Reactivación agrícola

ZV/23 de May de 2020/12:08 a. m.

Por: Carolina Alduvín

Pocos estudiosos o especialistas pueden dar una definición precisa al término neoliberalismo, el resto de los mortales, lo que alcanzamos a entender, gracias al manoseo que se hace del mismo en los discursos de los políticos -especialmente los de izquierda- es prácticamente la raíz de todos los males que padecen las sociedades, especialmente las del llamado tercer mundo. A tal modelo económico se le atribuye el descuido o postergación por parte de los estados nacionales de los aspectos sociales más importantes como salud, educación y desarrollo agropecuario, la privatización de los servicios públicos y el concesionamiento de la infraestructura, entre otras desagradables medidas, todo en nombre de conservar el privilegio de seguir endeudando a las presentes y futuras generaciones.

La pandemia, además de exacerbar las carencias de los hospitales, de alguna forma, hace que el gobierno caiga en la cuenta que la producción de alimentos es vital y, luego de décadas de olvido, de la noche a la mañana, pretende reactivarlo emitiendo una nueva ley. Sería magnífico y hasta viable, si no estuvieran de por medio los mismos intereses creados de toda la vida. La Ley de Emergencia para la reactivación del sector agrícola, pecuario y forestal para el combate a la pobreza, contempla la creación de una comisión encargada de elaborar el inventario de expedientes que constituyen la mora agraria, esos que se encuentran pendientes de resolución final en el INA, el CNA y la CSJ.

La pregunta es, si no se han resuelto en décadas, ¿será que quienes hasta ahora lo han impedido, lo van a permitir? O, ¿es la COVID-19 tan alarmante para que terratenientes, leguleyos y oportunistas se arrepientan y cambien su inveterada conducta? Todos sabemos o imaginamos las respuestas. La propagación del virus y las medidas de prevención están dejando sin ingresos a miles de mujeres de la economía informal y, las expone a mayores riesgos de violencia intrafamiliar; se dice que, la nueva ley aseguraría el goce de los beneficios de la Ley de Reforma Agraria y permitiría a las mujeres titularse como propietarias.

La pandemia requiere políticas públicas de inclusión social; sin embargo, en los últimos años, han procesado a miles de campesinos por conflictos de tierras. La nueva ley propone acciones de legalización de tierras a favor del campesinado, para reducir la criminalización y judicialización de quienes proveen alimentos en plena crisis. ¿Va a funcionar? Aun en plena pandemia, el 86% de las mujeres y el 65% de los hombres rurales carecen de tierra, pero cultivan y producen alimentos para las ciudades. La nueva ley propone asegurar acceso a la tierra e incentivos para los campesinos, organizados o no, donde han vivido o trabajado ininterrumpidamente durante al menos 10 años y, no tienen expedientes iniciados en el INA.

Si la nueva ley se cumple, las tierras deberían ser tituladas a su favor, garantizando trabajo y tierra para combatir la pobreza en áreas rurales. Lo cierto es que, pandemia o no, seguimos consumiendo las cosechas de miles de campesinos, la nueva ley garantiza acciones concretas para asegurar acceso a la tierra, crédito, asistencia técnica y mercados justos a los pequeños productores en todo el país. Tendría que verlo para creerlo.

Alternativamente, no falta quien proponga volver a la costumbre de cultivar huertos familiares, incluso urbanos en cualquier espacio disponible; para lo que se enumeran algunas razones: 1) economía, cultivar en casa significa un ahorro significativo, cada metro cuadrado puede dar unos 20 kilogramos de alimentos cada año. 2) Salud, tenemos la seguridad de que lo que sembramos y cosechamos está libre de pesticidas, agroquímicos y hasta contaminantes. 3) Contribuye a disminuir el impacto ambiental, genera espacios verdes que reducen el calentamiento global y recicla materiales que de otra forma irían al basurero. 4) Ayuda al abastecimiento del hogar en tiempos de prevista escasez. 5) Desarrolla valores como gratitud, paciencia, conciencia del trabajo que implica poner alimentos en la mesa, responsabilidad y disciplina para que las plantitas no se mueran. 6) Fomenta las relaciones familiares y 7) Nos pone en contacto con los ciclos de la naturaleza, brindando la oportunidad de comprenderla, respetarla y colaborar con ella. Una experiencia nueva para muchos y nada despreciable en el confinamiento forzoso que vivimos.