¿QUIÉN CARAJOS ES?

ZV
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22 de julio de 2021
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12:22 am
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¿QUIÉN CARAJOS ES?

CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

LAS cifras oficiales revelan que los países centroamericanos inician una etapa de crecimiento después que sus economías se hundieron como consecuencia de la pandemia. El 6% para Honduras es alentador, sin embargo, no lo suficiente para compensar la caída del PIB de los años anteriores. Solo el año pasado anduvo por el orden del 10%. Es como haberse caído al fondo de un hoyo. No solo se trata de curarse de los raspones y de las heridas infringidas en el deslizamiento hasta pegar el platanazo. Salir del hueco demanda ahínco gigantesco. Hay que medir los metros de profundidad para calcular cuál distancia es necesaria remontar y con qué esfuerzo se logra sacar la cabeza. Así que cualquier número positivo que sea no sería equivalente a la trepada cuando se asciende a ras de tierra. Sino que hacerlo desde lo hondo del pozo. Cuando el país finalmente asome el pescuezo para salir del hoyo, es como volver a comenzar.

Dejamos consignado lo anterior porque muchos se imaginan –así como andan por las calles sin mascarillas o festejando con la jeta pelada sin atención a las más básicas medidas de bioseguridad– que esa fea cuestión ya terminó. Escuchan en las noticias que los hospitales están atestados de pacientes, decenas agonizan, los centros de triaje topados, pero indolentes e irresponsables juegan la ruleta rusa, con sus vidas y las ajenas. Como si la mortal peste no fuera con ellos. Aún cuando, a mitad de año es que –entre donaciones y compra de vacunas– entran a la vacunación masiva que debió haber iniciado tiempo atrás. No hay que engañarse. Del estrepitoso descenso experimentado apenas comienza la escalada. Hay que computar, entonces, la cuantía de todo lo perdido durante esa zambullida. La paralización de las transacciones comerciales, la ingrata cantidad de empleos perdidos, el golpe demoledor a grandes, medianas y pequeñas empresas, la tremenda contracción de los mercados, la ruina de tantas actividades productivas, la merma en los ingresos familiares, entre otros males padecidos, cuantifica una suma casi imposible de percibir. Así que esas cifras de crecimiento que se ofrecen, hay que entenderlas bajo la óptica del destructivo cataclismo que se pasó; cuyos efectos negativos todavía persisten. La secuela de los daños incalculable. Solo el retroceso educativo que se ha tenido, que no se mide en cantidades de dinero ya que es una pérdida irrecuperable en la formación de las personas, es como para ponerse a llorar.

Ello es así porque si el sistema educativo antes de la crisis ya sufría el letargo característico del atraso, ni imaginarse la gravedad que se sufre ahora. No solo por todos esos meses que los estudiantes estuvieron expuestos a menores niveles de enseñanza, sin el beneficio de recibir clases presenciales, –en el campo ni las virtuales llegaron por falta de conectividad– sino porque no ha habido ningún esfuerzo serio de reforma educativa. Ninguno capaz de adaptar planes de estudio, sistemas académicos y metodologías a la nueva realidad. Ese tema, que “se educa para un mundo que no existe”, y se aprende –aquí sería lo poco que se enseña y lo mínimo que se asimila– para trabajos que van a desaparecer, lo cubrimos en varios editoriales. Lo dimos en titulares de portadas, como debe ser, ya que nada de lo que se anhela tener se puede lograr, cuando la educación es tan pobre. Más triste aún –en esta era de sociedades superficiales, del frívolo intercambio de burradas de vida o muerte– ya que no solo se educa para un mundo que no existe sino que se escribe para una sociedad que no lee. Desgraciadamente hemos insistido sobre esta tragedia con iguales resultados de las veces anteriores. Bulla de una semana que una vez asentada la polvareda a nadie le importa y nadie mueve un dedo por que se haga nada. Muchos –siquiera editoriales leen– lo que preguntan de lo que se plantea es ¿quién carajos es el Sisimite? Los de la dejada multitud que no lee, uno de estos días, van a barajustar azorados cuando se les aparezca.

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