“PATAS ARRIBA” Y LA SEGUNDA VUELTA

MA
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24 de noviembre de 2021
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12:25 am
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“PATAS ARRIBA” Y LA SEGUNDA VUELTA

LAS elecciones uruguayas se definieron en segunda vuelta. Los resultados, bastante ajustados, fueron 48,76% para el ganador y 47,47% para el perdedor. En Ecuador tampoco hubo humo blanco en la primera tanda. El candidato de la alianza –entre el movimiento CREO y el Partido Social Cristiano– se impuso al candidato de la coalición UNES con 52,36% de los votos versus 47,64%. En Perú participaron 24 partidos –23 con candidatos presidenciales– en la primera vuelta. Fueron al repechaje los dos extremos. La izquierda radial del profesor rural del sombrero de paja de ala ancha y la ultraderecha de Keiko. El camarada y actual mandatario, casi un desconocido que se hizo con la dirección del partido por carambola, ganó 50,14%, contra 49,86% del fujimorismo. –Semanas enteras de conteo y reconteo de votos– la apretada contienda mantuvo al país en vilo. La autoridad electoral dio resultados oficiales y cantó bingo, apenas unas horas antes de la ceremonia de toma de posesión.

En Nicaragua hay segunda vuelta. Pero como el comandante sandinista se sacudió los estorbos –encerrando e inhabilitando más de media docena de contendientes– no hubo necesidad de molestarse yendo a la repetición. Ganó sobrado su cuarta reelección consecutiva y su quinto mandato, con un 75% de los votos. Según una encuestadora, 69% del electorado hubiese votado por un candidato opositor y 19% por la pareja presidencial. Pero esas son proyecciones virtuales de un mundo paralelo. En el real –sin opositores conocidos y sin observación imparcial, así piensa el comandante– el poder para eso se tiene, para usarlo, como tampoco hay que soltarlo ni arriesgarlo en segundas vueltas. La autocracia venezolana dio elecciones regionales. Esta vez fueron observadas por la Unión Europea. No hubo necesidad de hacer piruetas con la oposición confundida y desparramada. Unos compitieron en bandos dispersos, mientras otros llamaron a no concurrir. Fue barrida y trapeada la del oficialismo. Obtuvo 20 de las 23 gobernaciones que estaban en juego y 205 de las 322 alcaldías. En las elecciones argentinas intermedias, los opositores vapulearon a los kirchneristas. Pero el oficialismo celebró que le haya ido mejor de lo esperado. La oposición alegre por el triunfo, mientras el gobierno salía a festejar la derrota como si hubiese ganado. Los chilenos fueron a su primera vuelta. Ninguno de los candidatos superó 28% de los votos así que van a segunda vuelta. Allá también será una contienda entre la izquierda radical aliada con el partido comunista, y la derecha extrema del Partido Republicano. Es, en primera vuelta, el resultado más estrecho en décadas, 27,91% versus 25,82%.

Pero también sería la primera vez –desde que Chile retornó a la democracia en 1990– que el poder se define entre los extremos. Ello es que los partidos tradicionales de centroderecha y de centroizquierda quedaron fuera de la contienda. Como decíamos ayer, el centro político e ideológico en Chile –parecido ocurre en toda la vecindad– se ha desplomado. La asonada al sistema chileno –una crisis que duró meses, precedida de molotes callejeros y actos vandálicos, puso en jaque al gobierno–. La salida de Piñera a sus aprietos fue convocar una convención constituyente. De allá para acá el país ha estado patas arriba. Parte de este berenjenal es obra insidiosa de las redes sociales explotando el conflicto y atizando la división. Han hecho mala palabra todo cuanto insinúe acuerdos políticos, entendimientos o moderación. Lo que mueve la baja pasión animal es el populismo. Un discurso que alimenta la radicalización de los extremos. De cara a la segunda vuelta el candidato oficialista –de derecha– que quedó en cuarto lugar “no quiere que gane la extrema izquierda”. La candidata de la centro-izquierda que quedó en quinto lugar “no quiere el avance del fascismo”. (¿Y aquí en el patio doméstico –se pregunta el Sisimite– cuántos serán los arrepentidos de no haber aprobado la segunda vuelta?).

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