La conquista del universo

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18 de abril de 2022
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12:04 am
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La conquista del universo

(4 y final-por el momento)

Por: Otto Martín Wolf

Había especulado sobre las diferentes maneras en las que nuestra civilización puede extender la vida por el universo. Enviar nuestro ADN o RNA a planetas similares a la Tierra.

También hablé sobre unidades biomecánicas; mezcla de máquinas y humanos, indiferentes al paso del tiempo y protegidas contra la radiación y otros peligros del espacio cósmico.

Finalmente comenté sobre máquinas que se reproducen a sí mismas, que crezcan tomando minerales de otros planetas y energía de los soles cerca de los cuales fueran pasando a lo largo de su casi eterna vida.

Bien, pero hay otra manera posible, sobre la cual ya se ha especulado de alguna manera.

Qué tal la creación de naves enormes, gigantescas, que contengan vida y todo un medio ambiente autosostenible para sus tripulantes y que viajen también durante toda la eternidad por el cosmos, llevando la exploración y la vida a otros sistemas estelares y, por qué no, también a otras galaxias.

Esas naves se pegarían a un sol del cual obtendrían toda la energía requerida para mantenerse y subsistir y contendrían todos los elementos necesarios (agua, oxígeno, tierra cultivable, minerales, etc.) para que sus habitantes vivieran y se reprodujeran eternamente mientras se adentran en el cosmos.

Su velocidad sería enorme, como son las distancias a recorrer, aunque, no habiendo ninguna prisa, unos 220 kilómetros por segundo le permitirían dar una vuelta completa a la Vía Láctea en unos 250 millones de años.

Pues bien, como ya lo habrán sospechado, esa nave ya existe, usted viaja en ella, es nuestro querido -y no muy bien apreciado por todos- planeta Tierra.

Nosotros somos tripulantes de la nave espacial Tierra, en la cual viajamos por el espacio infinito y desde la cual podemos -como ya lo estamos haciendo- con el tiempo desarrollar la tecnología para enviar misiones de reconocimiento a los planetas vecinos y, también, fuera de nuestro sistema solar.

Es encantador pensar que todos aquellos que hemos deseado viajar por el cosmos en realidad ya lo estamos haciendo, en una nave enorme, nuestra, que provee todo lo que necesitamos, incluyendo protección contra la inclemencia del vacío.

Somos tripulantes de la más grande nave jamás concebida, la mejor equipada y estamos en camino de poblar el universo, como esas semillas lanzadas al aire por los árboles.

No tenemos ni necesitamos un traje espacial personal, tampoco llevar alimentos, agua u oxígeno, ¡ya lo tenemos!

Y lo que es mejor, conforme aumenta la población podemos (idealmente) producir alimentos para todos.

Tampoco tenemos que gastar energía en mover nuestra nave, su impulso nos lleva a la velocidad requerida y segura para nuestra eterna jornada.

La Tierra es nuestra nave, pero no nos pertenece, la compartimos con todos los seres vivos e, inclusive, con los minerales que la conforman, incluyendo el fuego terrible de su centro.

Cada hormiga, cada gusano, cada león, cada pez y cada ave son también sus pasajeros, así como cada hoja, semilla, arbusto o sequía gigantesca, cada alga en el mar, cada pequeño hongo e inclusive, todas la bacterias y microbios que habitan en ella, todos somos viajeros espaciales.

Dentro de 125 millones de años, cuando la Tierra se encuentre en el extremo opuesto de la galaxia de donde está ahora, ¿quién puede saber en qué nos habremos convertido, existiremos, cuál será la especie dominante?

El viaje cósmico que estamos realizando es el más apasionante que pueda soñarse y, al igual que esas películas de ciencia ficción donde los tripulantes de una nave espacial terminan peleándose entre ellos, también nos peleamos entre nosotros y cometemos estupideces contra el medio ambiente que nos permite subsistir.

De nuestro comportamiento depende no solo la conquista del espacio, sino la misma supervivencia de nuestra especie y de muchas otras a las cuales amenazamos constantemente o, en muchos casos, también eliminamos.

Somos nosotros, tripulantes involuntarios de esta maravillosa nave espacial, quienes estamos en capacidad de destruirnos o triunfar llevando nuestra especie y la vida a conquistar el universo.

Un universo está a nuestro alcance y ya estamos explorando.

Realmente nosotros somos viajeros interestelares, ¡qué maravilla!

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