Empresaria Pamela María Ayuso Hasbum: “Vemos a Honduras como nuestra casa”

MA/16 de October de 2021/12:35 a. m.

Jugar con sus hermanos, pasear en familia y vender detrás del mostrador del icónico almacén “Acapulco”, en el centro de la capital, marcaron una época de la vida de la empresaria y escritora Pamela Ayuso, quien pasó de ser una exitosa inmigrante en Estados Unidos a ser la esposa del empresario y político José Simón Azcona Bocock y ahora, gerente de la empresa Celaque, pionera en la construcción de viviendas y oficinas verticales.
¡Ofrezca, usted ofrezca! Fue la lección que le dejó su abuelo y que siempre recuerda, cuando comenzó en el negocio. Y hoy, varias décadas después, esa lección sigue siendo la regla para alcanzar el éxito de su empresa, además de otros ingredientes.
Además, de esa faceta de empresaria, esposa, madre, es escritora. En su última obra, la autora de “Heptagrama, el sistema de diseño empresarial de 7 pilares en el siglo XXI” muestra el método para conquistar con éxito el mercado en esta centuria. El libro no solo contiene una serie de recomendaciones, sino que muestra un método que ha funcionado en la práctica, en las empresas de las cuales Ayuso es fundadora.
Grandilocuente, en su blog pamelaayuso.com comparte sus historias e interactúa con sus lectores, ahora lo hace con DÍA 7.

–¿En qué circunstancias nació en Guatemala?
Mi papá era guatemalteco, entonces allá vivíamos. A su fallecimiento (yo tenía cinco años) nos regresamos a Tegucigalpa.

–¿Qué recuerda de su niñez?
Mis recuerdos incluyen muchas cosas: jugar con mis hermanos, paseos en familia, la convivencia con la familia, lo normal en una familia, me parece.

–¿Cuál fue su primer trabajo?
Mi primer trabajo fue en la tienda de mi abuelo, el Almacén Acapulco. Un lugar muy querido. Siempre en las vacaciones me iba a trabajar ahí.

–¿Y qué hacía?
Vendía. Mi abuelo me enseñó a vender en el almacén, aunque después yo pasé a vender edificios y de él fue que yo aprendí a vender.

–¿Cuál era el secreto de su abuelo?
Ofrezca, ofrezca, usted ofrézcale al cliente, me decía.

–¿Cómo se tradujo la primera lección de su abuelo en un exitoso negocio?
Estudié, como mi mamá era viuda, yo estudié en Estados Unidos y trabajé al mismo tiempo y tenía, hasta uno y dos trabajos.

–¿Le tocó vender pizza o algo así?
Trabajé primero en una cafetería y después logré conseguir un trabajo en un laboratorio de computadoras, donde yo aprendí a manejar las computadoras. En la empresa implementamos sistemas y lo aprendí desde la universidad. Daba tutorías y a partir de ahí comencé a trabajar de contadora, llenaba los informes fiscales con arreglo a las leyes de Estados Unidos. También hice una práctica en New York y a partir de ahí me quedé trabajando en Estados Unidos.

–Quizás en ese tiempo no había tanta fuga de talentos…
Yo siento que sí había fuga de talentos, mi mamá estudió acá en Tegucigalpa y miramos su anuario y casi todos sus compañeros no viven en Honduras, se fueron.

–¿Cómo llega a la Universidad de Columbia?
Ya estaba en Estados Unidos, con trabajo establecido, tenía mi número de seguridad social en Estados Unidos, mi vida estaba hecha. Logré conseguir mis visas de trabajo y ya me estaban arreglando mi “green card”, pero cuando yo fui a la Universidad de Columbia, yo empecé a sentir el deseo de regresar para aportar al crecimiento de Honduras.

–¿Qué la hizo regresar?
Si me quedaba en Estados Unidos, obviamente iba a tener un buen trabajo y mi plan era aportar a las ONG pro Honduras para recaudar fondos, pero la maestría que saqué en la Universidad de Columbia tenía un componente económico muy fuerte y ahí me di cuenta que para que un país salga adelante, debe hacerlo de forma orgánica, a través de las empresas y los trabajos.

¿Cómo materializar su deseo?
Me di cuenta que yo quería manejar una empresa para darle oportunidad de trabajo a otros para que se desarrollen. El desarrollo se da cuando uno tiene un buen trabajo, manda a sus hijos a la escuela, compra una casa, un carro, se va desarrollando. Hay un efecto multiplicador y eso es lo que yo quería hacer.

