Nos han robado todo; que no nos roben la fe y la esperanza

MA
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20 de agosto de 2023
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12:51 am
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Nos han robado todo; que no nos roben la fe y la esperanza

Arq. Óscar Cárcamo Vindel

En definitiva, y con dignificantes excepciones, los políticos de raíz doméstica, vienen a ser todos iguales, y por mucho que sea el resuelto empeño de acicalar un disfraz de colores partidarios que los distingan; los azulados, colorados y rojinegros; al final de cuentas, son miembros de la misma jauría, al momento que muestran acciones de evidente ambición por engullir fétida carroña. Ya lo decía aquel día, nuestro Señor Jesucristo -“lobos vestidos con piel de oveja”-.

Y lo remarcaba Juan, el apóstol bien amado, en el libro de Apocalipsis; “con apariencia de piedad, pero que su boca habla como serpiente”. En verdad que sus heterogéneas acciones los condenan; superlativamente codiciosos, de escasa sensibilidad social, infatuados del poder y adoradores del dios dinero; se desentendieron como individuos indolentes; de la escasez del pobre, del sufrimiento del indigente, de la aflicción del enfermo y el abandono del desvalido. Por el contrario, sobradamente arrogantes, se presumen intolerantes a la crítica, y se dignifican engañosamente como aventajados caudillos de posturas irrazonables e impertinentes. Por el contrario, juzgue usted, como las palabras del Señor Jesús les sentencia con la siguiente máxima, -“por sus frutos los conoceréis”-;

  1. Nos robaron la sagrada unidad; entre tanto, ellos (los innombrables), muy a pesar de residir en una nación con las inigualables cualidades de poder convivir en sosegada unidad, por estar conformada por ciudadanos muy semejantes, amalgamados en una misma raza mestiza, lenguaje criollo y religión cristiana; sin embargo, con extrema perversidad, lograron hábilmente con argucias enemistar a los cercanos hermanos y fraccionar airadamente la cándida familia hondureña. Empuñaron el estandarte de la nociva apología del odio entre los ricos y pobres, y la malsana confrontación ideológica entre la izquierda y la derecha, y de esta manera consumaron para su ambicioso beneficio el popular refrán de “divide y vencerás”.
  2. Nos robaron la sagrada autoestima; entre tanto, ellos (los innombrables), como consecuencia de sus incontables promesas quebrantadas, su abundante verborrea de crecidas falacias y por sobre todo, las extensas décadas de innumerables fracasos, injusticia social, corrupción y un desempeño enteramente sintetizado en la vil mediocridad; está recurrente incidencia, impactó sensiblemente en la autoestima del hondureño, haciéndonos creer que de alguna manera habitamos en una nación condenada al fracaso, en donde carecemos de la capacidad de lograr hacer las tareas con éxito. En consecuencia, nos sentenciaron a convivir con un permanente sentimiento de afligida desesperanza y con desencanto ante las expectativas del sombrío futuro de nuestra maltrecha nación.
  3. Nos robaron la sagrada ciudadanía; entre tanto, ellos (los innombrables), se enriquecen copiosamente, nuestros amados hermanos hondureños, ante la falta de oportunidades, empleo y seguridad; no por miles, más bien por millares, se ven forzados a la inhumana emigración irregular, y de este modo renunciar a su sagrada ciudadanía. En consecuencia, se convierten en una suerte de bastardos en otras naciones, al desfigurarse en personas de segunda clase, como individuos desterrados que conviven en la sombra del terror de la oculta ilegalidad, bajo la pertinaz amenaza de la cruel deportación.
  4. Nos robaron la sagrada paz; entre tanto, ellos (los innombrables), habitan despreocupados y gozan de la tranquilidad de la seguridad; el pueblo sufre la incertidumbre de la amenaza cotidiana de la violencia y la criminalidad, circulando por las desvencijadas callejuelas, en actitud de humillación y cabizbajos, como subyugados ante la intimidación pertinente de los desalmados delincuentes, que dominan y controlan resueltamente las ciudades, ante el desafecto de la indiferencia de los innombrables. Y qué decir de la pena de muerte de facto, que se cierne sobre las vidas de aquellos miles de ciudadanos, irremisiblemente sentenciados al martirio, si llegan a incumplir con el pago de la renta del perverso impuesto de guerra.
  5. Nos robaron la sagrada salud; entre tanto, ellos (los innombrables), gozan de abultados salarios y despilfarran el limitado presupuesto nacional, enchumbando a sus prosélitos en supernumerarias manchas bravas, colectivos y dragones rojos; el pueblo agoniza de dolor y sufrimiento, sin acceso a la dignificación de un adecuado sistema de salud. A los tales, se les puede imputar de la responsabilidad del delito de agredir el derecho humano de la ciudadanía, impidiendo la oportuna atención y tratamiento médico del ciudadano hondureño.

Realmente los hondureños nos advertimos en condición de indefensión, a merced de la inoperancia y el despropósito. Sin embargo, en contraposición los que nos conducimos rectamente, guardamos la certidumbre de una robusta fe, la fortaleza que atesoran los que cultivan una firme relación con Dios, y en consecuencia, nos impulsa el Espíritu de una vigorosa esperanza, que los justos y competentes somos una basta mayoría, y que logramos hacer la diferencia en los miles de lugares en donde nos desempeñamos. Que el Señor Dios es justo y finalmente; traerá juicio en contra del malvado y la justicia brillará como la luz del día, cuando se establezcan cientos de lideres como Moisés, y nos desarraiguen de este desierto y nos conduzcan a la tierra prometida que en verdad los hondureños ameritamos.

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