¿POR LAS OREJAS?

MA
/
20 de marzo de 2024
/
12:25 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
¿POR LAS OREJAS?

A propósito de la celebración, ayer, del Día del Padre, una lectora del colectivo envía un relato que, si mal no recordamos, hace meses utilizamos en un artículo anterior: “Decía, cuando yo tenía 4 años: Mi papá puede hacer de todo”. “5 años: Mi papá sabe un montón”. “6 años: Mi papá es más inteligente que el tuyo”. “8 años: Mi papá no sabe exactamente todo”. “10 años: En la época en que mi papá creció, las cosas seguramente eran distintas”. “12 años: Oh, bueno, claro, mi padre no sabe nada de eso. Es demasiado viejo para recordar su infancia”. “14 años: No le hagas caso a mi viejo. ¡Es tan anticuado!”. “21 años: ¿Él? Por favor, está fuera de onda, sin recuperación posible”. “25 años: Papá sabe un poco de eso, pero no puede ser de otra manera, puesto que ya tiene sus años”. “30 años: No voy a hacer nada hasta no hablar con papá”. “40 años: Me pregunto cómo habría manejado esto papá. Era inteligente y tenía un mundo de experiencia”. “50 años: Mi papá lo sabía todo. Daría cualquier cosa porque estuviera aquí, para poder hablar esto con él”. “Qué pena, no valoré lo inteligente que era; podría haber aprendido mucho de él”.

Otra colaboración remitida por un afiliado al colectivo: El cuento del burro y la lluvia: “Se dice que una vez el rey decidido hacer un paseo en el campo con su esposa e hijos. Antes de salir de su palacio el rey miró el cielo y parecía que iba a llover. Para estar seguro si no iba hacer un mal día, el rey mandó a llamar al asesor del tiempo. El rey le dijo: “mi amigo, quiero que digas ¿si va a llover?”. Voy a salir con mi familia a un paseo de campo, pero no quiero terminar mojado. El asesor del tiempo comenzó a revisar hormigas por el suelo, porque se decía que, si había hormigas caminando, iba a llover. También se puso a oler el aire, y miró hacia el horizonte en donde estaban las nubes. Muy seguro de su respuesta le dijo al rey: “su majestad puede ir tranquilo a pasear con su familia”. “Le puedo asegurar que no va a llover”. Es así como el rey sacó su carruaje y con un par de hombres de confianza, salió hacia el bosque más cercano de su castillo. Cuando estaba a medio camino, encontró un anciano que venía montado en su burro. El anciano se quedó sorprendido al ver al rey y le dijo: “su majestad lamento molestarle su viaje, pero es mejor que se regrese”. “Se avecina una tormenta muy fuerte y es mejor que se quede en su palacio”. El rey sonrió irónicamente y susurró: ¿qué va a saber este pobre campesino del tiempo? Apuesto que ni siquiera sabe leer ni escribir. Contrariado le preguntó a uno de sus hombres de su confianza: “¿Tú a quién le crees, a este pobre hombre o a mi asesor del tiempo?”. La respuesta es muy obvia: “Su majestad, este campesino ni siquiera tiene estudio, en cambio, su asesor del tiempo es un tipo que ha estudiado”, contestó el hombre de confianza”.

“Así continuaron su viaje, pero tal como lo había pronosticado el viejo campesino, comenzó a llover muy fuerte. El rey y su ayudante terminaron empapados. Encima de ello, el carruaje quedó atrapado en el barro. Tuvieron que regresar a un pueblo cercano para pedir ayuda. El rey mandó a llamar al pronosticador del tiempo. Furioso, lo despide por haberle fallado. Después de eso, el rey mandó a llamar al anciano. El anciano llega un poco nervioso y le dice: “Señor, lamento lo que le ha pasado”. El rey sin tanto rodeo le propone que sea su nuevo asesor del tiempo. El anciano se quedó sorprendido y le dice: “Señor, yo no conozco nada sobre el tiempo”. “Me honra mucho con su pedido, pero no sé nada de eso”. -“Entonces, ¿cómo pronosticaste que iba a llover?”, dijo el rey. -“La verdad señor, es que cuando mi burro tiene las dos orejas alzadas es que va a ser un día muy soleado”. “Cuando tiene una oreja abajo y la otra arriba, va a ser un día normal”. “Pero cuando tiene las dos orejas abajo, es porque va a llover”. Muy sorprendido el rey, contrató al burro y lo nombró como el mejor consejero del clima. Así comenzó la historia de contratar burros como asesores”. “Se cree que desde entonces tienen los puestos mejor pagados asesorando a gobernantes y distintos reinos”. (¿Qué cuento te gustó –entra el Sisimite– el del padre y el hijo o el del burro y el rey? -Pues bien –responde Winston– como yo estoy chiquito, voy a tener que decir que vos lo sabés todo. Y si no, por viejo, ya deberías saberlo. ¿Y si querés saber si va o no va a llover, mirame cómo pongo las orejas? De momento lo que no se aguantan son esos pavorosos incendios, basta que mirés cómo ando los ojos irritados. -Quemaron La Tigra –se lamenta el Sisimite– uno de estos días, los pirómanos –amparados por la indolencia de los responsables de proteger los bosques– le prenden fuego a estas montañas donde vivo).

Más de Editorial
Lo Más Visto