La decisión del CNE

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17 de agosto de 2020
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12:03 am
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La decisión del CNE

Por: Edmundo Orellana

Por mayoría, el Consejo Nacional Electoral votó por la segunda vuelta para fortalecer nuestra democracia, poniendo de manifiesto el compromiso con el pueblo de quienes votaron a favor, que, justo es reconocer, son las mujeres que lo integran. Por eso, se dice que las mujeres toman mejores decisiones que los varones.

La primera vez que se planteó su necesidad fue en el seno del Partido Liberal, con un estudio comparado de la legislación latinoamericana, cuya autoría corresponde al abogado y economista Darío Hernández, elaborado como propuesta de uno de los movimientos internos del PL, sustentándose en que la llegada del partido Libre, con su volumen de votos, alteraba la forma de elegir el Presidente de la República prevista en la Constitución de la República, y que sirvió para fundamentar la iniciativa de reformar la Constitución para introducir la segunda vuelta presentada en el Congreso y promovida por el CCEPL, cuando lo presidió Mauricio Villeda.

Hasta la llegada de Libre, la elección se decidía entre dos partidos, porque los demás nunca lograron un volumen de votos significativo para incidir en ella. Entre los militantes del PL y del PN se decidía, entonces, la elección del Presidente, con lo que se cumplía lo previsto en la Constitución, a saber: “El Presidente y tres (3) designados a la Presidencia de la República, serán elegidos conjunta y directamente por el pueblo, por simple mayoría de votos”. Bastaba un solo voto de diferencia entre ambos partidos, para decidir el ganador.

Con la participación de Libre, se demostró que, en adelante, no se podría cumplir con el precepto constitucional si no se cuentan los votos sufragados a favor del tercer partido, lo que exigía, entonces, contar el total de votos sufragados por el pueblo hondureño. De no hacerlo, nos exponemos a que un presidente gane por un voto de diferencia, contando únicamente los votos sufragados a favor de su partido y del que quedó en segundo lugar, pero ignorando los votos del tercero, que bien podría ser el PN, el PL o Libre; en cualquier caso, no se contaría un considerable volumen de votos del pueblo hondureño, entre el 15 al 20 por ciento.

De seguir como hasta ahora, podría resultar que la mayoría de los votos sufragados no favorezca al partido ganador, sino a los demás partidos, como ocurrió en las dos últimas elecciones. En otras palabras, que quien sea el vencedor sea electo por una minoría del pueblo hondureño, violando la Constitución, como es el caso del actual gobernante.

El presidente electo en estas condiciones no tendría, por supuesto, la confianza ni credibilidad de la mayoría del pueblo hondureño, es decir, estaría desprovisto de legitimidad, que es el caso del actual gobernante. Para quien lo sustituya, sin embargo, este problema será infinitamente mayor porque, además de enfrentar la oposición de la mayoría del pueblo, tendría que lidiar con los estragos que nos deje la pandemia y el desgobierno de JOH. Lo que vivimos es un paraíso para lo que nos viene si el próximo gobierno es débil e inestable.

Evitar que esto ocurra o al menos que no suceda en la proporción que se teme, está en nuestras manos: aprobar la segunda vuelta, como lo propuso el CNE, luego de reiterados editoriales de Diario LA TRIBUNA, en los que, el expresidente Carlos Flores, expone claramente su necesidad y, en el último, advierte: “Esta podría ser la última oportunidad que tengan los partidos políticos –cuando la mayoría indignada a todos los ve como más de lo mismo– antes que las realidades cambiantes acaben de darles cristiana sepultura”.

Todos los partidos están de acuerdo en la segunda vuelta. La diferencia consiste en que el PL y Libre –que sabiamente rectificó– proponen que se reforme la Constitución para que en las próximas elecciones contemos con esa piedra angular de la democracia, y el PN alega que se debe consultar al pueblo previamente, es decir, “hasta las calendas griegas”.

Con esta actitud el PN pretende que se siga como hasta ahora, negando al pueblo elegir su presidente; se obstina, pues, en no consultarle, en otras palabras, negarle la suprema consulta: elegir su presidente. Miope visión del PN, que no advierte la amenaza que, como acertadamente señala el expresidente Flores, se cierne sobre los partidos y, particularmente, sobre el PN, cuyos dos últimos gobiernos –los peores de nuestra historia– le aseguran una histórica derrota si las elecciones y el escrutinio son transparentes. Si insiste en no aprobar la segunda vuelta, es muy probable que los votos a su favor no cuenten para elegir el próximo presidente, por el lugar que ocupe en los resultados.

“Dios ciega a quien quiere perder”, según la profecía de Ezequiel, que parece anunciar lo que ocurrirá con el PN si insiste en ignorar los votos de la mayoría del pueblo hondureño, debilitando la democracia. Ayudémosle a rectificar diciendo con fuerza: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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