Agenda para políticos

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31 de agosto de 2021
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12:03 am
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Agenda para políticos

CONTRACORRIENTE

Por: Juan Ramón Martínez

Somos injustos. Le pedimos a los políticos, más de lo que pueden dar. Y no les aportamos, además de los reclamos, conocimientos de la realidad, ética de la política, filosofía del bien común y apuntes elementales de moralidad o control bucal. Mientras pedimos que sean diferentes y adecuados a las nuevas realidades. Lo que es, un contrasentido. Ninguna universidad -ni las públicas- tienen escuelas de ciencias políticas. La mayoría de las privadas ofrecen maestrías para negocios, posiblemente en la creencia equivocada que, siendo el gobierno una empresa -que no lo es- basta con aprender las reglas empresariales, para que el candidato sea un buen gobernante, legislador o servidor de sus comunidades. Ello es un error. Grave, mucho más, porque los educadores universitarios, no se han percatado del mismo. Y como ellos no tienen cercanía con la realidad; ni tampoco una visión de país a mediano plazo, caen fácilmente en la tentación numismática.

En el ánimo de enmendar, y como un acto de cooperación, pretendemos ofrecer a los políticos una rápida visión de la problemática, una propuesta sobre los principales problemas que hay que atacar en el cercano plazo -dentro de los próximos ocho años- y sugerir algunas propuestas. Preliminares por supuesto y sin obligarlos a una comprensión mayor que la que conocemos manejan.

El primer asunto, es la unidad del país. Estamos fragmentados, -casi en minúsculas “tribus”-, hemos perdido el concepto de nación y carecemos de conciencia básica de, cuáles son los intereses fundamentales de Honduras. Un discurso hacia la unidad, concentrando la discusión en lo toral, dejando a un lado lo accesorio, es fundamental que se introduzca en el discurso político que debe estar a la altura de sus propias limitaciones educativas y las que exhibe el público elector.

El segundo problema es la imagen que ofrecemos. Honduras no goza de respeto alguno en la comunidad internacional. Nunca antes había caído tan bajo. Por ello, requerimos, mostrar una voluntad -más allá de la crítica con sabor a descalificación- de modelar una nueva conducta del político: destreza en el manejo del mercadeo exterior, conocimiento de los líderes de los países que nos interesan, definición de los objetivos geoestratégicos de Honduras, el diseño de una política exterior en manos de personas calificadas; y la creación de un nuevo servicio diplomático que vaya más allá del familismo, el partidarismo y el favoritismo. Necesitamos, un cuerpo diplomático totalmente profesional, por lo menos culto, inteligente, sensitivo, honrado y hábil para atraer respeto y consideración.

El tercer problema es cultural. Desde 2005, Honduras ha descuidado su cultura. No ha comprado un libro siquiera y mucho menos una pintura original de algún pintor destacado internacionalmente. La pintura nacional, hay que estimularla para que sus cultores se vinculen con el exterior. Pero lo más urgente es, reformar el sistema educativo, para que desde la forja de un nuevo carácter, que fortalezca el orgullo nacional, renuncie a la limosna, privilegie la ética del trabajo, el cumplimiento de la palabra empeñada y la lealtad. El nivel educativo nacional es muy bajo. Con estos compatriotas, no podemos producir nuevos líderes; ni hacer ciudadanos que elijan a los mejores. En conclusión, reformar el sistema educativo para dar menos contenidos y formar más disposición para la forja de un carácter acerado y una actitud crítica que no rehúya responsabilidades y capacidades honestas de rectificación.

Lo económico es, fundamental. Hay que reducir el tamaño del gobierno. Cambiar solo los cuadros superiores, de forma que solo ingresen a la empleomanía no más del 2%, compuesto por mandos superiores y medios. Necesitamos una burocracia profesional, no contaminada políticamente y valorada por los resultados y no por la lealtad a quien la nombra. Desde allí, el gobierno debe estimular la iniciativa de los particulares, fomentando la actividad privada con una política de impuestos que favorezca la inversión y el empleo. Así, enfrentaremos la pobreza y la miseria, reteniendo a los mejores de entre nosotros y facilitando la inmigración de los que no puedan emplearse y servir al país. Seguir viviendo de los pobres y de sus remesas es una vergüenza que no debe continuar.

Finalmente, debemos elegir a los mejores. Diputados estúpidos no son necesarios. Ni magistrados fieles a partidos, caudillos o camarillas empresariales. Son peligros que evitar. Más que simples gobernantes, necesitamos reformadores en esta hora difícil.

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