“LO QUE QUERÍA DECIRLES HOY…”

MA
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24 de diciembre de 2021
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12:25 am
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“LO QUE QUERÍA DECIRLES HOY…”

¿SERÁ una cruzada quijotesca contra los infieles? No en el contexto antiguo del concepto –allá atrás en la edad media– sino en defensa de la amenaza a la cultura en la época presente. Ello es, la aversión de hoy a la lectura. Son ejércitos robotizados –pertrechados de superficialidades– controlados por algoritmos de los portales tecnológicos. Sin embargo, pese al daño evidente que tal insuficiencia ocasiona en los niveles formativos de la sociedad, poco es el esmero institucional –autoridades educativas, escuelas, padres de familia, universidades– por revertir esa tendencia regresiva. Continuamos con Jorge Luis Borges: “Emerson coincide con Montaigne en el hecho de que debemos leer únicamente lo que nos agrada, que un libro tiene que ser una forma de felicidad”. “Le debemos tanto a las letras”. Yo he tratado más de releer que de leer, creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído”.

“Yo tengo ese culto del libro”. “Puedo decirlo de un modo que puede parecer patético y no quiero que sea patético; quiero que sea como una confidencia que les realizo a cada uno de ustedes; no a todos, pero sí a cada uno, porque todos es una abstracción y cada uno es verdadero”. “Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros”. “Los otros días me regalaron una edición del año 1966 de la Enciclopedia de Brokhause”. “Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad”. “Ahí estaban los veintitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y sin embargo, el libro estaba ahí”. “Yo sentía como una gravitación amistosa del libro”. “Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres”. “Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible”. “Se dirá qué diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco”. La diferencia es que un periódico se lee para el olvido, un disco se oye asimismo para el olvido, es algo mecánico y por lo tanto frívolo”. “Un libro se lee para la memoria”. “El concepto de un libro sagrado, del Corán o de la Biblia, o de los Vedas –donde también se expresa que los Vedas crean el mundo–, puede haber pasado, pero el libro tiene todavía cierta santidad que debemos tratar de no perder”. “Tomar un libro y abrirlo guarda la posibilidad del hecho estético”. “¿Qué son las palabras acostadas en un libro? ¿Qué son esos símbolos muertos?”. “Nada absolutamente. ¿Qué es un libro si no lo abrimos?”. “Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro, creo que cambia cada vez”.

“Heráclito dijo (lo he repetido demasiadas veces) que nadie baja dos veces al mismo río”. “Nadie baja dos veces al mismo río porque las aguas cambian, pero lo más terrible es que nosotros somos no menos fluidos que el río”. “Cada vez que leemos un libro, el libro ha cambiado, la connotación de las palabras es otra”. Además, los libros están cargados de pasado”. “He hablado en contra de la crítica y voy a desdecirme (pero qué importa desdecirme)”. “Hamlet no es exactamente el Hamlet que Shakespeare concibió a principios del siglo XVII, Hamlet es el Hamlet de Coleridge, de Goethe y de Bradley”. “Hamlet ha sido renacido”. “Lo mismo pasa con el Quijote”. “Igual sucede con Lugones y Martínez Estrada, el Martín Fierro no es el mismo”. “Los lectores han ido enriqueciendo el libro”. “Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros”. “Por eso conviene mantener el culto del libro”. “El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría”. “Eso es lo que quería decirles hoy”. (Y lo que el Sisimite quería decirles hoy: Si quieren compartir con sus seres queridos el mágico espíritu de la Nochebuena, contengan un rato la adicción. Dejen a un lado el trance hipnótico –con los dedos ocupados y la cara agachada en esos celulares– y platiquen viéndose unos con otros como si se conocieran).

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