–¿Cuándo comienza a darle vida a su sueño?
Cuando yo regresé a Honduras, me casé con José y tenía dos opciones: trabajar con él en la empresa que él había creado, que se llama Alianza o trabajar en un banco, algo corporativo. Finalmente, dije: no, trabajemos juntos.

–¿Fue bueno trabajar juntos?
Ahí empecé a ver cómo era trabajar en una empresa que estaba creciendo, no trabajar en un banco establecido. Era una empresa con menos de 10 empleados, donde aprendí a hacer todo o casi todo: contabilidad, mercadeo, ventas, finanzas, implementar sistemas, legales y posteriormente fundamos la empresa actual.

–¿Cuál es su nueva empresa?
Celaque, como la montaña (cordillera).

–¿Qué le pasó a Alianza?
Cerró como empresa y nos dedicamos a Celaque.

–¿Son los dueños de las torres?
Somos desarrolladores, no dueños de los edificios. Los dueños son quienes compran. Alianza 1 y 2 fue vendido por completo, ya no tenemos nada que ver ahí, sino los dueños.

–¿Qué hace un desarrollador?
Compra un terreno y levanta un edificio, lo diseñamos, hacemos los trámites y cumplimos con los permisos. Se construye, se vende o se alquila y solo administramos. Agalta, en el edificio donde estamos, por ejemplo, tenemos equipos que venden y alquilan y otros que lo administran.

–¿Cuántos edificios han construido?
Entre Alianza y Celaque ya vamos por el edificio número 14 en Tegucigalpa.

–¿Y habiendo pandemia, son tiempos buenos para ustedes?
Le tengo que dar una respuesta mezclada, hay rubros, como los departamentos (residencial) cuando uno se encerró solo miraba su casa, entones el rubro residencial creció, precisamente por esa demanda de la gente por sus espacios llegué a lo que ellos quieren.

–¿Qué ofrecen a los compradores?
Nuestra empresa ofrece diversificación, porque tenemos oficinas y apartamentos y nos ha ido bien. No es ningún secreto que hay un déficit habitacional en Honduras por eso nos ha ido bien apostándole a este rubro de los apartamentos. Gracias a Dios, la gente decidió invertir sus fondos en eso. Ahora, el rubro de oficinas sí se ha visto afectado. Acacias San Ignacio se vendió bien en pandemia.

–Son los pioneros de la vivienda vertical, algo que era poco usual en la capital.
Eso nos dicen, creo que es una necesidad en esta ciudad invertir en vivienda y nosotros, como Celeque, nunca vamos a cubrir toda la demanda habitacional que hay, en los distintos niveles económicos, donde hay menos recursos.

–¿Cuántos años lleva en la industria inmobiliaria?
13 años y con Celaque menos.

–Celaque solo construye edificios de apartamentos u oficinas?
Estamos enfocados en lo que conocemos. No le apostamos a obras públicas de gobierno.

–Usted y su esposo pueden vivir donde quisieran, ¿qué los hace invertir su capital hondureño en su país?
Vemos a Honduras como nuestra casa. Yo fui migrante y uno, por bien que esté en otro país, siempre se siente desanclado (por 10 años viví en Estados Unidos) y me daba envidia que mis amigos iban el fin de semana donde su mamá y todo eso. Aquí está mi madre, mi familia, mi escuela y todas las calles me las conozco. Honduras es mi casa. En todos los países hay problemas y desafíos.

–¿Cómo financian sus proyectos?
Con préstamos que nos dan los bancos locales.

–¿Qué cargo tiene en Celaque?
Gerente general. Tenemos muchas mujeres trabajando con nosotros y trato de ser cuidadosa que haya igualdad de salarios, que las mujeres y los hombres sean pagados según lo merecen.

–¿No hay problemas en la pareja por compartir el matrimonio y el trabajo?
No, nuestros roles son bien claros. En las redes, hablaba de esto mismo. La cadena de comando está bien definida, todo mundo está claro. Llevamos tanto tiempo juntos que muchos de los problemas ya los hemos resuelto.

–A parte de la faceta de empresaria, también escribe y “bloguea”…
Tengo “hobbies”: pinto y descubrí la cocina en la pandemia (como el resto de la humanidad) agarré el libro de El Arte de la Cocina Francesa de Jullia Child e hice todas las recetas, llevan mucha mantequilla y crema eso nos hizo tener colesterol, ahora solo agarro las recetas que no son tan malas.

