El ejemplo de Morazán

OM/21 de April de 2020/01:25 a.m.

Por Juan Ramón Martínez

Ningún país estaba preparado para enfrentar la pandemia del coronavirus. Ni en términos sanitarios y tampoco en investigación científi ca para responder rápidamente. Los que han marcado la diferencia, ha sido más por razones culturales que, por otra cosa. Por ejemplo, Alemania y Holanda son dos sociedades más disciplinadas; más sometidas al cumplimiento de la ley; al respeto de la autoridad y para actuar en forma colectiva.

Sus partidos políticos incluso, tienen una enorme capacidad para pactar en tiempos normales y para aparcar sus diferencias que otras sociedades, más nerviosas, inquietas y politizadas. España por ejemplo, pese a los daños que ha recibido, muestra más difi cultades para que sus partidos apoyen las medidas gubernamentales. Lo político se impone sobre el peligro y las discusiones son, interminables. En cambio Taiwán, una sociedad democrática; pero de fi losofía oriental, sus partidos han dejado a un lado sus diferencias y han dado respaldo a su gobierno para lograr lo que, muy pocos han hecho: controlar la pandemia, estando muy cerca del foco inicial del virus y su propagación hacia occidente. Pese a lo que se diga, no hemos tomado conciencia de la peligrosidad que representa la pandemia.

La falta de confi anza entre el Colegio Médico, partidos, grupos de la sociedad civil y el gobierno, es notoria. Sin desconocer que algunos funcionarios del gobierno no entienden las dimensiones de sus responsabilidades y las obligaciones del cargo, han incurrido en errores y acciones dolosas, inaceptables; pero no cabe duda que, incluso sin esos delitos y estupideces, hay una fuerte carga política en el enjuiciamiento de lo que hace el gobierno, que en la crisis actual carecen de sentido. El tono de la presidente del Colegio Médico; las discrepancias sobre la información que dan los médicos de distintos hospitales de SPS, e incluso la carta de José Manuel Matheu –a quien conozco porque atiende algunos de mis problemas de salud– dan la impresión que hay en crecimiento, un tono de crispación que es incapacitante para enfrentar la peor crisis que hemos tenido en la historia.

El ejemplo de Morazán

Por supuesto, no pretendo decir quién tiene la razón. De repente ambos la tienen. Lo que es obligado, es preguntarnos porqué no ponernos de acuerdo cuando enfrentamos un peligro de tal dimensión, que no solo afecta la vida de nuestro pueblo, sino que además, lesiona la frágil economía que, desde hace años, ha venido renqueando visible y dolorosamente.

En muchos médicos, especialmente entre los más entusiasmados con las cámaras, notamos falta de sentimientos humanitarios y daños en su capacidad para entregarse compasivamente en favor de los demás. En muchos funcionarios –miembros de una generación que no estaba preparada para gobernar y para enfrentar una crisis como la que nos rodea– apreciamos inconciencia, arrogancia, deshonestidad, e incluso duda a quién deben ser leales, si a JOH, a la ley o al bienestar de los hondureños.

Y para terminar, en órganos como el CNA, algunos líderes empresariales y la Conferencia Episcopal Católica, se nota falta de confi anza en el interlocutor al cual se dirigen. Y no transmiten, esperanza –como es su obligación– para que, pese a la gravedad de los problemas enfrentados, vía cooperación, sintamos como en otras oportunidades, que fi nalmente saldremos adelante. Aquí priva la desconfi anza. El deshonesto, es el otro.

Hay veces que lo son. Nosotros, tenemos la razón. Hay un gozo malsano, en mantener el desacuerdo, el mayor tiempo posible. Esta cultura confrontativa, fruto de muchos componentes históricos, políticos, religiosos, psicológicos, nos ha impedido desarrollarnos en paz y lucir fuertes en situaciones irregulares como la actual. Siendo imposible cambiar de un día para otro, debemos por lo menos, pactar una tregua, en la cual el gobierno ceda, facilitando la participación de sus “enemigos” –porque actúan como tales– y estos, nos confi rmen que tienen más capacidad y honradez, para manejar las cosas.

Por qué no, entonces entregar a los “disgustados” –Suyapa Figueroa, CNA, empresarios enojados, católicos celosos por el avance de los evangélicos– el manejo de la crisis? De repente podrían hacer las cosas mejor que lo que ha hecho el gobierno, hasta ahora? Con más honradez y austeridad, evitando ser engañados por empresarios deshonestos. Y vía prueba y error, en una crisis que ha rebasado nuestras capacidades, darnos mejores soluciones, trabajando más. Morazán, lo hizo frente a la rebelión de los “olanchanos”. Y le funcionó.

Noticias Relacionadas:

El ejemplo de Morazán