RECODOS DE TRANQUILIDAD

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21 de junio de 2020
/
12:05 am
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RECODOS DE TRANQUILIDAD

TAL como van las cosas en el mundo, en donde sigue imperando la pandemia o sus secuelas, lo mismo que el registro de un bajón económico internacional, la convulsión social es una tentación a la vuelta de la esquina, especialmente para aquellos segmentos desesperados por motivos domésticos; pero también por el consabido oportunismo ideológico y político. Existen algunos agrupamientos que han percibido la actual coyuntura como su mejor chance para sembrar la semilla de la discordia o para repartir el odio a diestro y siniestro. No les importa ni un pepino que la gente se siga contaminando en las calles y transportes públicos, con tal de alcanzar sus objetivos inmediatos encaminados a “caotizar” algunas sociedades, tanto en países desarrollados como atrasados. No les importa en absoluto.

Desde ahora se puede percibir que varios dirigentes de las viejas y de las actuales generaciones jamás de los jamases van a cambiar. Los extremistas de diferentes bandos continúan pensando como hace treinta o cuarenta años. O siguen endiosando al mercado sin regulaciones; o continúan levantando las pancartas del “Che” Guevara, como sin nada sustancial hubiese ocurrido en el planeta, con una humanidad acorralada en casi todos los sentidos y direcciones, por causa de un “virus” de impredecibles consecuencias.

Las luchas contra el racismo que originariamente son legítimas en cualquier parte del mundo, han sido distorsionadas y manipuladas por individuos y agrupaciones que tradicionalmente se esconden detrás de las banderas de los mártires, para llevar hacia adelante objetivos políticos que nada tienen que ver con la problemática del racismo. Es más, algunos de los que levantan banderas antirracistas de hecho, en la vida diaria, se comportan como racistas insalvables en contra de los hispanos y de otros pueblos que son marginados o que han sido minorías. De ahí la inautenticidad de los “molotes” que se observan en varios centros metropolitanos. Es la antigua hipocresía de los movimientos seudopopulares. Y actualmente “populistas”.

Sin embargo, siempre y cuando exista gente interesada en trabajar, inclaudicablemente, en dirección a la paz y la libertad, las probabilidades de mantener los mecanismos pacíficos de sobrevivencia humana son altas. Aquellos que posean mirada de estadistas deben aguzar los ojos para detectar la más pequeña ranura, o cualquier recodo geográfico y demográfico, en donde sea posible cultivar el diálogo y la paz y buscar, poco a poco, el bienestar concreto, no demagógico, de las mayorías sociales de países como Honduras.

Por una larga experiencia histórica sabemos que la violencia, en términos generales, sólo agrava los problemas económicos y financieros de los pueblos. Inclusive mucho más cuando se encuentran sitiados por las pestes conocidas o por conocer. Pero también sabemos que los discursos violentos, o amañados, encuentran seguidores en las masas que al comienzo no logran identificar la demagogia; ni mucho menos las consecuencias nefastas de la violencia misma.

Las personas honorables que trabajan con fuertes convicciones en favor de la tranquilidad, aunque al principio parezcan algo así como derrotadas, al final de la jornada cosechan buenos frutos. Especialmente cuando las sociedades comienzan a madurar y rehúyen de los discursos pendencieros, incendiarios o vacíos. Honduras es un país que, pese a sus enormes vulnerabilidades actuales, requiere de fuertes incentivos en dirección a la paz y la tranquilidad. No desmayemos en la búsqueda de un destino promisorio.

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