TEÓFIMO, EL “CHOCO” Y LA JARANA

ZV
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19 de octubre de 2020
/
12:39 am
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TEÓFIMO, EL “CHOCO” Y LA JARANA

TEÓFIMO, EL “CHOCO” Y LA JARANA, , ya sabemos que el amable público sigue entusiasmado por el campeonísimo triunfo de Teófimo y el gol del “Choco” Lozano. El honor de sentir que la bandera nacional al flamear fuera de las fronteras patrias se arrope a las buenas nuevas y no a los escándalos. Sin embargo, con el permiso de los alborozados aficionados, para efectos de este espacio de opinión, el tema que vamos a abordar también es perentorio. En el último zoom del G-20, con la presencia del Banco Mundial y del FMI, el club de los más ricos dio un alegrón de burro a los pobres pueblos pobres del planeta. Anunció, como gran obsequio, un alargamiento de la moratoria bilateral. Otros 6 meses de chascada, hasta el 30 de junio del próximo año. No hubo medio de comunicación en el patio doméstico de los rincones más arruinados del mundo, que no ofreciese esa noticia con fanfarria de bocinas, de roncos olifantes y grandes titulares.

Sin embargo eso, a lo sumo, para estos pintorescos paisajes acabados, no representa siquiera –tomando prestado un dicho de la sabiduría popular– “del lobo un pelo”. No equivale ni a una minúscula migaja del total de la jarana. Pescando datos de aquí y de allá, calculemos –como diría Leibniz– la deuda externa de Honduras anda por los linderos de los $10,795.9 millones. El saldo de deuda de la administración central asciende a US$8,127.9 millones. Pero de ese total, solamente un 5% es a acreedores del G-20. ¿Así que, dónde está el gran alivio? En relación a los grandes titulares colocados en la prensa sobre la misericordiosa concesión que hicieron, a Honduras no le toca ni la letra fina del pie de foto. La deuda externa del país es un 63% deuda multilateral y solo 8% bilateral. Así que la pesada carga de la mula consiste en lo que el país debe a los organismos financieros internacionales. Son las aves agoreras las propietarias de los pagarés. Precisamente, esos que andan allí metidos en las reuniones puyando al G-20 que se apiade de los menesterosos. O sea, saludando con sombrero ajeno. Si son ellos los dueños de la tajada grande de la jarana. ¿Cuándo, entonces, deciden aliviar los montos de lo que se les adeuda, como Dios manda? Pero de momento, dejemos a un lado el monto global de lo empeñado. Esa es la factura cara que tocará pagar a las próximas generaciones. Ahoritita –lo que importa a la gente apurada sin trabajo y sin ingreso– lo que sofoca es lo que debe aflojarse ya, en billete sobre billete, constante y sonante. Lo de hoy es lo que el país debe pagar, en intereses.

A eso se le llama el servicio de la deuda. Lo que un prójimo empapado debe escurrir, cuando le llueve sobre mojado. Porque se trata de desembolsar en dólares, una impagable suma de dinero que en estos momentos de grave calamidad el país no tiene. Con su economía colapsada, lidiando aún con la emergencia, vacías las bolsas rotas y más pelados que la cola de un chancho. Lo perentorio –con los escasos recursos frescos que le caigan– es ajustar para contener el bestial impacto sanitario y económico de la peste. ¿Cuánto de los recursos del presupuesto estatal va destinado al pago del servicio de la deuda? Apunten esa cantidad. $1,719 millones. Equivalente en inditos desplumados, a 42 mil millones, 253 mil lempiras. En conclusión. La moratoria al servicio de la deuda concedida por el G-20 a Honduras, le representa la miserable cantidad del 2% del total a pagar. Así que en lo que resta por asistir, tienen la palabra los pesos pesados. El tata Fondo, sus tías las zanatas y las aves agoreras.

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