Crisis y riesgos

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20 de noviembre de 2020
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12:03 am
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Crisis y riesgos

Por: Juan Ramón Martínez

En pocos casos, tres crisis habían irrumpido en la nación, en un año. 2020 nos enfrentó al covid-19 y a dos huracanes, sucesivos, que cortaron la yugular del país. Todos hemos sido participantes y testigos de estas tragedias que han roto la nación, en forma casi total. Pero no son solo las crisis que viven todos los países del mundo, las que nos deben llamar la atención. Vivimos en una zona de huracanes; en una región de alta pluviosidad y en un territorio montañoso, proclive al deterioro y que se erosiona, en forma constante. Ante estos hechos, la sociedad ha recurrido al olvido, para evitar responsabilidades. El huracán Mitch nos dejó lecciones desaprovechadas. Y políticos y gobernantes afectados por visiones de corto plazo, han pasado por alto el deterioro que ha experimentado el país en los últimos cincuenta años, especialmente. No conocemos, reflexiones, discursos y propuestas al respecto, sino como excepciones. Hemos tenido apenas, dos planes de desarrollo y en el período que comentamos, solo apreciamos las reformas de Gálvez que involucraron al gobierno en áreas que hasta entonces había ignorado y las de Villeda Morales que buscaron facilitar la igualdad de los hondureños, la fortaleza de la salud y la creación de nuevas fuentes de energía. Después de Villeda Morales, no hemos tenido una reforma de profundidad. Y solo la represa Francisco Morazán, le da continuidad a la productividad de energía eléctrica. Descuidando las inundaciones del Valle de Sula, por falta de control de las aguas.

Es decir que, como dice un académico de la UNAH, nos hemos dedicado a enfrentar las crisis, pero no a reducir los riesgos. Y, en consecuencia, la capacidad para prever es muy limitada. Las crisis nos toman de sorpresa, porque en tiempos de vacas gordas –que las hemos tenido– no desarrollamos una mente laboriosa que, nos ayude a guardar recursos y disminuir los riegos. Una ojeada sobre los indicios que debimos haber manejado, confirma esta actitud, de alguna forma infantil, de sorprendernos ante la crisis, clamar hipócritamente para que Dios resuelva problemas que nos corresponden, antes que reducir los riesgos que el país tiene en sus estructuras físicas y humanas. Veámoslo. Desde los ochenta del siglo pasado, la población empezó a crecer. Primero lentamente, acelerándose después, para dar señales de disminución. La ocupación del territorio, se ha efectuado sin reflexión, estudio y control. La agricultura y la ganadería, han ocupado el espacio territorial sin analizar los riesgos que, en forma de erosión, le producen al país. Y los efectos que estos descuidos tienen en el asolvamiento de los ríos, han disminuido su capacidad de trasladar los volúmenes de agua que han aumentado periódicamente, por efecto, entre otras razones por el cambio climático. La urbanización del país, por su parte, no tiene lógica. Tierras agrícolas han sido urbanizadas para viviendas, en zonas inundables como lo vemos en SPS. Y la población nacional, dispersa en el interior, se coloca al lado de las quebradas y construye cerca de los ríos, sin que la autoridad determine qué es lo correcto, lo peligroso y lo indebido.

Pero sí esto ha aumentado los riesgos, las obras físicas construidas no han sido desarrolladas de acuerdo a reformados códigos de seguridad. Si cada quien construye la vivienda donde le da la gana, el que tiene un terreno y algo de dinero, urbaniza sin que la autoridad asuma la protección de los usuarios. Y cuando se trata de vías de comunicación, puentes y canales, se privilegian más los costos que, la seguridad. Las vías carreteras, no han buscado las rutas más seguras, sino que las menos costosas, de forma que la autoridad, en vez de proteger a las personas, favorecen a los inversionistas que, hacen pingües negocios sin consideración alguna por nadie. Pero lo peor es, la abusiva centralización que ha experimentado la autoridad, en la que la vinculación ciudadana y la estructura básica, el municipio, ha sido disminuida, afectando los intereses de la ciudadanía. Tegucigalpa resuelve todo. Y de aquí van las instrucciones y las recomendaciones, de forma que la participación de los ciudadanos en dirección a su seguridad, solo esporádicamente es atendida por los ambientalistas, que no siempre unen defensa ciudadana, con interés nacional. Entonces, frente a las crisis, nada de llorar. Hay que rectificar y disminuir los riesgos. No hay otra alternativa.

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