–La cocina francesa contada por una gringa debe ser muy difícil…
Pero le enseña a uno a hacer las cosas. Cocinar es mi “hobbie” y me gusta mucho caminar entre la naturaleza.

–¿Dónde inicia la carrera como escritora?
En el 2016. Algo dentro de mí me decía: ¡Pamela, escribí! Mi tercera hija ya había nacido y mentalmente cerré esa puerta y me dije que era momento de hacer otra cosa, comencé a escribir artículos sobre cómo hacer negocios en pamelaayuso.com y en el 2017 comencé a publicar mis artículos. Después, escribí un libro de niños “Alicia y Cone Pintan un Mural”, basado en mis tres hijas. En mayo de este año publiqué Heptagrama. Tengo otro libro de niños listo para sacarlo cuando todo esté más abierto, porque me gusta leerles a los niños.

–¿Qué nos cuenta en sus publicaciones?
En mis artículos yo soy bien abierta. Abro las puertas para que la gente vea qué requiere un trabajo como el mío. Liderar una empresa no es fácil. Nos hemos triplicado en personal en el 2020, ha sido un crecimiento bárbaro, pero el camino no es fácil y no quiero que la gente vea como si esto ha sido un cuento de hadas.

–¿Y en Heptagrama?
Heptagrama son todos mis secretos de cómo construir una empresa.

–¿Y hay un secreto?
No, en Heptagrama hay más de uno… tengo siete pilares: estructura, procesos, sistemas informáticos, métricas, confianza, auto aprendizaje y plasticidad.

–¿Qué será que somos tan pesimistas en Honduras y perros para hablar mal de nuestro país?
Ese es el problema, que yo no entiendo y creo que es una conversación de esta sociedad que aquí nada sirve, que no servimos, que nada va para adelante y sabe qué yo tengo amigos en El Salvador y Guatemala y no hablan así de sus países y la verdad es que ellos están en la misma posición que nosotros. Incluso, yo hablaba con alguien de Nicaragua actualmente y pese a todo tienen un sentido patrio bien fuerte.

–Hay empresarios que mejor sacaron su pisto para afuera, ustedes no…
Celaque ha aprovechado ese miedo de invertir acá y tenemos cosas buenas que aportar a Honduras. Yo estoy orgullosa del equipo que hemos formado en Celaque y todos son hondureños.

–¿Capital catracho?
Totalmente, porque creemos en Honduras, los problemas que tenemos existen en todos lados. Honduras tiene mucho que ofrecer y querer es poder. Cuando uno quiere, busca la forma de hacer las cosas. Yo estudié negocios, pero no sabía nada de cómo fundar una empresa, pero me puse a leer y a estudiar y fundé una empresa. A prueba y error, yo he fallado más que cualquiera, aprendimos y manejamos la empresa.

–¿Celaque tiene algo que ver con la identidad?
Todos los edificios nuestros reflejan la identidad nacional, por eso hemos usado nombres muy patrióticos: Agalta, parque nacional en Olancho, Celaque, la cordillera y el Centro Morazán. Tenemos nombres clásicos: Astria, Atenea, Metrópoli.

–¿Por qué no le entraron al Centro Cívico?
Porque no somos contratistas, somos creadores, desarrolladores.

–¿Hay una personalidad en sus creaciones?
Cada edificio es hijo del siguiente y vamos aprendiendo uno del otro. Centro Morazán es diferente a todo lo que hemos construido y Agalta es otra cosa, con paneles solares, áreas comunes que la gente pide para el confort porque el edificio es una comunidad, es de todos.

–¿Hay nuevos desafíos que usted quiere alcanzar?
Ser madre en la pandemia ya es bastante estrés, aprender a cocinar, sacar Heptagrama me puso en el límite. Quiero hacer un mejor trabajo, aunque no me ponga tantos objetivos, pero quiero estar balanceada. Me encantaría ver una conversación positiva sobre Honduras.

–¿Son efectivos esos pilares del libro?
A mí me han dado resultado, pero sabe qué, hay que ser ordenado y tener la capacidad de adaptarse y crecer.

–Finalmente, ¿qué ha sido lo más difícil que ha hecho?
Ser madre y a la vez es el mejor regalo que me dio Dios, ser madre de mis tres hijas. Uno hace lo mejor que puede, pero no hay una receta para ser buenos padres.