LOS INDOLENTES

ZV
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16 de enero de 2022
/
12:39 am
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LOS INDOLENTES

INDOLENCIA pareciera, por principio de cuentas, una palabra más o menos tímida para referirse al alto grado de irresponsabilidad de aquellos individuos que causan estragos con sus actitudes cotidianas respecto de las penalidades de los demás. Este fenómeno se ha observado en distintos momentos de la historia humana. Pero creemos que se ha remarcado ahora mismo en el contexto de la peste mundial.

Los indolentes son aquellos que, por pereza, indiferencia, ignorancia, temor o por causa del bombardeo desinformativo de ciertas redes sociales, han rehusado vacunarse, llevando el problema hasta las últimas consecuencias. La ignorancia en este caso se asocia a la desinformación descomunal en torno al tema de las vacunas, al grado que se ha llegado a afirmar que están introduciendo un microchip en cada gota de las dosis, con el objeto de exterminar a la población mundial. Para empezar resulta casi imposible que una empresa o un país determinado, por muy poderosos que sean, tengan la capacidad monetaria de colocar un microchip en cada gotita de las vacunas conocidas. En tal acción luciferina hipotética sería más fácil inyectarle veneno masivamente a toda la población mundial, con el único propósito genocida de alimentar los egos sobredimensionados de los seudocientíficos; o de eliminar la competencia comercial de los grandes rivales. El problema es que al eliminar a los rivales al final se estarían autoliquidando ellos mismos, lo cual carece del más elemental sentido lógico.

Pero ahora veamos la actitud de los indolentes frente a la pandemia. En primer lugar estos individuos, de ambos sexos, se han evidenciado por rechazar el uso de las mascarillas desde el comienzo de la pandemia. Y lo siguen haciendo. O se la colocan por debajo de la nariz, bajo la creencia absurda que sólo por la boca se adquiere o se transmite el virus. Inclusive esta práctica la hemos observado en personas con nivel universitario, poniendo por los suelos la academia. Esta gente que ha rechazado el uso de las mascarillas ha sido propagadora del virus por doquier, afectando no solamente a los transeúntes o compañeros de viaje, sino, sobre todo, a sus propios parientes.

El siguiente paso de la indolencia o irresponsabilidad, ha sido el de atenerse a que los demás están vacunados y por consiguiente son inmunes al contagio. Una creencia absolutamente falsa, porque incluso los ya vacunados siguen siendo vulnerables al contagio. La vacuna definitiva, por ahora, es inexistente. Desde luego que si toda la gente se vacunara el peligro de contagio se reduciría casi al nivel cero. Pero si todavía deambulan por ahí millones de personas que se han rehusado a inyectarse las respectivas dosis, el problema sigue latente, casi como al principio. En España han entendido esta deficiencia y están obligando a medio mundo a vacunarse. De lo contrario se les niega el permiso a trabajar. Algo similar debiera ocurrir en Honduras y en otras partes del mundo, porque incluso en países poderosos millones de personas andan por las calles, hoteles, restaurantes, bares y cafeterías, sin haberse inoculado los “anticuerpos”.

Lo más curioso o sorprendente de este caso es que algunos individuos aislados obligan a sus familiares más cercanos a vacunarse. Pero ellos (y ellas) no se vacunan, quizás por problemas atávicos o por influencia de alguna secta religiosa. O por extrañas motivaciones políticas, sobre todo en países atrasados como Honduras, en donde el bombardeo negativo de las redes sociales es mayor.

A lo anterior habría que añadir que a algunas instituciones gubernamentales les hace falta iniciativa en materia de información y en la toma de decisiones. Un solo ejemplo es que casi nadie sabe sobre la necesidad de vacunarse contra la “Influenza”, precisamente en una circunstancia en que a la pandemia mundial se ha venido a sumar, ahora mismo, la propagación de esta vieja gripe que ha hecho estragos en el pasado. En algún momento será pertinente ahondar en el tema de la indolencia y en otros problemas psicológicos.

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