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25 de septiembre de 2021
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Lucem et Sensu

Por: Julio Raudales
Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH.

Parece que no hemos aprendido. Desde hace 11 años, cuando la estulticia de los políticos nos arrastró a la peor crisis social de los últimos 70 años, la situación económica, de seguridad y de gobernanza del país no ha hecho más que decrecer.

En 2009 sabíamos, como hoy sabemos, que nuestra democracia es aún quimérica, que las únicas instituciones consolidadas son la corruptela y el saqueo, que la pobreza se expande y el bienestar sigue siendo privilegio de un pequeño grupo. ¡En fin!, la población clama por una oportunidad para enderezar de una vez el torcido camino que nos lleva por la senda de naciones como Haití y Somalia, pero la caterva de sicofantes que pretenden regir el destino del país, persiste en la vulgaridad como forma de atraer votantes.

En aquellos días aciagos, luego del Golpe de estado y más recientemente en 2017, después de la parodia electoral que profundizó la crisis social en que hoy vivimos, escuché y vi muchas veces a nuestros políticos y dirigentes clamar por el retorno a la legalidad y a la cordura, hacer votos por el cambio y llamarnos a todos y todas a defender la democracia. ¿Qué están haciendo ahora para mostrar su consistencia y racionalidad? Parece que nada.

Con tristeza, los descorazonados hondureños, observamos cómo, en lugar de instarnos a la unidad y a la cordura, los políticos nos arrastran al clima de confrontación de antaño. Pareciera que la consigna es la descalificación del oponente, las triquiñuelas y zancadillas en desmedro de su imagen, el deseo de su destrucción, en la pueril creencia de que ello exaltará la imagen de quien insulta. ¿Dónde está la propuesta inteligente, el debate de las ideas? ¿Podemos esperar un cambio efectivo ante tanta tozudez?

Por salud mental, he optado por no leer más las columnas de chismes que aparecen en algunos diarios; tampoco escucho o veo ya, ciertos programas cuyo contenido procaz está dedicado a la ofensa de la dignidad de algunas personas. Debo confesar, no voy a negarlo, que algunos de estos espacios me parecen graciosos y a veces hasta ilustrativos en su contenido, pero es justo decir, que hay límites que el ejercicio ético de la profesión y el sentido común no deben traspasar jamás, sobre todo en un contexto tan delicado como el que vivimos en la actualidad.

El ataque personal, la burla, los chistes a costa de la condición social, étnica, física o de género, deberían ser las cotas al uso de los medios de comunicación, sobre todo si estamos conscientes del estado de crispación social que se ha vivido durante los últimos años. ¿Por qué no canalizar mejor esa creatividad para inducir el comportamiento adecuado y constructivo?

Las sociedades modernas, los países que derribaron los muros del subdesarrollo, son más bien producto de grandes acuerdos y de la voluntad férrea de todos y todas por cumplirlos. España era a finales de los 70, una nación africanizada y envuelta en las disputas y problemas típicos de los países pobres; sin embargo, con voluntad y conciencia, los ibéricos lograron ponerse de acuerdo y firmar los llamados “Acuerdos de la Moncloa”, con lo cual la naciente democracia se consolidó política y socialmente en pocos años, hasta ser hoy uno de los referentes del mundo, tanto por su crecimiento económico, como por sus notorios avances en gobernabilidad y bienestar social. Lo mismo podemos decir de naciones como Irlanda, Portugal, Chile, Costa Rica y la República de Corea, que han puesto la inteligencia y voluntad por encima de los insultos para saldar su deuda social e incrustarse con solvencia en el andamiaje del desarrollo universal.

Debemos entender que, con el insulto, la descalificación, la diatriba y las acusaciones infructuosas no llegaremos a ningún lugar y solo repetiremos, cada vez con más peligrosidad, el modelo que nos trajo hasta la situación que hoy vivimos. Mejor imitemos el buen ejemplo de los españoles y los ticos: definamos ya un gran acuerdo nacional, en que todos y todas, desprovistos de la malsana intención descalificadora, ponga a Honduras y su futuro por delante. Pero hagámoslo ya, no esperemos más al tiempo que no espera…

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