“Las uvas de la ira”

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22 de junio de 2020
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12:01 am
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“Las uvas de la ira”

Por: Arístides Mejía Carranza

“Hunger to anger”, el hambre que conduce a la cólera, es la idea central del libro de Steinbeck llevado al cine. Descripción de la desesperanzadora realidad en una América del norte devastada por la crisis económica de 1929.

Las imágenes recurrentes en nuestro país, con la mayoría de la población en la pobreza y atrapada en el dilema entre morir ahora de la “peste” o morir después de hambre evoca esa catástrofe ocurrida hace un siglo.

La diferencia de la crisis humanitaria de ahora es su origen inesperado e intangible: un microbio invisible ha aterrorizado y paralizado al mundo.

Su dimensión destructiva es descomunal, no obstante, no hay culpables o enemigos y tampoco existe la devastación de los conflictos bélicos. La pandemia, no es una guerra como suelen decir algunos líderes mundiales, porque a nadie se envía a morir en el campo de batalla.

La globalización le ha dado el carácter singular de ser un fenómeno a escala y comunicabilidad global, razón por la cual es la primera epidemia en la que la fantasmagoría apocalíptica o la idea medieval de la ira de Dios deja de ser la explicación prevaleciente.

El gobierno no podía haber tenido mejor oportunidad para una tregua y mejorar su imagen, que sería insuficiente ganar las próximas elecciones, porque difícilmente se pueden lograr réditos políticos frente a un cataclismo, pero era posible unir a la nación frente a un peligro de esta magnitud y delegar responsabilidades en un equipo técnico-científico.

Los grandes referentes para el pueblo en el esfuerzo por salvar vidas son los médicos y científicos independientes.

Por otro lado, la pérdida de empleos, la falta de alimentos, la penuria de agua en el verano y el confinamiento estrecho ha hecho más palpable la creciente brecha de la desigualdad. Que lleva a la descomposición social propicia para la revuelta o el aumento de la delincuencia.

Por ahora no sabemos ni siquiera la dimensión del daño económico y social que habrá al concluir la crisis sanitaria y el desconfinamiento no tan inteligente en medio de un auge del contagio plantea muchas interrogantes.

La apertura será difícil y también desigual, una gran parte de los hondureños no tendrán trabajo mientras otros deberán enfrentar nuevas deudas. Aquellos que ahorraron o generaron ingresos durante el confinamiento probablemente deseen ser prudentes ante la incertidumbre sobre el futuro y el consumo no se restablecerá por mucho tiempo a los niveles anteriores como para favorecer la reactivación económica.

Pensadores, científicos y diversos profesionales de varios países tratan de desentrañar cómo será el mundo postpandemia, pero todavía es muy pronto para saber qué tanto cambiarán las cosas y cuál será el nuevo rumbo.

Hay políticos de izquierda que ven en esto otra crisis del capitalismo al que responsabilizan hasta del virus y se aventuran a pronosticar un cambio de sistema y un nuevo orden internacional, es decir una nueva disposición de la correlación de fuerzas entre las potencias.

Su análisis consiste en ajustar su dogma a todo fenómeno o situación para ser coherentes con su determinismo. Al imponer su interpretación ideológica a la realidad misma, terminan desfigurándola. Su natural aversión a occidente, los hace creer que China emergerá como primera potencia tras la pandemia, aunque China esté todavía lejos de superar a los Estados Unidos en bienestar, economía, tecnología y poder militar.

Los conservadores son partidarios de la estagnación y desean una reanudación de la economía similar a como funcionaba antes de la pandemia y seguir con los mismos patrones políticos para mantener su poder intacto.

En conclusión unos y otros volverán con las mismas propuestas de antes.

Por mi parte pienso que Honduras, urge de un cambio profundo pero por fases concatenadas, sería una reforma política consensuada, se trata de reparar: ni revolución destructiva, ni conservación de lo que no marcha.

La economía y la sociedad ahora deben situar al hombre en el centro de las preocupaciones, ya no solo al mercado; ya vimos que sin salud y educación no funciona el mercado.

El genio inagotable de los griegos ya lo había definido: “El Hombre es la medida de todas las cosas”.

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