Lo bueno de los Estados Unidos

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16 de enero de 2021
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12:10 am
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Lo bueno de los Estados Unidos

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Millones de personas alrededor del mundo, pretenden tener una visa para viajar a los Estados Unidos. En nuestro país, la visa es una manera de presumir frente a los que no han tenido la suerte de contar con esa apetecida credencial destinada para unos pocos. Para los ricos, el atractivo radica en el consumo desmedido, en la oferta inagotable de bienes y servicios que el mercado norteamericano ofrece para hacer más confortable la vida. Para los migrantes significa salir de la pobreza, el destino final donde se puede encontrar un mejor porvenir, ese mismo que no gozamos en nuestros países tercermundistas debido a la corrupción estatal y a la falta de oportunidades que nos niegan los cerradísimos mercados cautivos; un círculo vicioso que lleva más de cien años, y del que no podemos salir para encontrar el bienestar prometido.

Por estos días he leído una pequeña obra del desaparecido economista Leonard E. Read intitulado “El énfasis en lo bueno” escrito en 1968 durante el auge de la Guerra Fría. Disfrutando de su contenido, he llegado a la conclusión de que buena parte de las consideraciones del autor resultan muy aplicables a lo que sucede hoy en día, justo en el momento en que el país se encuentra en la picota de la opinión pública mundial. Porque, a decir verdad, los Estados Unidos es la nación que cuenta con más enemigos en todo el mundo, debido a varias causas, algunas muy justificadas como, por ejemplo, su errática política exterior y su acentuado intervencionismo en casi todo el mundo. Pero otras tienen que ver más con la envidia debido a su grandeza económica y al nivel democrático que nadie más ha logrado alcanzar en la Edad Moderna.

“Hay progresos en algunos sectores -dice Read-, acompañados por regresiones en otros”, lo cual resulta ser un axioma inexpugnable si comparamos la evolución histórica de las sociedades más avanzadas, cuyos florecimientos económicos y sociales han sido el producto de grandes conflictos dirimidos por la visión y capacidad de sus líderes cuando les ha tocado tomar las decisiones más convenientes para su país. De hecho, para Read, los liderazgos en los Estados Unidos no siempre han resultado ser como los votantes creían y apostaban. Si hacemos un recuento, no todos los presidentes han logrado el éxito en sus gobiernos; algunos han terminado en el desastre económico, y otros se han caracterizado por manejar muy mal los asuntos sociales como el racismo y la corrupción política. Recordemos a Nixon en 1974.

Probablemente si Read viviera en el 2021, habría dicho que Trump se equivocó con su política de llevar a los Estados Unidos a los “tiempos de oro”, pero que no lo hizo por maldad sino porque, muy en el fondo, él ignoraba hacia dónde iba con sus disparatadas ideas sobre el manejo de un gobierno, irrespetando los valladares legales que impone la Constitución cuando alguien pretende ir más allá de los límites prescritos. En el último asalto, a Trump lo descalificaron las instituciones. En ese punto radica la grandeza de los Estados Unidos, algo que, en América Latina, apenas se esboza como un sueño o en un ideal inalcanzable para los ciudadanos. Ese aspecto de los balances entre los poderes, cuando existe una verdadera democracia como la norteamericana, se analiza muy bien en el libro intitulado “Cuando mueren las democracias” de los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, el cual recomendamos con vehemencia para entender lo que está pasando en este momento, en ese país.

Estados Unidos seguirá siendo grande, no solo por su economía, sino también por la fortaleza de sus instituciones. Y se levantará de este tropiezo histórico que no comienza ni termina con la era de Trump; al contrario: las crisis seguirán poniendo a prueba la grandeza de los norteamericanos, como en el pasado. Y siempre saldrán bien librados.

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