La Cumbre de las Américas y el sueño de José del Valle

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27 de mayo de 2022
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12:05 am
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La Cumbre de las Américas y el sueño de José del Valle

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

La conducta restrictiva asumida por el gobierno de Estados Unidos, en cuanto a la participación en la IX Cumbre -de que será anfitrión-, revela por vez enésima su tenaz inobservancia de principios fundamentales -audeterminación, no intervención- globalmente consignados, y vuelve por los fueros del poder hegemónico so pretexto de preservar la democracia, término con que suele escudar la defensa de sus intereses en los países que cautela y en aquellos que buscan estadios de decorosa independencia.

Restarle a Cuba, Nicaragua y Venezuela el derecho de intervenir o en su caso no respetarles la prerrogativa de optar por hacerse presentes o no hacerlo por propia iniciativa; desoír voces como las de México, Bolivia y Honduras y miembros de la Comunidad del Caribe (Caricom), anuentes a una Cumbre sin exclusiones premeditadas, equivale a diluir la alegada política “de buen vecino” y abrir un frente de discordia -otro más- como si no bastase la implicación suya en el conflicto ruso-ucraniano con signos y consignas alarmantes casi tomados de la guerra fría.

Si un Estado -por arrogarse derechos extraterritoriales- no desea compartir con países que le son “hostiles”, debería abstenerse de promover en su yarda encuentros de carácter internacional, por cuanto la intolerancia deviene incómodo expediente y de ordinario provoca descalificaciones subjetivas. Se objeta, así, con dureza la asistencia de gobiernos “de izquierda”, pero se admiten regímenes conservadores y ultraderechistas -como los de Colombia y Brasil- sin ningún ápice cuestionador, e igual tratamiento acaecería con EEUU si la “Cumbre”, hipotéticamente, se efectuara en Nicaragua o Venezuela.

El “Twitter” de la Presidenta hondureña Xiomara Castro, sugiriendo la inclusión de esos países en la cita interamericana, adicionó con buen tino lo proferido por el prócer José del Valle sobre que “el estudio más digno de un americano es la América”. Resulta que el sabio cholutecano, precursor del panamericanismo, soñaba con “trazar el plan más útil para que ninguna provincia de América fuera presa ni de invasiones externas, ni víctima de divisiones intestinas”. Aconsejaba “formar el plan más eficaz para elevar las provincias de América al grado de riquezas y poder a que puede subir” y, además, que fijándose estos objetivos formasen: “1º., la federación grande que debe unir a todos los estados de América; 2º., el plan económico que debe enriquecernos”.

Con su exaltado numen, agregaba del Valle: “La América entonces; la América, mi patria…, sería al fin lo que es preciso que llegue a ser: grande como el continente por donde se dilata, rica como el oro que hay en su seno; majestuosa como los Andes que la elevan y engrandecen. ¡Oh, patria cara donde nacieron los seres que más amo! Tus derechos son los míos, los de mis amigos y mis paisanos. Yo juro sostenerlos mientras viva. Y juro decir cuando muera: ¡Hijos, defended a la América…! En este suelo nacimos; este suelo es nuestra patria. ¿Será el patriotismo un delirio?”.

Luchar contra esas “divisiones intestinas” es, pues, en buen romance exigir un trato igualitario entre el grande y el chico: entre Estados Unidos y las naciones situadas a este lado del río Bravo del norte. No hacerlo es formar coro con gargantas y medios sumisos, para quienes disentir de imperiales designios constituye un tabú, lo mismo diferir de un temprano desacierto de la nueva “embajadora”, como aconteció con el tema de la energía eléctrica bajo tutela privada.

Conque, o tiene nivel de cumbre el próximo cónclave de las Américas -a celebrarse en tierras de Emerson, Poe y Lincoln- aunque haya diferencias y disensos, o es una cita descombrada a conveniencia del gobierno invitante, en cuyo caso abundarán los consabidos menús a la carta -a la Carta Democrática Interamericana-.

Mientras lo anterior se dilucida, comparto el comentario del viejo condiscípulo Jubal Valerio, atinente a las fructíferas relaciones de Honduras en Cuba y Venezuela -y Nicaragua, adiciono yo-. De acuerdo asimismo con su punto de vista: que a la isla mayor de las Antillas y a la patria del Libertador Bolívar, deben de ir representantes triplemente solventes: en lo ético, político y profesional, a fin de ampliar -con resultados recíprocos- las relaciones con esos pueblos y gobiernos que, admítase o no, han impartido lecciones de dignidad y de desprendido afecto internacional.

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