ASÍ FUNCIONA

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28 de octubre de 2021
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12:41 am
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ASÍ FUNCIONA

ASÍ funciona. Utilizando los vertiginosos avances tecnológicos de la socialización, los adictos sincronizados a su virtualidad lo menos que quieren es informarse sino divertirse. Las explosivas revelaciones que desnudan la operación de algoritmos de los gigantes tecnológicos, confirman que entre más odiosidad se propaga, mayor es la recompensa. Los usuarios entusiasmados solo tienen que dar rienda suelta a las fobias –que por mucho tiempo mantuvieron reprimidas– contribuyendo a la polarización de la sociedad. Decíamos ayer, tristemente, los avances tecnológicos de la comunicación –debido precisamente a desviaciones en los hábitos del individuo– lejos de favorecer la socialización amable y la convivencia armónica de la vecindad, lo que instigan es otra cosa. Los adictos sincronizados a las redes no es que pasen leyendo material útil de contenido constructivo –que ahora se obtiene al instante por Internet, para instruirse y ampliar su bagaje cultural– sino exacerbando la odiosidad. Son prisioneros de sus burbujas digitales. Frecuentan un club de otros igual a ellos, con apetito voraz de reafirmaciones con qué alimentar su insaciable ego. A los mitómanos irrelevantes, de las mentiras patológicas compulsivas –con deficiencias de autoimagen y de autoestima– nada más práctico que un tubo de escape a sus complejos.

Pues bien, eso juega como anillo al dedo al populismo y a la moda actual de mantener entretenido al auditorio. Divagándolo en guerra de guerrillas contra enemigos. Reales o inventados. De adentro y de afuera. Para que no preste atención a los verdaderos problemas que lo atormentan. En la política hay una vasija repleta de enemigos contra los cuales los bandos fanatizados encuentran placer atacando. Es parte del entretenimiento. Los pelotones de campo –las chatarras de los chats– disfrutan del tiroteo imparable de groserías. Asistidos en el ciberespacio por tiradores de bombas fétidas (pedos químicos) desde aparatos no tripulados. Conocidos como “drones”, o en lenguaje informático, portales falsos desde donde el agresor cómodamente esconde su identidad. Pero si de gobernar se trata, la función consiste en alimentar aborrecibles al hambriento auditorio. “En una película de Mauricio Garcés, –escribe Leo Zuckerman en el Excélsior– donde interpreta a un galán insaciable, que se levanta por las mañanas y le pregunta a su mayordomo: “¿Qué toca hoy?”; “funeral”, responde Pelayo. Acto seguido vemos a Mauricio llorando a moco tendido con la bella viuda del muerto que están enterrando. Ya se la ligó. Al día siguiente, Mauricio vuelve a preguntarle a Pelayo: “¿Qué toca hoy?”; “aeropuerto, señor”. Y se dirige al siguiente sitio de su conquista.

Así me imagino a AMLO todas las mañanas con su coordinador de Comunicación Social, Jesús Ramírez: “¿Qué toca hoy?”; “UNAM, presidente”. “¡Ah, qué buen tema! Eso va a alebrestarlos mucho”. “Es el modus operandi de AMLO”. “Un día contra los empresarios”. “Luego los académicos”. “Venga el INE”. “Que no se nos olviden los jueces”. “Ahí están las clases medias”. “Ni qué decir de las organizaciones de la sociedad civil y del gobierno de Biden que las financia”. “Los españoles y su mentalidad conquistadora”. “¡Ah, hoy toca de nuevo a los intelectuales y después a los científicos!”. “O los medios, que son clientes frecuentes”. “Venga, animemos la fiesta, que pase el desgraciado…”. “Después de aventar el anzuelo, a esperar la reacción de los aludidos. Las redes se encienden”. “Los medios tradicionales retoman las respuestas más estridentes”. “Se arma la gorda. Jesús mide el número de tuits, el tráfico en Facebook, las notas en los periódicos, los reportajes en televisión”. “Señor, ahora sí la pegó, mire los números”. “Todos están hablando de lo que dijo hoy”. “Es usted un genio”. “El presidente ya no va a soltar el tema”. “Encontró una veta muy prometedora para seguir controlando la agenda pública y evitar que se hable de los problemas reales de la gente”. (Fin de citas). Ninguna queja, los mexicanos tienen un gobernante –pese a los gigantescos y graves problemas que padecen– que no ha caído a piso tan bajo de desfavorables. (Fascinante cómo el teatro ha evolucionado al rasero de los avances tecnológicos. ¿Y aquí –inquiere el Sisimite– ¿cuántos boca abiertas calculan que haya?).

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