UN RESPIRO

ZV
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6 de diciembre de 2021
/
12:09 am
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UN RESPIRO

LA primera dosis de esperanza a gente desencantada era cruzar el puente comicial –cívica y civilizadamente– y llegar al otro lado del barranco. Ello sucedió sin la amenaza tempestuosa que muchos temían, sino en un clima reconfortante, una vez conocido el desenlace. Ello es la alternancia democrática en el ejercicio del poder. Y que la opositora Xiomara triunfaba con holgada diferencia de votos. El CNE, ahora revestido de mayor confianza, transmitió los resultados preliminares de manera inmediata. En la medida que ingresan actas al sistema se mantienen los amplios márgenes asegurando una ventaja irreversible. Ante semejante eventualidad los candidatos perdedores –contrario a lo ocurrido en otras ocasiones que por semanas se enconchaban desconociendo lo inevitable o nunca reconocieron el resultado– desfilaron a felicitar a la virtual mandataria favorecida por el veredicto popular.

Ahora, con la puja por diputaciones e integración de alcaldías –de diferencias apretadas entre unos y otros de los más votados y de los que ingresarían por cocientes y por residuos– es donde el Cristo comienza a padecer. Sin embargo, ese subibaja debe resolverse respetando votos legítimos, sin el manoseo –de manudos resabidos en los sótanos–pretendiendo alterar los resultados. ¿Cuándo van a aprender la lección? ¿Por dónde tiene que entrarles que esos bochornosos vicios del pasado fueron los causantes del descalabro? De nada sirve que se abra un horizonte prometedor sin voluntad de cambiar nocivas actitudes. Como las que empuercan la política. Digamos, ese odio enconchado resistente a todo valor cristiano –pese a que ya pasó el eclipse– que propagan rabiosos por las tóxicas redes sociales. Aun cuando recibieron, sopapo tras sopapo de rechazo por su antipático carácter no aprenden ni escarmientan. Ni les entra que las causas de su desgraciada suerte son sus trastornos de personalidad y no culpa de nadie más. Pase lo que pase, la otra buena noticia es que reinará el sosiego en vísperas de Navidad. De manera que los compatriotas puedan festejar en armonía su Nochebuena. Pero además, quienes tienen que ganarse la vida con un trabajo digno o con el fruto de cualquiera que sea su negocio, puedan hacerlo en un ambiente reposado de mayor confianza que favorece los mercados y alienta prosperidad. Esta crisis –agravada por la pandemia– ha golpeado duro la salud familiar, la economía, las empresas, la generación de empleo y, de una u otra manera, el ingreso de los hogares hondureños.

Muchos han perdido familiares cercanos o amigos. Otros han atravesado amargos momentos en clínicas y hospitales. Drenaron sus ahorros pagando por recuperarse. A merced –en muchos casos– de algunos centros asistenciales privados usureros y ciertos médicos aprovechados. (Los héroes de la pandemia han sido quienes cuidaron de la salud de compatriotas en apuros arriesgando la suya. Los que todo pusieron atendiendo la necesidad ajena). Quienes perdieron su trabajo y no lo volvieron a recuperar. De ahí los masivos flujos migratorios. Muchos para pasar el mal temporal pusieron en venta –a precios de remate– sus casas, propiedades, automóviles y otras pertenencias. O colocaron –sin encontrar clientes– letreros de alquiler en las instalaciones de sus fallidos negocios. La paz postelectoral cae como bendición. De modo que haya movimiento en los mercados y de las actividades mercantiles. Recuperar algo después de tanta pérdida sufrida. Este solo es un respiro momentáneo. Adelante viene lo complicado. Salir de esta ruina no es recurriendo a soluciones convencionales. (Respirar hondo aconseja el Sisimite –a esas almas en pena que siguen rociando odiosidad– desde allá arriba donde el aire es más fresco).

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