juntos, lucharon contra las llamas y las derrotaron. A todos, los vi crecer jugando fútbol o basquetbol en la cancha que juntos, haciendo actividades, construimos. Para entonces, de todos los mencionados, solo Rigoberto Erazo Martínez, exponía sus años acumulados, frente a la frescura juvenil de sus hijos y los nuestros. Por falta de información, Conrado Osorio –que sufría desde hace cinco años un cáncer al que no pudo sobrevivir– falleció por la noche y solo hasta el día siguiente, me enteré. De forma que, no lo acompañé en su velatorio; ni en su entierro. Me queda el gusto de haberme abrazado con Mirian, su esposa, celebrando sus virtudes y su simpatía. Juan Fernando, el menor de nuestros hijos, me escribió recordando anécdotas desde Canadá, como muestra del cariño y el respeto que le dispensamos a Conrado Osorio, vecino y entrañable amigo.

En febrero de 1968 me instalé en Choluteca. El primer amigo que tuve fue Isaac Rosendo Chávez. Era cinco años más joven. Pero, inmediatamente forjamos una amistad que, aun con las diferencias producidas en el 2009, siempre se mantuvo viva. Cuando nació su primer hijo me escogió, junto a Marta su esposa, para que fuera su padrino. Cuando falleciera Tito, trágicamente en 1994, estuve sufriendo, como si fuera mi propio hijo, junto a mi compadre Chávez, aquel dolor insoportable e inmerecido. Cuando íbamos a Choluteca, el único lugar donde podían quedarse a dormir mis hijos, –fuera de la casa de los suegros–, eran donde Chávez y Marta. Sufría del corazón. Creo que había sufrido un infarto. El encierro en casa, el estrés inevitable sobre un temperamento sanguíneo como el suyo, hizo que su corazón se resintiera y cansado, terminara con su vida. Por las restricciones no pude ir a Choluteca, donde fue enterrado. Pero en la primera oportunidad, iremos con Nora, a orar ante su tumba, porque además de fraterno, fue un católico que incluso una vez “desarmé”, cuando “perseguía” salvadoreños, en 1969. Adiós, queridos amigos.

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