CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD
VUELVE a evidenciarse en las elecciones de los Estados Unidos el poder de la prensa convencional sobre la opinión pública. Más o menos así ocurrieron las cosas. En las primarias del segundo supermartes, el ex vicepresidente continuó con la racha ganadora después de una sorprendente voltereta. (El vuelco fue en mucho hechura de los medios de comunicación). Bernie solo se anota Dakota del Norte. Washington casi empatado. Biden –en una afluencia inusitada de votantes en esos estados– Michigan, Mississippi, Missouri y Idaho. (Incluso, la profusión de votantes los expertos lo atribuyen a temores subliminales inducidos por la prensa que un aspirante muy a la izquierda, como el senador –incapaz de coalescencia con el centro moderado– representa la figura más débil para enfrentar a POTUS).
Decíamos ayer que hasta antes del primer supermartes el socialista parecía imparable. Bernie Sanders, hasta ese momento, auxiliado por sus jóvenes seguidores de los twitters y los universitarios identificados con sus posturas dadivosas y antisistema, tenía al ex vicepresidente arrinconado, en cuarto y quinto lugar. Hay quien presume que las redes son las que influyen a formar el criterio de los ciudadanos. Si bien ello parcialmente es un factor, después de todo este tiempo de usar aplicaciones digitales para comunicarse, la gente se ha enterado que mucho de lo que se divulga por esa vía es información interesada, sesgada, exagerada, adulterada y distorsionada. El medio social consiste en burbujas de pasatiempo para el entretenimiento. O armas para transmitir frustración, torcer realidades y manipular la verdad. En esta atmósfera polarizada las “chatarras” de los chats y los adictos de las redes sociales crean el espejismo de ser elemento predominante de la opinión pública.
No estén tan seguros. La prensa convencional –aunque con sus propias lagunas– sigue siendo el factor preponderante de mayor influencia en la sociedad. Acaba de suceder. De acuerdo a expertos y estudiosos el vuelco de Biden tomó su inercia de la cobertura mediática, de la prensa convencional. (Contrapuesto a lo que se divulgaba masivamente en las redes dominadas por los jóvenes cibernautas “facebookeros” adeptos a Bernie). Las cadenas noticiosas y los periódicos al unísono entonaron –minutos después que ganó Carolina del Norte– una narrativa positiva sobre las posibilidades del ex vicepresidente. Vendieron no la historia sensacionalista del veterano apaleado en estados anteriores, sino del púgil lanzado a la lona que milagrosamente se levanta.
Que cobra fuerza de flaqueza –y como lo hace Rocky Balboa en las películas– se levanta con alma y corazón de león herido, a dar la gran batalla. Los editoriales, los grandes titulares de los periódicos, las notas informativas de las principales cadenas noticiosas coinciden en alentar la narración. La del luchador caído en el cuadrilátero que se repone de la marimbeada y regresa a dar la pelea. Los medios de cable le cubren ampliamente sus concentraciones destacando que los otros aspirantes demócratas abandonan la carrera para brindarle el respaldo. La percepción que líderes importantes del partido se adhieren a su candidatura. (Las llamadas inapelables de las reliquias sagradas a quienes Bernie Sanders veía de menos). Las piezas de dominó comienzan a alinearse. El mensaje reverberó claro y repetido durante las siguientes 78 horas. Las sonoras bocinas anunciando que Biden regresa. La onda expansiva repercute en los que se deciden a última hora –incluso en el voto hispano– provocando una avalancha. El toque de diana impulsa a que salgan los votantes masivamente a las urnas y de manera colectiva el voto afroamericano. Nadie veía ninguna virtud del candidato antes, hasta ese momento que la prensa tradicional lo hace historia, masifica la cobertura, es tópico de grandes titulares en los periódicos y lo colocan como centro de un resurgimiento prodigioso.
