LETRAS LIBERTARIAS: Para cambiar el orden de las cosas

ZV/13 de April de 2024/12:04 a.m.

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Después del fracaso estrepitoso de todos los gobiernos que nos han dirigido desde 1982, resulta claro e incontrovertible que hemos perdido por completo la razón primordial de la política, que es, en esencia, buscar la convivencia fraterna de todos los sectores de la sociedad, y facilitar los espacios para que los individuos podamos desarrollarnos según nuestras posibilidades personales. Y esto no es retórica ni cursilería barata.

¿Qué otro camino nos queda, entonces? Porque, hasta donde vemos la situación, nos encontramos más divididos y confrontados que nunca, cuando se supone que nos encaminamos por la senda de una supuesta reestructuración de la sociedad. La mala noticia es que este nuevo evangelio no encuentra correspondencia con la realidad, mientras que a la par de la propaganda, las cosas se precipitan cuesta abajo y aceleradamente.

Sin pecar de idealismo, los tiempos se presentan históricamente propicios para reformar radicalmente el sistema político hondureño e instaurar un nuevo orden exento de la polución y la avaricia de grupos privilegiados que han impedido por décadas el desarrollo del país. Se requiere una nueva visión política que sea el reflejo de la realidad nacional y no del cinismo discursivo tradicional; que impulse la voluntad de los líderes de la sociedad civil, conforme a las necesidades fundamentales de nuestra población. Isaiah Berlín decía: “Los hechos, busquemos los hechos que ahí se encuentra la verdad”. Nuestros hechos hablan por sí solos; no necesitan de tanta pesquisa académica.

Por tanto, cualquier reforma que pretendamos instaurar deberá surgir de preguntas obligadas que propulsen la voluntad de los individuos organizados: ¿Cuáles son los problemas más urgentes que debemos resolver los hondureños, y cómo distribuimos las responsabilidades para resolverlos?

Y las respuestas a tan trascendentales interrogantes solo pueden ser confirmadas mediante una articulación sectorial, la forma más democrática de participación política y el procedimiento más claro para conjuntar los intereses de los individuos, fuera de los tradicionales conciliábulos y amaños de grupillos privilegiados que han frenado las posibilidades del resto de la sociedad.

No debemos olvidar que el orden social no se establece con arreglo a las élites que mueven los hilos de los partidos políticos, aunque ellas forman parte indisoluble del escenario político. Atrás de esas cofradías se encuentra la argamasa de la sociedad, el fundamento de la legitimidad política y del Estado, y que ha sido tradicionalmente marginada de la política. Clases sociales, estamentos, movimientos sociales, comunidades étnicas, áreas geográficas excluidas, etcétera; aguardan por cambios sustanciales desde hace más de dos generaciones. Sin su participación, la democracia es inexistente, y la política deviene en fantochada.

Nuestros políticos se equivocan cuando aprecian la sociedad únicamente como agregados estadísticos, y sobre esa información estandarizan sus agendas sociales y económicas, en el caso de que existan.

Cambios profundos de la sociedad y modernización política, por tanto, deberán ir de la mano. Los líderes modernos deben entender que la Cuarta Revolución Industrial resulta fundamental para transformar la política y la democracia. Las consultas públicas, los foros, los debates están disponibles en las nuevas tecnologías de información que ahora integran los procesos políticos en países con democracias más transparentes.

Ese ordenamiento político solo será posible cuando se incluyan las perspectivas sociales diversas, las voces y las experiencias de todos los sectores. Dado ese paso trascendental, estaremos listos para hablar de un despegue económico y del encuentro final con el bien común del que tanto hablan los políticos.