Que Dios nos agarre confesados

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19 de junio de 2020
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12:03 am
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Que Dios nos agarre confesados

Que Dios nos agarre confesados

Que Dios nos agarre confesados. Por: Rodolfo Guillermo Pagán Rodezno*
*Abogado y Notario.
Máster en Derecho Empresarial

“Que Dios nos agarre confesados” es una frase o dicho que se utiliza en algunos lugares cuando se considera que se aproxima algo muy grave o peligroso, y es precisamente lo que está por ocurrir en Honduras ante la emergencia ocasionada por el COVID-19, tanto en el ámbito sanitario y como en el ámbito económico, lo que se agrava por la evidente ineficiencia por parte de los encargados de gestionar y dirigir al país y de los numerosos actos de corrupción de personas afines a los mismos.

Tal como se mencionó desde el inicio de la emergencia, la situación no era muy halagüeña para el país debido a las lamentables condiciones del sistema público de salud, el que al cabo de 3 meses, prácticamente ha colapsado ante el creciente número de casos positivos, al punto que las posibilidades de recibir atención médica para un paciente con síntomas de COVID-19 son casi nulas, además de la falta de los medicamentos básicos para su atención, lo que se ve agravado por el hecho de que los hospitales privados se encuentran en condiciones muy similares y eso que según los especialistas todavía no se alcanza el pico de casos.

En vista de lo anterior, es inevitable preguntarse por los tristemente célebres hospitales públicos anunciados por el gobierno en el mes de mayo y comprados a precio de oro, así como por los $ 420 millones aprobados por el Congreso Nacional para la construcción y equipamiento de 94 hospitales de los que ni por cerca se ha tenido noticia de gestión alguna, más allá de la ya famosa carpa ubicada en la entrada del Hospital Escuela, lo que a criterio de reconocidos especialistas puede desembocar en una situación más compleja, ya que en caso de que no se busquen alternativas viables y casi que inmediatas, el número de muertos podría aumentar considerablemente.

Tampoco se puede ignorar lo que ocurre con las pruebas para la detección del COVID-19, de las que se realizan alrededor de 1,000 al día, cuando en El Salvador para citar un ejemplo, se aplican más de 2,000 pruebas diarias, además del retraso en la entrega de los resultados, ya sea que la prueba se realice en un laboratorio público o privado, el paciente debe esperar varios días y casi que semanas, por lo que a estas alturas no se cuenta con estadísticas confiables que permitan tomar las mejores decisiones para la atención de la crisis, sin dejar de mencionar la angustia y desesperación que debe pasar el cristiano mientras le entregan los resultados.

No menos importante es el aspecto económico, y es que el impacto será casi colosal, ya que de por sí la situación era bastante compleja, la crisis del COVID-19 vino a dar el tiro de gracias a muchas empresas, las que han cerrado operaciones con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo, sumado a las miles de personas que han sido suspendidas en sus labores, lo que sin duda impactará en el número de personas pobres y extremadamente pobres que a duras penas subsisten, basta con ver lo que sucede en algunos puntos de las principales ciudades del país, en las que familias completas apelan a la solidaridad de los demás para poder satisfacer sus necesidades más elementales, mientras unos pocos disfrutan de sus pingües ganancias generadas por sus negocios turbios con el Estado al amparo de la emergencia.

En ese sentido, lo más preocupante es que el gobierno sigue sin contar con un verdadero plan para reactivar la economía, limitándose prácticamente a prorrogar los plazos para el pago de los impuestos, aunque el acceso a los créditos en condiciones favorables, especialmente para la micro, pequeña y mediana empresa, el otorgamiento de subsidios para el pago de alquileres y servicios públicos, la condonación al menos parcial del pago de impuestos y la facilitación de condiciones para generar nuevos empleos y mantener los ya existentes.

No se trata de ser pesimista, sino más bien realista y aunque el panorama parezca muy sombrío para el país, por la ineficiencia, improvisación y la corrupción, tocará demostrar nuevamente la valentía, el coraje y la determinación del pueblo hondureño, para así superar lo que se viene.

Que Dios bendiga a Honduras y su gente.

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Twitter: @rpaganr

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