LETRAS LIBERTARIAS
Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)
Pasada la “resaca” electoral, ha llegado la hora de hablar en serio sobre lo que el Devenir le depara a nuestro país. A estas alturas, no debemos extrañarnos por los resultados, pero tampoco permitamos que la euforia o la depresión nos distorsione la realidad. No hay tiempo que perder en estupideces triunfalistas, como si se hubiese obtenido la “Champions”, o en lamentos de plañideras, como si la vida se escapara de entre las manos. Las razones por las que ganó Libre ya las sabemos de sobra; ahora nos toca meditar sobre lo que se avecina en los próximos meses.
A este país lo tiene hecho trizas el gobierno actual con su desmedida avidez por acumular más y más poder. Con los desmanes, lo que logró fue unificar a la mayor parte de los electores que ya no soportaba tanta desfachatez cometida por hombres y mujeres de escasa inteligencia, que han usurpado el nombre de un partido, y que se han burlado de los ciudadanos que alguna vez los avalaron en los comicios. Nadie les dijo que hombres poderosos como Stalin o Hitler, ni que partidos superficialmente inexpugnables como el PRI o el Partido Comunista de la otrora Unión Soviética, pudieron soportar el peso de la desgracia debido a ese edípico “error fatal” que la historia les aplicó por soberbios. La cúpula de Libre debe ser muy prudente, porque el poder no es perpetuo, de lo contrario, van a caer en el mismo error del gobierno actual, el de imaginar el poder como un fin y no como un medio. Sepan que no le deben nada a nadie, ni nadie les debe nada a ustedes, aunque hay un mensaje contundentemente histórico que les está enviando el 53 por ciento de los electores.
Ahora les toca pensar con inteligencia. Pensar con inteligencia significa que tendremos que sacrificarnos en los próximos años, en lugar de esperar que fluya la bonanza y la felicidad a punta de bonos y regalías. Lo cierto es que al nuevo gobierno le dieron una papa bastante caliente la noche del 28 de noviembre. Es como decía Winston Churchill cuando lo designaron primer ministro, justo cuando los nazis amenazaban con invadir a Inglaterra: “Me nombraron por venganza, no porque ellos me aprecien”. Pues bien: ahora, el mandato del pueblo está en las manos de Xiomara Castro; se lo quitaron a los “cachurecos” para trasladarlo a Libre, pero de ninguna manera se trata de una decisión irracionalmente desesperada, si no de un encargo exclusivo que avizora esperanza y expectativas entre las gentes; de una concesión y no una entrega sumisa del poder popular. “Concesio y no translatio imperii” decían los romanos.
Un par de sugerencias más: no cometan los errores del bipartidismo -incluyendo el del gobierno de “Mel”-, ni traten de darle chamba a todo el mundo. El desacierto más grande de un gobierno es creer que se gana opinión pública y legitimidad quedando bien con todos los pedigüeños organizados, incluyendo gremios, sindicatos, colegios profesionales, ONG y amigos empresarios. Legislar para privilegiar a los grupos de presión solo provocará mayor desigualdad y mayor descontento entre la población. No se tomen muy en serio el cuento del socialismo repartidor; eso los va a despistar en la aplicación de las políticas económicas correctas, porque la misión del Estado no es regalar dinero en efectivo, sino apoyar el mercado. No se preocupen: los únicos que se van a molestar serán los chamberos y el grupúsculo de radicales. Vuelvan la mirada hacia los gobiernos locales: en la descentralización radica la esencia del pueblo, ese mismo que votó por un cambio profundo utilizando acertadamente a Libre como un instrumento político.
Al final de cuentas, no necesitarán de una constituyente para enderezar el país: basta con que conduzcan las medidas económicas acertadas, sin pensar en regalar la plata que tanto trabajo les cuesta a los emprendedores. Recuerden: toda reelección es avalada por hacer las cosas correctas, por ello, la consigna deberá ser menos gasto y mayor generación de riqueza. Los votantes nos encargaremos del resto.
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