¿A LA CALLE?

ZV
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2 de diciembre de 2022
/
12:53 am
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¿A LA CALLE?

COMO quedamos de ir mezclando lo “poético” con las penurias de la cruda realidad –aunque solo fútbol importe al fanático auditorio– captó nuestra atención este titular de portada en LA TRIBUNA: “1,500 profesionales salen a la calle”. Leyendo la noticia, otro titular más explícito –“Más de 1,500 nuevos profesionales entrega la UNAH a Honduras”– uno se entera que se trata de las graduaciones de fin de año que realizan todos los centros de enseñanza superior. (Un halago –dado los obsoletos currículos académicos de todo el sistema y la pésima calidad educativa, en todos los niveles, que colocan al país en la cola de la cola de lo que debiese ser el cimiento sólido sobre el que se construye el edificio de todo lo demás– decir que lo que se imparte sea “educación superior”). La bajada de la nota informativa pareciera ser más esperanzadora: “En los actos ceremoniales se entregaron 5,202 preseas que reconocen el empeño de jóvenes en sus años de estudio”.

Quizás –lo decimos con optimismo– las excepciones dentro del montón. Del círculo perverso expuesto en editoriales anteriores de un sistema educativo donde muchos de los que forman adolecen de la aptitud de enseñar y un montón de los que estudian no tienen deseo de aprender. Todos, maestros y estudiantes –ni hablar de la robotización mental consecuencia de la dañina adicción a sus chunches tecnológicos– con el pasar del tiempo, han bajado la guardia. “Lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante”. Ahora bien, lo llamativo del citado titular –la redacción busca abreviar los encabezamientos con un mínimo de palabras– es que lejos de ser hipérbole es una realidad. Cualquier cantidad de los titulados van a la calle. ¿Cuántos de ellos van a encontrar trabajo? Esa es la calamidad. Cartones –muchos ganados con esfuerzo y sacrificio– para enmarcar y tapizar las paredes. El mercado de trabajo no los absorbe. Aquí existe una abismal distancia entre lo que la academia gradúa con la necesidad demandada por el mercado laboral. Por ello hemos insistido que se “educa para un mundo que ya no existe”. Sin perspectiva que vaya a realizarse una categórica transformación del herrumbrado sistema educativo que afinca al país a su condena tercermundista. Pero el colmo, tolerar –sin inmutarse– la vergüenza que el país figure –según revela la prueba PISA, en educación básica; las ciencias, la lengua y las matemáticas– tres años atrás de la media mundial. No ignoramos que insistir sobre esta bochornosa fatalidad –más ahora en temporada del espejismo futbolístico que insensibiliza el más grave de los problemas– es como hablar con las paredes.

No aspiramos a reacción alguna –ni del entorno decisorio– más que la respuesta de varios afiliados al colectivo de Winston y el Sisimite –los que leen, porque otros ni con el bocado en la boca lo mastican– que “por supuesto, la educación es la base del desarrollo nacional, y siga martillando”; aunque allí –para amenizar con una popular tonadita de viejos tiempos– murió la flor. A lo anterior, para no ahogarse en pesimismo, la máxima casa de estudios de educación superior sacó un documento. Solicita “a las autoridades, diseñar e implementar una estrategia orientada hacia el mercado laboral, cuya finalidad sería impulsar un Plan Nacional de Generación de Empleo”. Plantean “reorientar el sistema educativo en todos los niveles para alinearlo con la estrategia, de manera que, la formación del recurso humano responda a las necesidades que demande el proceso de desarrollo del país, orientándolo hacia la innovación tecnológica y la implementación de nuevos modelos de negocios”. Eso debiese ser motivo de debate de rectores y autoridades educativas, en ese foro que tienen, que presume impartir las directrices nacionales sobre la materia. ¿Quiénes de ustedes abrigan la fe que algún día vaya a producirse ese debate? (Si esta es repetición, abreviada, de cosas que ya se han dicho, la moraleja sería la misma: El problema sería –según el Sisimite– que los llamados a arreglar el problema, son el problema).

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