¿CUÁNDO FUE QUE SE JODIÓ…?

ZV
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31 de enero de 2022
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12:12 am
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¿CUÁNDO FUE QUE SE JODIÓ…?

ASOMBROSA esa incapacidad de dialogar para entenderse. Es otra forma de regresión –como lo hemos planteado en otros editoriales, de la regresión comunicacional sin precedentes a lo rupestre, prescindiendo de la letra, del alfabeto, del abecedario, del texto, sustituyendo la escritura por pichingos como el recurso generalizado de socializar– a la época de las cavernas. La involución –exacerbada por las redes sociales y sus ejércitos de zombis adictos a sus pantallas digitales, despedazándose con insultos, amenazas, y odiosidad– de la palabra usada para el entendimiento, a la total indisposición de platicar para congeniar. Hace 2,000 años Aristóteles filosofaba: Somos “animales racionales” que buscamos el conocimiento por el hecho mismo de conocer. “En años recientes, muchas características que antaño se pensaban eran exclusivas de los humanos fueron halladas en el reino animal”.

¿Qué –entonces– es lo que nos hace especiales? “Si hay algo que nos distingue de los animales es nuestra capacidad para comunicarnos a través del lenguaje”. Y habría de suponer que, si el hombre está dotado de raciocinio, el lenguaje –la palabra– es una extensión lógica de la mente y de la imaginación. Como la escritura una especie de herramienta sucedánea de la palabra oral. ¿Pero qué se ha hecho del raciocinio, y si hemos de reconocer que algún beneficio se desprende del avance del ser humano en lo que va de historia, de la civilidad, que supuestamente sea lo que nos diferencia de otros animales? Dirán que estas conductas propiciadoras de conflicto no es nada nuevo. ¿Cuántas veces el mundo ha intentado resolver sus diferencias sumido en el salvajismo de hecatombes impensables? Y si ello ha sucedido con pueblos dizque mucho más civilizados ¿qué podría esperarse de estos encendidos parajes tropicales? Agreguen a ese argumento que la polarización es mal endémico que aqueja a tantas otras sociedades que nada esperanzador podría esperarse de la nuestra, sin actitudes ni comportamientos que abonen a la armonía. Menos ahora, ya que los gigantes tecnológicos –que con sus algoritmos robotizan pueblos enteros– nutren su insaciable negocio de instigar la odiosidad y el enfrentamiento. Pero, hagamos un alto en estas suposiciones. Si aquí se quiere sembrar la noción que la sociedad debe ser reconciliada. Con todos sus defectos, la verdad es que hubo una vez –no sabríamos explicar las razones– cuando Honduras se caracterizaba por su propensión de dialogar y la disposición de los políticos, como de los sectores en general, de entenderse, consensuar, negociar diferencias, platicando.

Lo que nos lleva a parafrasear las Conversaciones en la Catedral de Vargas Llosa en aquella cita lapidaria: ¿En qué momento fue que se jodió Perú? Pues bien, cabría decir lo mismo aquí: ¿Cuándo fue que se jodió Honduras? Algunos dirán –no sin razón– que esto siempre ha estado jodido. La historia es una accidentada travesía de crisis recurrentes. Como aquella otra frase preciosa de Rafael Heliodoro Valle que “la historia de Honduras puede escribirse en una lágrima”. Cierto, pero hubo momentos en la historia reciente cuando la vocación al diálogo de los hondureños –y la fe que adelante vendrían tiempos mejores– se ofrecía como paño esperanzador para enjugarlas. ¿Será inédita la crisis que se padece? Es de magnitudes gigantescas, pero tampoco es la primer tempestad que se cierne sobre los cielos. La diferencia para encontrar salida sería la voluntad y la capacidad de recurrir a la fuente de los valores. Convenir en una condena colectiva a los odiosos y a las acciones nocivas que atizan el conflicto. Y por supuesto, recuperar, como vocación de fe, la voluntad de diálogo que, sin ello, no hay forma de reconciliación. (Aunque no es “ocho con yo”, para meter la cuchara donde no lo llaman, pueden contar con el Sisimite, si de conciliar se trata).

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